Erstellt von Ángeles Fernández
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I
Íbamos camino Ciudad Rodrigo donde se hallaba una buena limosna y sepa Vuestra Merced otra de las cosas que me sucedieron con mi amo el ciego. Andando por las calles recogiendo la limosna, un señor nos dió pan, el cual le encantaba a mi amo y yo deseaba con ansia pero bien sabía que comería apenas unas migas. Mi amo no podía esperar más por el hecho de que llevábamos un día y una noche bebiendo solo media jarra de vino. Entonces fuimos a sentarnos a unas piedras cerca de la pequeña ciudad a comer el pan.
II
Sepa vuestra Merced, que de todos los amos que tuve, el que conocí en Pontevedra quizá fuera el peor.
Esta historia sucedió en una plaza con un crucero de piedra en el centro, donde mi amo Coraligio, me enviaba cada día a vender numerosos haces de leña que me marcaban toda la espalda de tanto cargar de un lado a otro.
Los días que vendía poco, la comida no era ni buena ni mala, era inexistente. Beber , bebía en las numerosas fuentes que habia en la ciudad, que como dice el dicho, “Pontevedra da de beber a quién pasa”.
III
Lázaro y el ciego se levantaron por la mañana muy madrugadores. Lázaro despertó al ciego, ya que este quería llegar al pueblo más cercano antes de mediodía.
Lázaro y el ciego se encontraron con un atajo, con lo que se saltaban unos cuantos kilómetros. Cuando ya llevaban un buen tramo de camino pedregoso, el ciego estaba muy enfadado porque le costaba mucho ir por esos lares y Lázaro no sabía qué hacer para contentar a su amo y conseguir comer algo. Y cuando ya quedaba muy poco para llegar al pueblo, Lázaro vio que antes iban a tener que cruzar un río de poco más de 5 metros de ancho. Se lo dijo al ciego y su reacción no fue buena, y le propinó un tortazo por haberles llevado hasta ese camino.
IV
Lazaro y su amo ciego hicieron un alto en el camino en el pueblo de Sigüenza. En la plaza del pueblo, como era costumbre, el ciego recitó con maestría varios poemas y un corro de aldeanos escuchaban fascinados. Cuando acabó el recital el ciego se acercó a la gente, sombrero en mano, a pedir limosna. Fue entonces cuando un hombre delgado y con barba se acercó a Lázaro y le regaló un libro escrito por él mismo para que el muchacho se entretuviese un rato, ya que le había despertado gran ternura y compasión.
V
Sepa Vuestra Merced que no es mi intención en esta historia alabarme por mis hechos, pues ya sé que son pecado, pero puestos a contar mi hazañas, las contaré todas.
Esto ocurrió una tarde de Julio, cuando yo estaba con mi amo en el camino que comunicaba dos pueblos. Era este bastante largo, por lo que tuvimos que quedar a dormir en donde estuvieran dispuestos a dar cobijo a un ciego y un niño durante tres noches. Fue una de estas noches cuando mi amo no me dejó dormir, pues me mandó arreglar su mochila, además de ordenar todo lo que contenía. Como me pidió, cosí el agujero que tenía para que no sospechara, pero hice otro del tamaño suficiente para que sin que se diese cuenta pudieran caer cosas del interior.
VI
Esto ocurrió un 23 de septiembre cuando Lázaro volvía a su casa después de una larga tarde trabajando como pescador. De repente Lázaro chocó con un señor mayor que parecía ser ciego y que, al chocarse con Lázaro, provocó que todos los bollos de pan se desperdigaran por el suelo y Lázaro se sintió tan mal que sin pensárselo dos veces le dijo al ciego lo primero que se le vino a la cabeza que era nada mas y nada menos que preguntarle si podría trabajar para el siendo su mozo ya que a Lázaro no le gustaba pescar en el río y el ciego accedió y Lázaro feliz se fue a vivir con el ciego sin que su madre lo supiese y unos cuatro días más tarde Lázaro volvió a su casa para recoger sus cosas y a despedirse de su madre ya que se iba de Salamanca con su nuevo amo, el ciego.
VII
Un día como otro cualquiera en mi vida, acompañé a mi amo, el ciego, a mendigar a la calle. Sin embargo, al volver a casa, me fijé en un perro que iba guiando a una señora ciega y que llevaba un pequeño saco, el cual presumí que tenía monedas en su interior. De repente, la señora se sentó en un banco. Entonces se me pasó una idea por la cabeza. Me acerqué al perro y me lo llevé disimuladamente, sin que la señora y el ciego se percataran, puesto que el ciego se había dormido en una esquina porque estaba demasiado cansado de haber estado pidiendo dinero todo el día. Cuando me acerqué con el perro lo recosté al lado del ciego y casi se despierta pero le hablé para tranquilizarlo y me marché sin hacer ruido, dejando al perro como si fuese yo mismo. ¡No podía dar crédito a la cantidad de monedas que tenía la bolsa del perro ¡y, lo primero que hice, fue disponerme a gastarlo todo.
