ÍNDICE Características de la filosofía presocrática. Mapa de conceptos sobre los filósofos presocráticos. Filósofos Monistas 3.1. Escuela de Mileto. 3.2. Escuela de Elea. 4. Heráclito. 5. Pitágoras 6. Filósofos Pluralistas.
La filosofía presocrática va desde los inicios del siglo VI a.C. hasta mediados del siglo V a.C. La palabra presocrático, con la que suele designarse a los primeros filósofos griegos, significa literalmente anterior a Sócrates. esta denominación no es muy afortunada pero se ha impuesto definitivamente. El tema fundamental del que se ocupan los filósofos presocráticos es el origen del cosmos. En la lengua griega, la palabra cosmos significa orden, adorno o belleza. Los filósofos fueron los primeros en utilizarla para referirse al universo en su totalidad, en la medida en que el universo aparece como un todo ordenado. Resultará especialmente importante determinar el principio o arché, sustancia o sustancias originales de las que proceden y están constituidas las cosas que componen el universo. En el desarrollo del pensamiento presocrático Parménides ocupa un lugar central, hasta el punto de que podemos hablar de la filosofía antes de Parménides y después de Parménides.
3.1. ESCUELA DE MILETO Tales, Anaximandro y Anaxímenes (siglo VI a.C.) proceden de Mileto. Se les denomina, por ello, milesios. Los tres propusieron una explicación monista; es decir, establecieron que el principio o arché del universo es una sustancia primordial de la cual proceden y están constituidas todas las realidades que existen. Tales y Anaxímenes propusieron como sustancia primordial, respectivamente el agua y el aire. Anaximandro, por su parte afirmó que el principio es una sustancia indeterminada e infinita que denominó ápeiron.
3.2. ESCUELA DE ELEA Parménides (515-440 a.C. aprox) marca un hito decisivo en el desarrollo de la filosofía griega. En efecto, como consecuencia de su pensamiento, la pregunta sobre el origen del cosmos tomó un rumbo totalmente diferente. Su doctrina acerca de la realidad, acerca de lo que hay o existe, puede resumirse en estas dos afirmaciones: 1) A partir de una única realidad es imposible que surja la pluralidad, postura que choca contra lo que afirmaban los milesios. En efecto supongamos que originalmente existía solamente agua. ¿Por qué no sigue habiendo solo agua? Si únicamente había agua, esta no pudo generarse a partir de otra sustancia, ni puede tampoco transformarse en otra cosa o desaparecer. Lo que no hay, lo que no había originalmente, no puede originarse. Lo que hay desde siempre no puede tampoco ser destruido. Por consiguiente, lo que hay es inengendrado, indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo, indivisible y esférico. 2) También deduce que lo que es, hay o existe,es necesariamente único; es decir, una única realidad. Las consecuencias de estas dos afirmaciones son tajantes e ineludibles: si, de una única realidad no puede surgir la pluralidad, y por otra, la razón nos obliga a aceptar la existencia de una única realidad, no habrá más remedio que declarar que el movimiento y la pluralidad son irracionales, ininteligibles. Ciertamente, la experiencia sensible nos muestra un mundo donde hay pluralidad y movimiento, pero esta experiencia resulta contraria a las exigencias de la razón. De este modo, Parménides sienta las bases para la oposición radical entre la razón y los sentidos. Parménides escribió una sola obra: un poema filosófico en verso épico del cual nos han llegado únicamente algunos fragmentos conservados en citas de otros autores. Los especialistas consideran que la integridad de lo que conservamos es notablemente mayor en comparación con lo que nos ha llegado de las obras de casi todos los restantes filósofs presocráticos, y por ello su doctrina puede ser reconstruida con mayor precisión. Zenón fue discípulo directo de Parménides de Elea. Una de las paradojas más famosas es la de la tortuga de Aquiles. No estableció ni conformó ninguna doctrina positiva de su propia mano. Famoso por sus intrincadas paradojas que discuten la pluralidad de entes y en algunos casos el movimiento —entre otras cosas—. En la línea de su maestro, intenta probar que el ser tiene que ser homogéneo, único y, en consecuencia, que el espacio no está formado por elementos discontinuos sino que el cosmos o universo entero es una única unidad. Sus aporías están diseñadas bajo los siguientes ejes argumentativos: Contra la pluralidad como estructura de lo real. Contra la validez del espacio. Contra la realidad del movimiento. Contra la realidad del transcurrir del tiempo. Aplicando este esquema se le ha considerado el primero en utilizar la demostración llamada ad absurdum (reducción al absurdo), que toma por hipótesis lo contrario de lo que se considera cierto (en su caso, las afirmaciones del adversario) y muestra las incongruencias que se derivan de una consideración de esto como verdadero, obligando al interlocutor a rechazar las premisas y a aceptar las tesis opuestas, que eran las que se querían demostrar en un principio. Este procedimiento lo lleva a cabo mediante sus aporías.
