La metáfora de la niña recién nacida y abandonada que es recogida y cuidada por Dios se aplica a Jerusalén y significa, por un lado, el cuidado de Dios por su pueblo y, por otro, la fidelidad del pueblo (Israel-Jerusalén), pues se muestra cómo, al crecer la niña y hacerse una mujer, fue fiel al Señor desde el principio hasta el final, igual que lo fue el pueblo
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