Erstellt von Paula Mate
vor etwa 8 Jahre
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Sociedad y Economía. Desde 1680 se había iniciado en España una nueva fase de expansión demográfica, que concluía u siglo (xvii) marcado por el signo de la crisis y la pérdida absoluta de la población. Aunque el siglo XVIII fue sin duda una época de recuperación demográfica y de crecimiento, esto no se produjo por igual en toda España, ya que fue en mayor parte en la periferia y en Madrid y en menor medida en la España interior. Los factores de crecimiento demográfico fueron: un aumento en la natalidad y un descenso en la mortalidad favorecido por la inexistencia de epidemias de peste, escasa incidencia de los conflictos bélicos y la solución del problema del hambre – aunque su amenaza seguía presente-. En agricultura, el régimen de propiedad de la tierra era el principal obstáculo para su desarrollo. La mayor parte de las tierras cultivables no podían venderse o entregarse a quienes pudieran tener interés en mejorarlas o explotarlas, ya que eran tierras amortizadas (sus titulares podían disponer libremente de sus frutos o de las rentas que generasen pero no podían desprenderse de ellas). Existía tres tipos de tierras amortizadas en el Antiguo Régimen: las eclesiásticas, las municipales (de aprovechamiento común y gratuito de todos los vecinos o tierras de labor cedidas para su explotación a particulares a cambio del pago de una renta al municipio) y las vinculadas a mayorazgos (el mayorazgo era una institución surgida en la Edad Media que permitía a un particular, generalmente de la nobleza, reservar a un único descendiente una parte importante de su herencia, la cual podría ser disfrutada por el heredero pero no vendida ni donada ni embargada, se transmitía única y exclusivamente de generación en generación). La Iglesia y la nobleza explotaban solo una pequeña parte de sus tierras, la mayoría era arrendada a campesinos en pequeñas parcelas a cambio del pago de una renta y por un plazo limitado. Las excesivas rentas rara vez dejaban margen a los campesinos para invertir en mejoras de la tierra y, cuando era posible, no interesaba ya que al no ser de su propiedad, las ganancias derivadas para su mejora apenas repercutía en su beneficio. En consecuencia, los rendimientos agrarios eran muy bajos. Como la población aumentaba y, en consecuencia, también se incrementaba la demanda de productos agrarios, era imperioso producir más. La monarquía (Carlos III) se limitó a adoptar medidas parciales que no atentasen contra los intereses económicos de los estamentos privilegiados: el arrendamiento de tierras municipales a los campesinos (medida insuficiente fracasada por la corrupción de las oligarquías municipales encargadas de aplicarlas), las colonizaciones de nuevas tierras según el ideal ilustrado de favorecer la existencia de pequeños propietarios campesinos – colonización de Sierra Morena -; y el proyecto de una Ley Agraria para resolver definitivamente el problema de la tierra, se encargó principalmente Jovellanos de la elaboración de un informe sobre los problemas de la agricultura y sus posibles soluciones (Informe sobre la Ley Agraria), pero se publicó demasiado tarde y en circunstancias ya poco propicias para su consideración por parte de la monarquía. El problema de la tierra paso casi intacto al siglo XIX, durante el cual se trató de resolver ya con planteamientos radicales de carácter liberal. En artesanía e industria, hubo varios factores que estimularon la producción industrial: el aumento de la demanda de productos industriales por el aumento de la población que a su vez permitía disponer de más mano de obra; la subida de precios de productos agrícolas que a su vez aumento las rentas señoriales de la nobleza y el clero, con esto crecían sus ingresos y aumentaba más la demanda de productos industriales; y la nueva política borbónica respecto a las colonias americanas favoreció su explotación como mercados de consumo de los productos españoles. Pero la industria española adolecía de graves problemas, como el predominio del pequeño taller de escasa producción, o los métodos de trabajo arcaicos y rutinarios derivados de un sistema gremial que coartaba la libertad, la innovación y la competencia.
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