La narrativa española en las primeras decadas del siglo XX

¿Qué autores del realismo siguen escribiendo a comienzos del siglo XX?

Vicente Blasco Ibáñez es escritor de obras como

El escritor extremeño, [blank_start]Felipe Trigo[blank_end], es incluido en lo que se conoce como "novela erótica" y su obra más famosa es [blank_start]Jarrapellejos[blank_end].

La narrativa de principios de siglo XX pertenece a un grupo conocido como [blank_start]generación del 98[blank_end].

El nombre de este grupo o generación se debe al acontecimiento histórico conocido como [blank_start]Desastre del 98[blank_end].

Las características generales de la novela de principio de siglo son:

Miguel de Unamuno (1864-1936) Unamuno proyecta en sus novelas (y en toda su obra) su conflictivo pensamiento [blank_start]existencial[blank_end]. Son características la escasa [blank_start]acción[blank_end] y la escasez de referencias concretas de espacio y tiempo, porque lo que importa es la realidad interior de los personajes, sus conflictos [blank_start]íntimos[blank_end], expresados mediante abundantes diálogos cargados de ideas y de monólogos interiores. Tiende a desdibujar los límites entre realidad y ficción. Comienza su producción novelística con [blank_start]Paz en la guerra[blank_end] (1897, intrahistoria sobre la última guerra carlista). [blank_start]Amor y pedagogía[blank_end] (1902) es ya una novela de ideas, en la que satiriza los excesos de una educación demasiado racionalista. Da el paso a la nivola con [blank_start]Niebla[blank_end] (1914), donde autor y personaje disputan por su ser y su existencia, en una analogía de la relación entre Dios y el hombre. Siguen [blank_start]Abel Sánchez[blank_end] (1917, sobre el cainismo), [blank_start]La tía Tula[blank_end] (1921, sobre la maternidad frustrada) y culmina con [blank_start]San Manuel Bueno, mártir[blank_end] (1931), su mejor novela. Se define a sí mismo como un hombre de “[blank_start]contradicción y pelea[blank_end]” y por ello sus obras encierran constantes [blank_start]paradojas[blank_end]: su “nivola”, San Manuel Bueno, mártir plantea la historia de un sacerdote que hace creer a sus feligreses, sin tener él mismo fe, donde expone el conflicto entre verdad trágica («La razón» que nos hace consciente de nuestra muerte) y felicidad ilusoria («la fe» que nos consuela), optando por esta.

[blank_start]Pío[blank_end] Baroja ([blank_start]1872[blank_end]-1956) Vierte en sus novelas su pesimismo ─influido por [blank_start]Schopenhauer[blank_end]— y su visión negativa del hombre y de una sociedad donde solo sobreviven los más fuertes. Destacarnos los rasgos característicos de su novelística: Concibe la novela como una sucesión de [blank_start]escenas[blank_end] o cuadros sueltos, episodios unidos por un protagonista, donde se acumulan ambientes, situaciones y personajes muy variados. La novela, como la vida, progresa en apariencia sin [blank_start]argumento[blank_end] definido ni estructura fijada. Los espacios son muy diversos: su [blank_start]País Vasco[blank_end] natal y [blank_start]Madrid[blank_end], pero también pueblos castellanos, levantinos... Se sirve de personajes [blank_start]degradados[blank_end] y situaciones sociales sórdidas (así, en la trilogía [blank_start]La lucha por la vida[blank_end]). Baroja introduce a menudo vivencias autobiográficas. Narra con frases [blank_start]cortas[blank_end], párrafos más bien breves. Sus protagonistas suelen ser de dos tipos: hombres de [blank_start]acción[blank_end] como en [blank_start]Zalacaín el aventurero[blank_end] o el protagonista de Las Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (hombres de voluntad nietzscheana que pueden terminar fracasando); y hombres contemplativos, intelectuales [blank_start]pesimistas[blank_end] y abúlicos que se preguntan por el sentido de una existencia que les abruma, como el Andrés [blank_start]Hurtado[blank_end] de [blank_start]El árbol de la ciencia[blank_end] (trasunto del [blank_start]autor[blank_end]). Unos y otros rechazan la vida burguesa. Él mismo distinguió dos etapas en su extensa obra: Destacamos su primera etapa (1900-1912) formada por [blank_start]trilogías[blank_end]: La lucha por la vida ([blank_start]La busca[blank_end]; Mala Hierba; Aurora roja); La [blank_start]tierra vasca[blank_end] (La casa de Aizgorri; El mayorazgo de Labraz; [blank_start]Zalacaín el aventurero[blank_end]). La [blank_start]raza[blank_end] (La dama errante; La ciudad de la niebla; [blank_start]El árbol de la ciencia[blank_end]); El mar (Las inquietudes de Shanti Andía; El laberinto de las sirenas; Los pilotos de altura)

José [blank_start]Martínez[blank_end] Ruiz "[blank_start]Azorín[blank_end]" (1873-1967) Sus novelas apenas tienen [blank_start]acción[blank_end], en favor del discurso reflexivo (también se las ha llamado "novelas poemáticas). Incluso los temas son los mismos: la melancolía por el [blank_start]paso del tiempo[blank_end] y la búsqueda de algo permanente en la fugacidad de ese tiempo. Su estilo es preciso, con frases concisas, de gran riqueza léxica, muy [blank_start]impresionista[blank_end] y atento al detalle. Sus novelas con más repercusión fueron las primeras: [blank_start]La voluntad[blank_end] (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones [blank_start]de un pequeño filósofo[blank_end] (1904). Son [blank_start]estampas[blank_end] fragmentarias, con escasa acción, basadas en las sensaciones y reflexiones del protagonista (Azorín, personaje muy [blank_start]autobiográfico[blank_end], del que toma su [blank_start]seudónimo[blank_end]).

Ramón María del Valle-Inclán escribe una novela de dictador llamada Femeninas.

El autor de la generación del 98 que escribe narrativa modernista en obras como las Sonatas es Valle-Inclán.

Características propias de la novela del novecentismo o generación del 14:

Selecciona los autores de la generación del 14 o novecentismo

El obispo leproso es obra de [blank_start]Gabriel Miró[blank_end].