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(1596-1650)Descartes nació en La Haye (La Haya), pequeña ciudad francesa de la Turena en 1596.Dedicó su vida a prestar atención y adentrarse en el acto mismo del pensamiento, supuesto anterior a toda ciencia posible.Se educó en el colegio de los jesuitas de La Flèche.Hizo varios viajes y se alistó en 1618 en el ejército del príncipe Mauricio de Nassau y, al año siguiente, en el de Maximiliano de Baviera.Vivió en París y en Holanda. Viajó a Suecia donde, a los pocos meses de llegar, el 11 de febrero de 1650.
García Astrada, A. (1984). Introducción a la filosofía. Córdoba: Multieditora.
Genio malignoEn las Meditaciones leemos:«No cabe, pues, duda alguna de que yo soy, puesto que me engaña, y, por mucho que me engañe, nunca conseguirá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De suerte que, habiéndolo pensado bien y habiendo examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último tener por constante que la proposición siguiente: "yo soy, yo existo", es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciado o concibiendo en mi espíritu».Esta afirmación de la existencia a través del engaño y del pensamiento ya había sido anticipada por san Agustín. Sin embargo, el fundar la certeza de la existencia por medio de la duda y el pensamiento es, podríamos decir, un poco episódico y accidental dentro del desarrollo del sistema agustiniano.
La actitud inicial de Decartes está orientada hacia la búsqueda de un fundamento, un fundamento de certeza. Busca un fundamento que se le manifieste como inmediatamente verdadero y funde la verdad de Todo conocimiento. Busca, en definitiva, algo firme de lo cual no pudiera dudarse.Para el hallazgo del fundamento de certeza que busca, la tarea previa que Descartes realiza es la de ir eliminando todo aquello que no se muestre como inmediatamente verdadero. Aquella tarea previa y eliminatoria Descartes la lleva a cabo por medio de la duda metódica. La duda cartesiana es un medio y un método para ir haciendo caducar todo aquello que no ofreciese una fundada certeza.La actitud de Descartes a través de la duda es, pues, aplicar un método que le permita deshacerse de todas las opiniones y, desde un punto cero, encontrar los verdaderos fundamentos de la filosofía y de la ciencia.Advierte entonces que siempre ha estado inclinado a creer que existen las cosas que nos representamos a través de nuestros sentidos. Pero los sentidos innumerables veces nos engañan y, por tanto, en ellos no podemos confiar. Parece que hay ciertas cosas que no pueden ser engañosas como, por ejemplo, sentir a mi cuerpo «aquí, sentado frente al fuego y teniendo ese papel en las manos». No obstante, vivencias semejantes puedo obtener del sueño.La duda ha invalidado todo lo que teníamos por cierto. Pero de pronto me encuentro con cosas muy simples como el número, la extensión, la figura y otras semejantes ante las cuales la duda no parece posible, pues duerma yo o esté despierto siempre dos más tres serán cinco y el cuadrado tendrá cuatro lados. Supone, pues, un genio maligno que estuviera presentándole cosas aparentemente evidentes y que, sin embargo, fueran falsas.Descartes hace extensiva la duda a todo. En ese proceso dubitativo en pos de una certeza, él ha quedado desasido no solo de sus opiniones y de sus prejuicios, sino también de sus manos, de sus ojos, de su carne, de su sangre, de su cuerpo, en suma. ¿Y qué ocurre? Que me encuentro sumergido en mis propios pensamientos. La duda supone el pensamiento porque, en última instancia, la duda es pensamiento. Dudar no significa ni una afirmación ni una negación, sino una dualidad del pensamiento. Pero ello nos está advirtiendo que la duda supone al pensamiento. Si dudo es porque pienso. El núcleo de la duda es el pensamiento, ella se reduce a pensamiento.Del pensamiento es de lo único de lo que yo no puedo dudar y es él lo que se muestra como lo inmediatamente verdadero, como lo absolutamente irrefutable. Al cabo de nuestro dudar, nos hemos encontrado con la certeza buscada.Si la duda supone el pensamiento, el pensamiento supone la existencia. El pienso, luego soy (cogito ergo sum) es la primera evidencia.«Pienso, luego existo».Esta afirmación de la existencia, esta certeza, esta verdad es el primer principio de la filosofía cartesiana.La certeza que ofrece el pensamiento es inmanente al pensamiento mismo y, por tanto, ella es vigente mientras dure el acto mismo de pensar.
Duda de las opiniones y los prejuicios.Duda de los sentidos.
Duda de cosas como el número, la extensión, la figura y otras semejantes.
La duda supone el pensamiento. La duda es pensamiento.
El pensamiento supone la existencia.
Sobre la vida de Descartes
Antecedentes de su filosofía
Referencias bibliográficas
Su filosofía
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