Los drivers son programas especiales que permiten al sistema operativo comunicar con las partes del ordenador, que “conducen” los mensajes hasta su destino. Son mensajeros sin los cuales Windows no sabría hacer casi nada. Tu impresora, por ejemplo, se encarga de poner sobre el papel todo lo que ves en la pantalla de Word o Firefox, pero Windows no sabe nada acerca de cuánta tinta hay que usar ni dónde hay que ponerla. Al ordenar la impresión, es el driver quien toma nota y le habla a la impresora.
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No todos los dispositivos necesitan la instalación de drivers. Los que son esenciales para el funcionamiento de un PC vienen incluidos de fábrica; es el caso de procesadores, discos y memorias. Cuando el dispositivo tiene una parte esencial y otra no, el soporte incluido por el sistema es básico; por ejemplo, cuando no hay controladores, las tarjetas gráficas muestran las ventanas, pero no los efectos especiales. Es como si el driver tuviera únicamente un diccionario básico a disposición.
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¿Quién crea y actualiza los drivers?
Cuando un fabricante lanza un nuevo dispositivo al mercado, se encarga también de crear y distribuir los controladores para los principales sistemas operativos. Si no lo hace, o si lo hace mal, el dispositivo no funcionará correctamente y obtendrá una publicidad negativa que, como eso obvio, no ayuda las ventas. Es por ello que, mientras dura el ciclo de vida de un producto y se le dé soporte, el fabricante lanza nuevas versiones de sus drivers. Cuando el producto se deja de vender, los drivers oficiales dejan de actualizarse.
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¿Qué es mejor un driver oficial o no oficial?
Ante la duda, es mejor usar drivers oficiales y que han pasado los controles de calidad del fabricante y del sistema operativo. Ahora bien, cuando no hay controladores actualizados para tus dispositivos o cuando los que hay no son satisfactorios, llamar a la puerta de los drivers de código abierto o modificados es una opción a tener en cuenta.
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¿Por qué los drivers son tan problemáticos?
Debido a lo delicado que es su trabajo, es muy fácil que los drivers cometan errores, sobre todo si se han programado deprisa y corriendo. Su trabajo se efectúa a un nivel tan básico que el error más nimio puede desestabilizar el PC. Por ejemplo, si el sistema pide al driver de la tarjeta gráfica que cambie el tamaño de la pantalla y el driver dice algo erróneo a la tarjeta, aparecerá un error crítico, un pantallazo azul. Es como quitarle a alguien el suelo de los pies: el resultado es una caída dolorosa e inevitable.