VIII
Una noche Lázaro pensativo y enfadado con su amo por todas las maldades que le había hecho decidió vengarse, intercambiando el bastón del anciano ciego, por uno hecho con palos verdes y blandos que había en el bosque cercano a la casa donde vivían. Al ver que el anciano yacía en su cama roncando y durmiendo plácidamente, Lázaro se dispuso a ir al bosque, pero no antes sin pasar por la casa de un vecino para pedirle que le prestase una navaja con la excusa de que quería pelar una manzana. El vecino, como era muy generoso, fue en busca de una navaja para prestársela.
Una vez en el bosque empezó a cortar el número necesario de palos verdes para que el bastón falso tuviera la misma altura que el verdadero : ni mas alto ni mas bajo.Tenía que ser de la medida exacta pues, si no, seguramente que el ciego se daría cuenta de que aquel no era su bastón. A Lázaro tampoco se le olvidó cortar un trozo de la misma madera de la que estaba hecha el bastón para ponerla al principio y que el ciego pensara que era su bastón.
IX
Ya harto como estaba de la mala vida que me daba el ciego, me pasé día y noche pensando en alguna otra trastada que le incitara a abandonarme y así no verle más. Después de dar vueltas y vueltas se me ocurrió: el día siguiente intentaría quedarme todas las limosnas
Era por la mañana cuando el ciego y yo salíamos de casa para ir a misa. Mientras pedíamos limosna, me di cuenta de que la iglesia tenía una finca en la que había unas hierbas de las que había escuchado hablar. Decían que si las exprimías conseguías un zumo que provocaba que todo aquel que lo bebiera se quedara dormido durante horas; así que en un momento que el ciego estaba despistado me fui a coger una de estas plantas.
Ya en casa y a la hora de la comida, el ciego me ordenó que le sirviera vino, entonces aproveché para echarle el zumo mezclado con vino y así no se daría cuenta. Justo al acabar de comer el ciego se quedó dormido, así que salí a la calle a pedir limosna, y así toda la que consiguiera sería para mí solo.
X
Cuando un día Lázaro muy cansado y su amo, el ciego, llegando a Madrid escucharon una gran algarabía. Se acercaron y vieron que se trataba de una boda que se estaba celebrando en un campo a las afueras de esa ciudad. Como Lázaro estaba con mucha hambre,, pues el ciego no le había dado nada de comer tras el incidente con el cántaro de vino, le dijo al ciego que cuando los invitados se levantaran de las mesas para bailar y cantar ellos se harían pasar por invitados sentándose en la mesa que más comida hubiera sobrado y así comer y beber a su antojo. Cuando estaban comiendo se acercó la madre de la novia que los acusó de no conocerlos . Como Lázaro la había visto del lado de los familiares de la novia se lo dijo en el oído a su amo; entonces este le contestó que estaban invitados por parte del novio y continuaron disfrutando del banquete
XI
Cuando entramos en las tierras de Toledo, mi amo y yo procuramos buscar un buen lugar para pedir limosna. Nos acomodamos bajo una casa de posibles. En ella vivía una anciana rica, pero muy avariciosa, que solo ofrecía limosna en la iglesia para que el resto de la gente la viera. Cuando nos encontramos con ella y le pedimos limosna ella, muy feliz y orgullosa de hacer algo por nosotros, le ofreció a mi amo buena ropa de su hermano monje, ya fallecido. A mi amo le gustó mucho la oferta porque así podría venderlos
XII
Durante el trayecto que nos llevaría a Toledo mi amo y yo, exhaustos del largo camino y el sofoco que teníamos por el ardiente sol, decidimos parar para descansar bajo un pequeño olivar. Al lado pasaba un riachuelo con cristalinas aguas y grandes peces. Le propuse que me permitiese meterme en el río y pescar unos peces para almorzar. Pero como mi amo era muy desconfiado juzgó que yo solamente deseaba empaparme en el fresco río para reponerme del intenso calor. Entonces le planteé que se metiera él en el agua para refrescarse mientras yo pescaba.
XIII
Lázaro y su nuevo amo, el ciego, iban en busca de comida y bebida. A mitad de camino vieron a lo lejos un mercadillo. Fueron allí con la intención de comprar comida, pero cuando llegaron resultó que el ciego no era bienvenido porque no era la primera vez que robaba en ese lugar. Entonces, cuando la gente los vio acercarse, empezaron a gritarles y echaron a correr tras ellos. El ciego y Lázaro se metieron por un callejón y lograron despistarlos.
Cuando llegaron a otro pueblo cercano, el ciego le enseñó a Lázaro a robar, y como era su primera vez lo pillaron y tuvieron que volver a escapar de la gente. Esta vez no lo lograron y la gente del pueblo los retuvo durante un tiempo. Dejaron marchar al ciego, pero a Lázaro lo querían castigar por su acción, pero consiguió despistar a los pueblerinos y logró escaparse con la comida que había robado. Al poco rato de que se hubiera huido se volvió a encontrar con el ciego.