Heráclito (550-480 a.C aprox) propuso como sustancia primordial el fuego. En uno de los textos que conservamos de él, dice que el fuego es una sustancia en constante transformación, y de ahi que afirme que la realidad se halla en constante devenir. Este devenir, o fluir universal, no es, sin embargo, caótico, sino que obedece a una ley o medida. Hay, pues, un orden, una ley que Heráclito denomina logos: todo sucede conforme a esta ley o logos. Esta ley universal comporta, en fin, la lucha de contrarios. El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces en el mismo río, siguiendo la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia, hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal) que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua. Algunos autores ven en el cauce del río el logos que «todo rige», la medida universal que ordena el cosmos, y en el agua del río, el fuego. A primera vista esto puede parecer contradictorio, pero debe recordarse que Heráclito sostiene que los opuestos no se contradicen sino que forman una unidad armónica (pero no estática). Es razonable, entonces, que la otra cara del agua sea el fuego, como él mismo lo adelanta en sus fragmentos.
Los pitagóricos constituyen un grupo o escuela fundada por Pitágoras alrededor del año 530 a.C. De Pitágoras apenas sabemos nada con certeza. En cuanto a la escuela o secta pitagórica, su interés para la filosofía es doble: 1) Desde el punto de vista antropológico, es de destacar que sostuvieron la inmortalidad y la transmigación de las almas. 2) Desde el punto de vista cosmológico, atendieron a la armonía y al orden del universo, subrayando la estructura matemática del cosmos. Afirmaron que el universo está hecho de números y que, por tanto, los principios de los números son, en último término, los principios de todas las cosas. Estos principios últimos de los números (y por tanto, de la realidad) son, decían, lo par y lo impar que consideraban, respectivamente, como ilimitado y limitado. Al contrario que los milesios y que Heráclito, no mantuvieron una explicación monista, sino dualista; basada en dos principios originales. La tetraktys, figura que tenían por sagrada, indica que los pitagóricos consideraban así los números. Esta figura demuestra que el 10 resulta de sumar 1+2+3+4,o sea, que es la suma de los cuatro primero números enteros. Por ella hacían el juramento transmitido como pitagórico, hecho en nombre de Pitágoras mismo, pero sin nombrarlo, “por quién transmitió a nuestra alma la tetraktys”. La tetraktys es el número perfecto y la clave de la doctrina. Es posible que jugase también un papel en los distintos grados de la metamorfosis del alma. El diez tiene el sentido de la totalidad, de final, de retorno a la unidad finalizando el ciclo de los nueve primeros números. Para los pitagóricos es la santa tetraktys, el más sagrado de todos los números por simbolizar a la creación universal, fuente y raíz de la eterna naturaleza; y si todo deriva de ella, todo vuelve a ella. Es pues una imagen de la totalidad en movimiento. La tetraktys forma un triángulo de 10 puntos colocados en cuatro líneas, de la forma siguiente: La Santa Tetraktys pitagórica La Unidad: Lo Divino, origen de todas las cosas. El ser inmanifestado. La Díada: Desdoblamiento del punto, origen de la pareja masculino-femenino. Dualismo interno de todos los seres. La Tríada: Los tres niveles del mundo: celeste, terrestre, infernal, y todas las trinidades. El Cuaternario: los cuatro elementos, tierra, aire, fuego y agua, y con ellos la multiplicidad del universo material. El conjunto constituye la Década, la totalidad de Universo: 4: 1 + 2 + 3 + 4 = 10 → 1 + 0 = 1.
Demócrito (nacido el 460 a.C aprox) junto a su maestro Leucipo, ofreció una respuesta más audáz y radical al atomismo. Entre la multitud de realidades (átomos) cuya existencia pretenden establecer se interpone ciertamente algo: el vacío. Los atomistas conceden gustosamente a Parménides que el vacío que separa los átomos no es real, si por real se entiende la materia existente: únicamente los átomos son reales en este sentido, y el vacío puede muy bien ser caracterizado como no-ente por Parménides. Sin embargo, el vacío es algo real, si por real se entiende efectivamente lo que hay. Junto con los átomos, el vacío forma parte de la naturaleza del universo. El papel desempeñado por el vacío es decisivo. No solo hace posible la pluralidad, sino también el movimiento. Anaxágoras, había supuesto una pluralidad de partículas originalmente mezcladas en una masa compacta. Al no admitir el vacío, estas partículas quedaban aprisionadas en la masa originaria, compacta e inerte. Admitido el vacío, los átomos, por el contrario, pueden moverse libremente en él. La pregunta ¿por qué y cómo se inició el movimiento? tiene sentido en el caso de Anaxágoras (lo inició el noûs o entendimiento), pero no lo tiene en el atomismo: el movimiento no se inició en ningún momento; los átomos se mueven eternamente en el vacío. El atomismo de Leucipo y Demócrito alumbró definitivamente una concepción, un modelo mecanicista de la naturaleza: el universo no está presidido por plan alguno trazado por una inteligencia trascendente, ni existe tampoco finalidad inmamente que preste inteligibilidad a los procesos naturales. El universo es el resultado de una necesidad ciega y opaca, que para el ser humano viene a confundirse con el azar. La concepción mecanicista quedó como modelo siempre disponible, que, tras un largo período de oscurecimiento, volvió a resurgir con fuerza a partir de la Edad Moderna.
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