Apunte sobre VIH

Introducción      Las enfermedades crónicas representan una serie de factores que influyen en la calidad de vida de las personas, generando estados emocionales que afectan significativamente la forma en que perciben su estado de salud. En el caso de infección por VIH, no solamente están implicados los aspectos relacionados con la enfermedad, sino los aspectos emocionales derivados de una percepción negativa generalizada. El propio enfermo relaciona su enfermedad con una estigmatización social que produce emociones negativas que van repercutiendo en su estilo de vida, afectando seriamente su estado de salud y provocando que los síntomas empeoren. El psicólogo de la salud debe considerar todos los aspectos biopsicosociales implicados, con la finalidad de realizar actividades para la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la intervención en sus distintas etapas y la implementación de programas institucionales.

Definición de la enfermedad.      Brannon y Feist (2011, citado por Olvera y Soria, 2008), definen la enfermedad crónica como un trastorno orgánico funcional que obliga a una modificación del modo de vida del paciente.      El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) es considerado una epidemia que hasta el momento no ha sido controlada. Se estima que más del 95 % de las personas infectadas vive en países en vías de desarrollo, así como una mayor incidencia en hombres que en mujeres (Tobón y Vinaccia, 2003). La enfermedad por infección con VIH se caracteriza por una disminución de los linfocitos T-CD4, un subgrupo de células responsables de coordinar y regular la respuesta inmune (Gallo, 1991, citado por Tobón y Vinaccia, 2003). La infección permanece asintomática por un tiempo, la duración de este periodo depende de la cantidad de virus recibidos cuando el organismo es infectado y de la capacidad del sistema inmune para hacerle frente; después de esto se produce la fase sintomática, cuando la cantidad de virus supera la capacidad del sistema inmune. Cuando sucede esta etapa, la persona es altamente vulnerable a infecciones oportunistas que normalmente son prevenidas por el sistema inmune (Fahey et al, 1990, citado por Tobón y Vinaccia, 2003).

Características de la enfermedad.      Una característica de las enfermedades crónicas es que los pacientes se sienten bien en algunas ocasiones o muy mal en otras, pero el malestar es constante. Cuando se padece una enfermedad crónica se afectan aspectos físicos, psicológicos, familiares, laborales y sociales. A pesar de que el paciente tiene que vivir con la enfermedad por el resto de sus días, ésta no es lo más difícil de afrontar, sino la forma en que se perciben los cambios en su entorno, pues se presentarán cambios en su actividad física, social y laboral, además de asumir su rol como enfermo crónico (Olvera y Soria, 2008).      El VIH afecta principalmente el sistema inmunológico, en especial a los linfocitos TCD4, qué es lo que facilita su reproducción sobre nuestro cuerpo, La Terapia Antirretroviral Altamente Activa (HAART) que combina la acción de los Inhibidores de la Transcriptasa Inversa  y los Inhibidores de la Proteasa, ha demostrado su capacidad para suprimir la carga viral de los pacientes hasta niveles indetectables, incrementar los indicadores de funcionamiento inmunitario tales como el recuento de linfocitos CD4, mejorar el estado clínico de los pacientes y disminuir su mortalidad, hasta tal punto que es esta terapia la que ha permitido que hoy podamos hablar del SIDA como una enfermedad no necesariamente fatal, sino crónica. Uno de los problemas más graves es el alto costo de los medicamentos, otro problema es la compleja toma de los diversos medicamentos en periodos muy largos o indefinidos, con efectos secundarios que influyen en la adherencia al tratamiento (Arnal, 2005).      Múltiples investigaciones muestran como el estrés, el afrontamiento y los estados emocionales influyen en el curso del sida, hay evidencia de que la depresión y el estrés producen cambios en el sistema nervioso, inmunológico y endocrino, que influyen en el desarrollo de la enfermedad. El sida se asocia a un amplio conjunto de alteraciones de la calidad de vida, como ansiedad y depresión, problemas de sueño y uso excesivo de sedantes, baja autoestima e hipocondría, síntomas obsesivo-compulsivos, ira y problemas neuropsiquiátricos, debido a infecciones oportunistas que atacan el sistema nervioso, así como a tumores (Tobón y Vinaccia, 2003).       La presencia de problemas emocionales en las personas con VIH/SIDA viene explicada, de entrada, por la psicopatología previa de los afectados, en segundo lugar, por la dificultad para adaptarse a una enfermedad que impone importantes restricciones en la vida del enfermo, en tercer lugar como consecuencia de la misma enfermedad y de su tratamiento y en cuarto lugar, como efecto del estigma social asociado al SIDA (Arnal, 2005).      Debido a lo anterior, es importante la intervención psicológica para mejorar la salud y la calidad de vida de las personas infectadas.

