“El cantar de los cantares” describe el ideal femenino: cuello largo, ojos redondos, cabellos negros, labios rojos y dientes muy blancos. El atractivo primordial era el rostro y los ojos, aunque el cuerpo también fue de gran importancia.
También existen relatos que hablan de que los cuerpos eran sometidos a sesiones de masaje como cuidado estético y curativo, utilizando aceites de mirra y un líquido extraído de ciertas flores que tenían la propiedad de mantener la piel tersa, un jabón de potasa o álcali extraído de cenizas de haya.
En el preclásico (300 d. de C. a 900 d. de C.) de las antiguas culturas mexicanas se alcanzó la cúspide en todos sus aspectos y lo mismo para los cuidados del cuerpo. Los testimonios encontrados muestran la complejidad de los arreglos, el cuidado y aplicación de pintura corporal, sobre todo en el rostro, así como se supone el uso de cosméticos, perfumes, detergentes para la limpieza (todo a base de productos vegetales y minerales), baños de tina y vapor, la frotación del cuerpo con extractos de plantas.
Antes de la conquista, entre los toltecas y luego los aztecas era costumbre generalizada el temazcalli, baño de vapor acompañado con hierbas aromáticas y curativas, también de perfumes hechos a base de flores, utilización de colores y cremas para resaltar su belleza; un cosmético que evitaba la resequedad era un aceite amarillo elaborado con el insecto llamado aje; para que la piel no se les maltratara e infectara por la picadura de moscos usaban un “lodo puro” de tierra amarilla como el tepetate; acentuaban el rubor de las mejillas, se cubrían en festividades con una especie de diamantina extraída de flores y minerales.

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historia de la estética para el curso de faciales