Clase 2: Estrategias de liderazgo
El liderazgo empresarial no se ejerce por sí solo. Además de una persona con ciertas características y habilidades, hacen falta estrategias para darle forma y acondicionarlo a las necesidades de cada organización.
Por lo general, las estrategias de liderazgo se moldean a la largo de los años y se basan en la experiencia de quienes las llevan a cabo. No es lo mismo un líder con diez años de experiencia que otro con sólo unos meses. Incluso, es distinto ponerse al frente de una multinacional consolidada que de un negocio que da sus primeros pasos.
La formación también influye. Las escuelas de negocios del mundo entero hacen gran énfasis en la necesidad de desarrollar esta habilidad para garantizar una buena gestión y administración de las empresas. El sustento de esta necesidad es más que sólido: sin líderes no existirían las organizaciones.
Existen muchos líderes, pero no todos con el mismo grado de eficacia e influencia. La diferencia entre unos y otros está en las decisiones que tomen a la hora de desempeñar su papel y en cómo se relacionen con sus equipos de trabajo.
Estilos de liderazgo empresarial
Existen diversos estilos de liderazgo, diferentes modos de ejercerlo, cada uno de ellos con unas características peculiares.
El estilo de liderazgo influye en el tipo de relaciones que se establecen en el trabajo, en el ambiente laboral, además de ser un factor decisivo para la consecución de los objetivos empresariales.
Cada uno de ellos tiene sus beneficios y desventajas. Además, en función de los trabajadores y los métodos de trabajo, un determinado estilo de liderazgo puede ser más apropiado que otro.
Algunos de los estilos clásicos más representativos de liderazgo son:
Liderazgo autocrático. A estos líderes autoritarios les gusta tener el control de todo y sentir que ellos tienen el poder. Son quienes toman las decisiones y no suelen tener en consideración las opiniones ajenas. Además, suelen recurrir a amenazas e intimidaciones para mantener su autoridad. Este tipo de conductas suele crear un clima laboral de tensión y poco participativo. No obstante, también genera un ambiente de trabajo bien organizado y permite una rápida toma de decisiones.
Liderazgo democrático. Para este tipo de líderes, los recursos humanos son fundamentales en la organización, y así lo hace ver. Son personas que tienen en cuenta las opiniones de los demás, por eso las valora positivamente y motiva a participar a sus trabajadores. Sin embargo, también sabe que él es el responsable final de las decisiones tomadas y de las repercusiones que tengan. Este estilo fomenta un clima laboral positivo, participativo y colaborativo, pero conlleva un tiempo para la consulta que, en ocasiones, puede ser negativo para la empresa.
Liderazgo “Laissez faire”. La expresión “Laissez faire” proviene del francés y significa “dejar hacer”, que es justamente lo que hace este líder, deja que sus trabajadores hagan su trabajo, sin ejercer control sobre ellos y dotándoles de responsabilidades. Su intervención es mínima, pues sólo participa cuando los trabajadores lo solicitan. Este estilo puede favorecer un clima laboral positivo, pues los trabajadores tienen libertad y se cree en sus posibilidades. Sin embargo, es probable que sin el control suficiente y sin el apoyo necesario cree conflictos.
Hoy día se habla de dos estilos de liderazgo, popularizados por James MacGregor Burns:
Liderazgo transaccional. En este caso, las relaciones que se establecen entre el líder y sus seguidores son entendidas como meras transacciones, donde se establecen recompensas y castigos para premiar las respuestas ofrecidas por el seguidor.
Liderazgo transformacional. Esta concepción de liderazgo se basa en la capacidad que posee el líder para transformar y mejorar el modo en el que los trabajadores realizan sus funciones con el objetivo de fomentar el desarrollo de la empresa. Busca un cambio positivo, nuevas iniciativas. Estos líderes inspiran a sus equipos y son claro ejemplo de su filosofía.
Cómo desarrollar el liderazgo empresarial
Las primeras teorías sobre el liderazgo afirmaban que la capacidad para liderar era innata a la persona, que se nacía líder. Sin embargo, las teorías actuales confirman que el líder se hace y no se nace. Las habilidades personales necesarias para ser un buen líder se pueden aprender y desarrollar. Pero ¿cómo hacerlo?
Autoconocimiento, clave para el éxito. Si deseas llegar a ser un buen líder, lo primero que debes hacer es conocerte a ti mismo, saber cómo eres, tus virtudes y defectos, tus capacidades y tus debilidades. Este paso fundamental te ayudará a descubrir qué aspectos debes trabajar, qué habilidades necesitas adquirir o potenciar para mejorar y convertirte en el líder que deseas ser.