Abordaje de la psicología de la salud en el tratamiento de la enfermedad.      En el caso de enfermedades crónico-degenerativas, es importante la intervención en forma conjunta con la medicina y la psicología, lo cual justifica el abordaje de la intervención a través de la psicología de la salud. La intervención involucra al paciente y a los familiares, que se ven afectados por la enfermedad, permitiendo una forma menos agresiva de entender y asumir la enfermedad, así como los cambios que suceden como consecuencia.      El psicólogo de la salud debe ser capaz de la identificación precoz de personas en situación de riesgo, definido en términos psicológicos, comportamentales y socioculturales; desarrollar programas efectivos de promoción de conductas saludables, considerando las cuestiones ambientales; la investigación, entendimiento e intervención en cuanto a factores que permitan una buena calidad de vida para los enfermos; realizar estudios e intervenciones en el campo comunitario y de salud pública y enfocar los problemas de salud desde una perspectiva global (Olvera y Soria, 2008). De esta manera, el psicólogo de la salud desempeña actividades que se dividen en tres grandes secciones: Investigación, aplicación y formación. Uno de los factores más importantes en el tratamiento de las enfermedades crónicas es la adherencia al tratamiento; existen múltiples variables que afectan esta adherencia, por ejemplo, el dinero, el tiempo, la conveniencia o los rasgos de la personalidad. En el caso de infección por VIH, se han logrado avances significativos, sin embargo, a pesar de la potencia y eficacia de los medicamentos antirretrovirales, los costos son muy altos y los efectos secundarios tienen impacto negativo sobre la calidad de vida de la persona; además, si no se hace el tratamiento de forma adecuada, las infecciones oportunistas producen frecuentes visitas al hospital, alterando la calidad de vida. Otras variables relacionadas con el incumplimiento de los tratamientos antirretrovirales son el rechazo al tratamiento, la ignorancia de los beneficios y la falta de apoyo social (Olvera y Soria, 2008). Las complicaciones en la toma de los medicamentos, la estigmatización de la enfermedad, el miedo al rechazo, la marginación social, la relación del VIH con otras enfermedades y el miedo a morir son variables que también están implicadas en la adherencia al tratamiento, así como las variables asociadas a las instituciones o equipos de salud, donde podemos identificar la relación médico-paciente, la organización de la institución o un equipo capacitado para abordar esta enfermedad; cuyos aspectos deben abordarse desde la creación de programas institucionales que brinden apoyo a las personas.

Se requiere una participación multidisciplinaria de médicos, psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales que, con la participación del psicólogo de la salud, desarrollen programas de entrenamiento que evalúen acciones y métodos que produzcan actitudes y cambios de conductas en las personas para mejorar la salud, logrando una adherencia a los tratamientos antirretrovirales, que reflejen una mejor calidad de vida.        De acuerdo a Tobón y Vinaccia (2003), el aumento en la prevalencia del VIH, hace necesario el estudio de su incidencia, prevalencia y factores de riesgo, con la finalidad de producir programas de prevención y tratamiento. La psicología contribuye a realizar estudios epidemiológicos integrales, aportando instrumentos psicométricos para la valoración de actitudes y comportamientos de riesgo para desarrollar la enfermedad. A partir de los estudios epidemiológicos, se pasa al eje de la prevención de la infección, cuyo objetivo es que las personas desarrollen conductas saludables que minimicen los riesgos de contraer la enfermedad, como favorecer actitudes positivas hacia el uso del condón y esterilización de jeringas por vía intravenosa. Otro punto importante es la preparación para la evaluación del VIH, donde debe proporcionarse información sobre el procedimiento y las estrategias de afrontamiento que les permita manejar de una forma adecuada sus emociones ante la posibilidad de ser seropositivo. En los casos donde no se presenta seropositividad es importante reforzar comportamientos saludables y prevenir situaciones de riesgo, por loque el psicólogo debe capacitar al equipo sanitario sobre como establecer relaciones empáticas para brindar la información y motivar la prevención. En el caso de presentar seropositividad, es necesario informar todo lo relacionado con el tratamiento, la infección y los factores de un buen pronóstico, así como promover estrategias de afrontamiento para un buen control de la infección y de los estados emocionales, tales como la aceptación, reevaluación y optimismo. El siguiente paso es la evaluación psicológica integral, que tiene como objetivo comprender la dinámica del procesamiento cognitivo-afectivo y los patrones de comportamiento de la persona infectada, teniendo en cuenta los diversos entornos en los cuales se desenvuelve la persona y considerando el momento evolutivo de la infección en el cual se encuentre; en esta evaluación se realizan evaluaciones de demandas psicosociales relacionadas con sucesos vitales, estrés diario y estrés crónico, así como elaboración de entrevistas semiestructuradas, para evaluar los eventos en concordancia con la condición de la persona; recursos personales para afrontar el estrés, estrategias de afrontamiento, inventarios de personalidad, respuestas emocionales en el ámbito de la ansiedad y estatus de salud mental.