XIV
Mas también quiero que sepa Vuestra Merced lo que me aconteció un día de camino a Toledo. Estaba yo muy enfadado con mi amo por todas las adversidades por las que me había hecho pasar y solo pensaba en vengarme de él sin que se diese cuenta. Pues bien, pasamos por un lugar donde había muchos arbustos y árboles con frutos silvestres. Yo bien sabía que el fruto del acebo era venenoso; no mataba pero producía unos efectos secundarios no muy graves pero sí molestos. Se me ocurrió ofrecérselos como una variedad silvestre de arándanos. Él se alegró mucho y aceptó.
XV
Vuestra Merced: quiero que sepa que mi amo, el ciego sabe hacer de todo. Reza tanto para él solo como para el resto. Dice saber medicina (daba remedios para cualquier al o enfermedad) y toda mujer embarazada recurría a él para saber si tendría niño o niña. Todas las mujeres lo creían y era más rico que todos los ciegos juntos.
Mi amo y yo solíamos salir todas las mañanas al campo para llevarnos comida a casa, siempre haciendo el mismo recorrido, viendo a las mismas personas trabajar sus cosechas, de modo que conocíamos sus horarios.
XVI
Era un día caluroso en el que el Lázaro pretendía conocer a una dama . Para ello lograr hizo al ciego y a la vez su amo beber y beber vino sin parar para que una borrachera le impidiese pensar. El ciego, muy astuto, supo que algo pasaba ya que el Lázaro normalmente no le daba más vino sino que él bebía lo sobrante. Entonces comenzó desde la mañana a encomendarle tareas al pobre Lázaro para tenerlo ocupado
XVII
Después de que Lázaro le tendiese una trampa al ciego, este logró escaparse dejando atrás al ciego tumbado medio muerto en el suelo debido al fuerte golpe que se había dado contra un pilar.
Lázaro corrió lo más rápido posible. El ciego días después se despertó en una cama con la cabeza vendada y gracias al golpe recuperó la vista del ojo derecho. Enfadado y lleno de venganza decidió ir en busca de Lázaro para darle su merecido. Día tras día fue preguntando por las casas, pero nadie lo había visto hasta que llegó a una iglesia donde preguntó por él. Allí le respondió un clérigo que le había acogido en su casa durante varios días, pero que le robaba la comida de su baúl y culpaba a una serpiente. Un día la llave que tenía escondida en la boca hizo un sonidito muy extraño, el clérigo se asustó pensando que era una serpiente y casi mata al Lazarillo del golpe que le dio. El clérigo le dijo al ciego por dónde se había ido y le pidió si podía vengarse de él. El ciego fue siguiendo las instrucciones del clérigo, pero se perdió y tardo 6 días en encontrar al siguiente amo.
XVIII
El ciego y yo llegamos a Toledo, cerca de un pueblo llamado Almorox. Mi amo y yo andábamos por las calles del pueblo, cuando un pueblerino se nos acercó, al parecer el ciego y el pueblerino se conocían. Estuvimos hablando un rato. Luego se despidieron y nosotros seguimos nuestro camino. Llegamos a una zona donde las calles estaban llena de baches con agua sucia. Los primeros baches los esquivamos, pasamos cerca de una taberna, y me quedé encandilado por el rico olor que procedía del lugar.
XIX
Tras la mala suerte que tuve con este amo, decidí irme a lavarme a un lado que estaba cerca. Cuando estaba a punto tirarme al lago, vi a un pescador con un recipiente lleno de ricos peces. Pensé que era buena idea preguntarle al pescador si quería ser mi amo. Me acerqué a él , le pregunté y él aceptó. Quedé muy contento por aquella noticia ya que el pescador tenía ropa limpia y mucha comida. De hecho, cuando llegue a su domicilio, vi que el señor vivía en una casa gigante, con vidrieras y unas puertas inmensas.
Yo estaba encantado con mi nuevo amo porque no tenía problemas para comer y además tenía amigos porque aquel señor tenía varios criados.
La primera noche que pase en esa casa, mientras estaba intentando dormir, escuché unos ruidos muy extraños que salían del cuarto de mi amo, pero decidí ignorarlos y ponerme a dormir. La segunda noche volví a escuchar los ruidos y miré a mi alrededor y no encontré a mi compañero Federic. La siguiente noche volví a escuchar los mismos ruidos y volví a mirar a mi alrededor y no estaba mi compañero Domingo,. Decidí ir a ver lo que est
XX
Un día Lázaro se encontraba haciendo trastaas en la plaza del pueblo, cuando, de repente, apareció su amo, que por aquellos tiempos era el ciego. Este le dijo. “¿Serás cazurro, niño? ¿Tú qué quieres? ¿Que nos destierren de este apacible y hermoso pueblo?”.
Lázaro le contestó “¿Me vais a volver a dejar sin comer otro día?”El amo, enfadado, le dijo. “ No. Pero te voy a llevar a trabajar a un campo”.