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Miguel de Unamuno (1864-1936) Unamuno proyecta en sus novelas (y en toda su obra) su conflictivo pensamiento . Son características la escasa y la escasez de referencias concretas de espacio y tiempo, porque lo que importa es la realidad interior de los personajes, sus conflictos , expresados mediante abundantes diálogos cargados de ideas y de monólogos interiores. Tiende a desdibujar los límites entre realidad y ficción. Comienza su producción novelística con (1897, intrahistoria sobre la última guerra carlista). (1902) es ya una novela de ideas, en la que satiriza los excesos de una educación demasiado racionalista. Da el paso a la nivola con (1914), donde autor y personaje disputan por su ser y su existencia, en una analogía de la relación entre Dios y el hombre. Siguen (1917, sobre el cainismo), (1921, sobre la maternidad frustrada) y culmina con (1931), su mejor novela.
Se define a sí mismo como un hombre de “” y por ello sus obras encierran constantes : su “nivola”, San Manuel Bueno, mártir plantea la historia de un sacerdote que hace creer a sus feligreses, sin tener él mismo fe, donde expone el conflicto entre verdad trágica («La razón» que nos hace consciente de nuestra muerte) y felicidad ilusoria («la fe» que nos consuela), optando por esta.