Erstellt von arturo.guerra
vor etwa 9 Jahre
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Biología y filosofía, elementos integrantes de la nueva antropología filosófica.Scheler es considerado el fundador de la actual antropología filosófica. Uno de sus mayores méritos ha sido, sin duda, el haber comprendido la necesidad de elaborar la antropología filosófica presentando atención a la biología. El conjunto de datos biológicos y científico-experimentales sobre el hombre, de que disponemos hoy día, es tan vasto e iluminador que no sería razonable dejarlo de lado. Dichos datos aportan un sinfín de elementos precisos de juicio para elaborar un concepto más preciso del hombre. Sin embargo, la antropología no puede conformarse únicamente con acumular estos datos científicos, los cuales, sin la ayuda de una adecuada reflexión filosófica, no serían capaces de mostrar toda la riqueza que contienen. Sólo una reflexión filosófica puede desentrañar, en beneficio de una comprensión más profunda del hombre, el sentido de unos hechos empíricos que la ciencia experimental, por las exigencias de su propio método, no puede comprender ni explicar en profundidad.La colaboración de ciencia y filosofía, por otro lado, es una necesidad cada día más sentida. La ciencia ha depuesto definitivamente los antiguos aires de exclusivismo con los que el cientificismo se jactaba de ser el saber incontrastable y riguroso. El credo positivista, profesado con tonos de apoteosis durante el siglo XIX, fue abandonado, o al menos atemperado, sobre todo cuando el mecanismo entró en crisis y fue finalmente superado por los nuevos enfoques de la física relativista y cuántica. El entusiasmo cientificista dio entonces paso, en no pocos científicos del primer cuarto del siglo XX, a la desolación y al escepticismo. La ciencia abandono la pretensión de ser una especie de metafísica de la naturaleza y recocía, después de los trabajos iniciales de la filosofía de la ciencia (que nacía justamente en este contexto de crisis y de ocaso del cientificismo), no ser sino un saber circunscrito a determinadas propiedades previamente elegidas y sometidas al control experimental y a la formalización matemática. Esta saludable crisis de crecimiento de las ciencias volvía a poner las lindes del método científico exactamente donde las había colocado Galileo. Ahora bien, como saber circunscrito a determinadas propiedades cuantitativas, la ciencia experimental no podía seguir pretendiendo ser el camino, el único camino del conocimiento. Era natural que, tras la humillación infligida, reconociera ser un modo específico de conocimiento de la realidad, compatible con otros que aportan diversas perspectivas sobre una realidad que se muestra cada vez más profunda e inagotable.
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