Created by VALERIA ALVAREZ RANGEL
about 2 years ago
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La OMS (2018), en Piqueras y Castellvi, (2018) comenta que el suicidio es un problema de salud pública grave a nivel mundial, ya que tiene un impacto personal y familiar duradero en las personas cercanas de quién lo comete, además de un impacto social y economico. El suicidio abarca desde la ideación (deseos de muerte, ideación suicida, etc.) hasta la gradación conductual creciente (suicidio consumado). El suicidio es mucho más que solo terminar con la propia vida, hay distintos terminos utilizados para mencionar diferentes conducas de la persona y de formas diversas que serán de utilidad para implementar vías de intervención
El suicidio consumado, es la muerte producida por uno mismo con la intención precisa de poner fin a su propia vida. Intento o acto suicida con y sin resultado de muerte, comportamiento autoinfligido con alguna intención de morir, el resultado puede ser una lesión o sin. Plan detallado o no detallado de suicidio, la persona toma medidas para lesionarse a sí mismo, pero es detenida por sí misma o por otros para que no inicien el acto de autolesión antes de que el potencial de daño haya comenzado. Ideación suicida, pensamientos pasivos de querer estar muerto o pensamientos activos de suicidarse, no acompañados de un comportamiento preparatorio. Autolesiones sin intención de suicidio, este comportamiento está destinado por otras razones, ya sea para aliviar la angustia o para efectuar cambios en otros o el medio ambiente. Evento potencialmente suicida o indeterminados, la lesión o el potencial de lesión es claro, pero no está claro por qué el individuo se involucró en ese comportamiento.
Existen diversos factores de riesgo para la conducta suicida, además de distintas interacciones entre sus factores de riesgo (Echeburúa, 2015): A nivel clínico: consumo abusivo de alcohol/drogas, aparición de una depresión o de un brote psicótico. A nivel ambiental: un entorno familiar y social deteriorado, un desengaño amoroso, una orientación sexual no asumida, el fracaso escolar reiterado, acoso o ciberacoso. A nivel psicológico: la presencia de algunas características de personalidad, como impulsividad, baja autoestima, inestabilidad emocional o dependencia emocional extrema.
El suicidio se puede presentar en cualquier edad y persona, pero hay dos picos crecientes: la adolescencia/juventud y la vejez, en este último grupo, las personas mayores pueden experimentar una sensación de fracaso personal, laboral y familiar, reproche social, la presencia de soledad de su red de apoyo, enfermedades crónicas incapacitantes o con mal pronóstico, sensación de ser una carga para los demás etc., los(as) ancianos(as) realizan menos intentos autolíticos que los jóvenes, pero utilizan métodos más efectivos al intentarlo (Värnik, 2012 en Echeburúa, 2015). Por otra parte, se sabe que las mujeres presentan un riesgo dos veces mayor que los hombres de intento de suicidio, aunque los hombres tienen un riesgo más elevado de morir por suicidio (Piqueras y Castellvi, 2018). Algunos de estos factores pueden ser modificables como los trastornos mentales, las situaciones de estrés, estrategias para el afrontamiento o aislamiento social, etc., pero existen otros factores que resulta no ser modificables como la edad, sexo, la historia familiar, etc.
Existen grupos o personas en situaciones de vulnerabilidad, los cuales tienen más riesgo de presentar una conducta suicida, por mencionar algunos son: personas con discapacidades, trabajadores migrantes, mujeres, personas con diversidad sexual y/o identidad de género, niños, entre otras muchas más minorías. Muchas personas creen que las personas que se suicidan lo hicieron sin mostrar señales, o signos de alarma, pero en realidad en algunos casos si las dieron, por lo que algunas señales de alarma para el riesgo suicida son: intentos previos de suicidio, antecedentes de suicidio que hay en la familia, la expresión verbal si es más o menos explícita de un sufrimiento desbordante y del propósito de matarse (gestos o amenazas suicidas), mucho más aún cuando hay planificación de la muerte (cambios en el testamento o notas de despedida) (Mann et al., 2005; Echeburúa, 2015).
Antes de iniciar es importante desmentir algunas creencias que tienen las personas respecto al suicidio. La más conocida es "hablar del suicidio puede desencadenar más suicidios" esto es falso, porque existe la posibilidad de que la persona pueda considerar otras opciones o el tiempo de repensar su decisión, ya que tendría alguien para hablar del tema. Hay otra creencia ligada a esta, "la gente que amenaza con suicidarse nunca lo hace" lo importante en este caso es preguntarle directamente a la persona que realizo la amenaza el por qué lo hizo, qué piensa de ello, cómo se siente, etc (Piqueras y Castellvi, 2018). Otra sería "todas las personas que se suicidan están deprimidas" es correcto que las conductas suicidas pueden ser producidas por una profunda infelicidad y malestar psicológico, pero no es necesariamente un requisito el tener un trastorno mental para cometer suicidio. "La persona que se suicida quiere morir" las personas con conductas suicidas con frecuencia son ambivalentes en los temas de la vida y la muerte, pueden tener una batalla interna sobre las razones para vivir y morir (Piqueras y Castellvi, 2018). Podemos concluir que son personas que están sufriendo demasiado, que no tienen esperanza en el futuro y la única forma para librarse de ese sufrimiento es morir.
La prevención no es una tarea exclusiva del sistema sanitario, sino que intervienen muchos más agentes como el sistema educativo, la familia, lo social, etc., que deberán ser abordados en los ámbitos correspondientes. Hay que implementar estrategias de identificación temprana de pensamientos y conductas suicidas, atención y cuidado eficaz de quienes están en riesgo con claves para garantizar la prevención del suicidio. Formar profesionales para la detección de las señales de advertencia, bloquear el acceso a los medios para suicidarse, intervención temprana de los trastornos mentales asociados, sensibilizar a la población sobre el problema para reducir el estigma (OMS, 2012; Piqueras y Castellvi, 2018).
La sospecha o presencia de ideación suicida requiere atención a la posible patología de base y la definición de los objetivos terapéuticos a corto plazo que se van a abordar en la consulta: los pensamientos suicidas, la desesperanza o la prevención de conductas suicidas (Echeburúa, 2015). Si un paciente no expresa directamente pensamientos suicidas, pero es un sujeto de riesgo, hay que preguntarle directamente por ello. El clínico debe favorecer el control, la autoestima y la capacidad de hacer frente a los problemas, así como promover una mayor participación e integración en el entorno familiar y social (Echeburúa, 2015). Sea cual sea el tratamiento psicológico utilizado, es recomendable promover la formación de una alianza terapéutica sólida entre el paciente y el terapeuta y contar con el apoyo del entorno (Echeburúa, 2015). La WHO, (2014) en Echeburúa, (2015) proponen diseñar programas específicos para jóvenes y adolescentes, así como para personas ancianas, poner en marcha medidas concretas dirigidas sobre todo a las personas más vulnerables, para reducir los factores de riesgo, proponer programas psicoeducativos efectivos, de tipo preventivo, para familiares de personas que han cometido un intento de suicidio.
Echeburúa, E. (2015). Las múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica. Terapia psicológica, 33(2), 117-126. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-48082015000200006 Piqueras, J. y Castellvi, P. (2018). El suicidio en la adolescencia: un problema de salud pública que se puede y debe prevenir. Revista de estudios de juventud, (121), 45-59. http://www.injuve.es/sites/default/files/adjuntos/2019/06/3.el_suicidio_en_la_adol escencia_un_problema_de_salud_publica_que_se_puede_y_debe_prevenir.pdf
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