La supremacía de Dios en la Predicación

PRÓLOGO

Las personas están hambrientas de la grandeza de Dios. La prédica que no tiene el aroma de la grandeza de Dios, podrá entretener por un tiempo, mas no calmará el grito del alma que clama: “Muéstrame tu Gloria" La grandeza y la gloria de Dios son relevantes Nuestras gentes necesitan oír de un Dios milagroso.   Necesitan oír que alguien, por  lo menos una vez a la semana, alce su voz y magnifique la supremacía de Dios.  “Dios no bendice a los grandes talentos tanto como a la gran semejanza a Jesús.   Un Ministro santo es una poderosa arma en las manos de Dios"     Lo que la gente demanda es nuestra santidad personal.   Y ciertamente, la santidad personal es nada menos que una vida inmersa en Dios – una vida diferente del concepto que el mundo tiene de la vida de milagros de Dios. Mas la mayoría de nuestra gente no tienen en este mundo quien les diga una y otra vez acerca de la suprema belleza majestuosa de Dios.   Cierta vez le preguntaron a Spurgeon acerca del secreto de su ministerio.  Al cabo de una breve pausa, respondió: “Mi gente ora por mí”   

Versículo clave

Si alguno habla, Hable conforme a las palabras de Dios... Conforme el poder que Dios da Para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.  Amen. (1 Pedro 4:11) 

POR QUÉ DIOS DEBERÍA SER SUPREMO EN LA PRÉDICA

METAS DE LA PRÉDICA - LA GLORIA DE DIOS

Nunca sabremos de la verdadera utilidad de nuestra prédica, hasta que todo el fruto de las ramas del árbol que han brotado de las simientes que hemos sembrado, hayan madurado a la luz de la eternidad.

VERSÍCULO CLAVE

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Isaías 55:10/11) 

Dios le va a ocultar mucho del fruto que él produce en su ministerio.  Verá lo suficiente para estar seguro de su bendición, pero no lo suficiente como para pensar que usted podría vivir sin ello.   La meta de Dios es ser exaltado él y no el predicador