En ocasiones puede resultar positivo buscar un coach para que te ayude a conocerte, a establecer tus metas, o un mentor que te guíe, oriente y muestre cómo desarrollar tu camino.
Ten una actitud positiva. Esta cualidad es común entre los grandes líderes transformacionales. ¿Te imaginas a un líder que se rinde a la primera, que no cree en su empresa ni que pueda alcanzar sus objetivos? Ser y mostrarse optimista es fundamental para superar los retos diarios. Si a esta actitud se le suma el entusiasmo y la pasión por tu empresa y por tu trabajo, conseguirás contagiar a tus trabajadores de tu espíritu para trabajar unidos por un mismo objetivo.
Potencia tus habilidades comunicativas. Quizá sea una de las habilidades más importantes que todo líder debe desarrollar. La comunicación es clave para la efectiva actividad empresarial. Tan importante es saber hablar como escuchar. Entrena tu capacidad para la escucha activa, tus habilidades oratorias y ensaya ejercicios para practicar la asertividad.
Fortalece tu capacidad resolutiva. Tus habilidades para la toma de decisiones, tu capacidad de negociación, tus destrezas para la resolución de conflictos, tu eficacia para priorizar o tu talento para buscar soluciones creativas, son cualidades que tus seguidores esperan de ti. Estar dotado de estas capacidades hará que destaques como líder. Todas estas habilidades se pueden entrenar y potenciar a través de diferentes programas y se mejoran con la práctica.
Confía en tu equipo. La confianza en tu equipo de trabajo no sólo hará que tus trabajadores se sientan valorados, también provocará que se involucren más en la actividad empresarial. Esta confianza supone escuchar sus opiniones y tenerlas en cuenta, favorecer y potenciar su participación en el grupo de trabajo, con el fin de mejorar los procesos y alcanzar las metas de la organización. Si ofreces libertad para aportar ideas y tomar ciertas decisiones, los trabajadores se implicarán más y serán más responsables. Además, con esta actitud de respeto, favoreces el establecimiento de unas relaciones y de un clima laboral positivo y eficiente.
Continúa formándote a lo largo de toda tu trayectoria laboral. Para liderar eficazmente debes conocer lo que pasa en el mercado, estar al día de los últimos avances y estrategias y descubrir los nuevos métodos. La formación continua es imprescindible para que tu capacidad de liderazgo no se vea afectada.
Liderazgo empresarial: seis estrategias para ser un buen líder
El liderazgo empresarial es algo que se puede potenciar dentro de una organización. Nunca nada es definitivo; por el contrario, todo puede ser mejorado. Evolucionar hacia un modelo de liderazgo más óptimo, eficaz e influyente debe ser un objetivo permanente para los que se encuentren en estas esferas de dirección.
Las múltiples necesidades de las empresas han provocado que proliferen las estrategias para ser un buen líder. En esta lista incluimos seis:
1. Equilibrio emocional:
Es importante aprender a tener la cabeza fría. La figura del líder energúmeno ha pasado de moda. El liderazgo no se potencia con decisiones férreas que buscan intimidar o generar temor. Por el contrario, se afianza logrando un equilibrio en las emociones que respaldan las decisiones.
2. Motivación:
En situaciones de crisis interna o de baja productividad, los equipos necesitan más que nunca el aliento de un buen líder. Es una excelente oportunidad para potenciar esta figura e influir en los colaboradores para generar cambios.
3. Justicia y ponderación:
El líder justo y equilibrado genera admiración en su entorno. Estas cualidades suelen ser especialmente valoradas por los equipos de trabajo, cuyas labores están en permanente evaluación y monitorización. Es el criterio y no la posición lo que debe primar en el momento de ponderar los resultados.
4. Minimizar jerarquías:
Una estrategia que casi siempre da resultado es la de minimizar las jerarquías o rangos que existen en una estructura corporativa. Ojo, no es un llamado al caos ni mucho menos. Simplemente, se trata de entablar un trato más directo con las personas que conforman los equipos de trabajo. Entre más lejano se presente el líder, menos entidad tendrá su figura.
5. Dar ejemplo:
El liderazgo jamás se afianzará si el líder hace exactamente lo contrario de lo que inculca en sus colaboradores. Por ejemplo, si habla de la planificación y sus ventajas, no puede acudir tarde a las reuniones. El liderazgo es una cualidad que se demuestra en día a día y en primera persona.
6. Optimismo y realidad:
O lo que es lo mismo, trazarse metas pero sin quedarse sin brújula. ¿Quién está dispuesto a seguir a un líder que ha perdido completamente la orientación y el sentido de la oportunidad? El liderazgo sólo se afianza si las decisiones que se tomen poseen un fuerte anclaje en la realidad y son viables.