     También es necesario considerar que el VIH puede afectar el sistema nervioso central, produciendo alteraciones neurológicas, como demencia, delirio y sintomatología psicótica. Las intervenciones psicosociales hacen una contribución de gran importancia para el mejoramiento de la salud de los pacientes en la fase sintomática, toda vez que ayudan a controlar los síntomas físicos y los psíquicos, debe promover un estilo de vida lo más normal posible para que el paciente se sienta integrado a la sociedad y eso le brinde un mayor bienestar y más posibilidades para controlar la infección. Se debe procurar que la familia sea solidaria con el paciente desde el apoyo y no desde la pena (Tobón y Vinaccia, 2003).      La percepción de la proximidad de la muerte genera en muchos pacientes con sida profundas emociones negativas, así como en sus familiares y amigos. Durante este proceso se debe trabajar con el paciente y personas cercanas el manejo de emociones negativas y alteraciones emocionales, preparación del cierre del ciclo vital y facilitar la expresión de sus últimos deseos; para ello es importante generar un entrenamiento del autocontrol emocional, técnicas de meditación, escucha, empatía y acompañamiento. Finalmente, al morir el individuo se debe realizar una intervención de duelo para las personas cercanas, en el caso de un caso de duelo patológico, es necesario que el psicólogo de la salud remita al paciente con un especialista que lo apoye a fondo en este proceso (Tobón y Vinaccia, 2003).

Conclusiones             La intervención en el caso de infección por VIH implica una colaboración de los equipos implicados, médicos, psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales, que, guiados por el psicólogo social, proporcionen las herramientas necesarias para minimizar los efectos negativos producidos en el paciente que padece esta enfermedad. La intervención se produce a través de diversas etapas que van desde la prevención, motivando conductas que minimicen los riesgos de contraer la enfermedad, como el uso de preservativos o desinfección de jeringas de uso intravenoso; la evaluación de un posible contagio, que implica el afrontamiento de la enfermedad, la reducción de conductas de riesgo, la aceptación, la adherencia al tratamiento, el manejo de emociones, el apoyo social y el cambio en el modo de vida de la persona infectada y de sus familiares y amigos. Finalmente se puede intervenir en el proceso de cierre del ciclo vital, el afrontamiento de la muerte y el manejo del duelo.             En cada una de estas etapas, el psicólogo de la salud representa un papel fundamental para mejorar la calidad de vida del paciente, sus familiares y amigos, además de su participación en el entrenamiento de los equipos sanitarios, para que se especialicen en el tratamiento de esta enfermedad.

Referencias Arnal, R. (2005). Aportaciones desde la psicología al tratamiento de las personas con infección por VIH/SIDA. Revista de psicopatología y psicología clínica, 10(1), 53-69. Olvera, J. & Soria, M. (2008). La importancia de la psicología de la salud y el papel del psicólogo en la adherencia al tratamiento de pacientes afectados con VIH. Revista Electrónica de Psicología Iztacala 11(4) ,149-158. Tobón, S., & Vinaccia, S. (2003). Modelo de intervención psicológica en el VIH/sida. Psicología y salud, 13(2), 161-174.