Retorica y verdad de la utopía.
El humanismo renacentista fue un gran intento por rehabilitar el saber de las letras clásicas en el contexto de la cristiandad occidental, que hubo de legitimarse –por lo tanto– frente a una escolástica todavía gravitante como ante otras formas de saber discursivo, como el derecho y una incipiente historia.
El texto utópico se halla en su origen larvado por esta doble función, tanto más cuanto se trata de un género nuevo que, no obstante poseer antecedentes más o menos prestigiados, debe ser capaz de responder con más fuerza a la pregunta por su legitimidad.
Según se ha establecido, Moro escribe su Utopía como un complemento o continuación del Elogio erasmiano, de modo que ambos textos habrían de E. Bloch 38 Atenea 491 I Sem. 2005 formar un díptico cuyo postulado básico es la crítica de la cultura como imperio de la insensatez que no deja lugar para la sabiduría. El no-lugar donde se instala el reino de utopía es esta ausencia de la sabiduría en el reino de la realidad (Hugues 1999:15 ss.).
Desde la antigua Retórica, la enargeia es concebida como la capacidad para crear una presencia vívida a través del lenguaje. Esta presencia se define esencialmente como la visualización que se puede obtener por una descripción exhaustiva y emotiva que produzca una modificación relevante en la imaginación del interlocutor, hasta el punto en que éste pueda representarse el objeto como si lo estuviese percibiendo directamente.
Encontramos insistentemente en los debates sobre temas estéticos y retóricos, durante el Renacimiento, la alusión a los conceptos de enargeia, ekphrasis e hipotiposis, o sus equivalentes latinos, para señalar esta virtud del lenguaje de llevar hacia la representación que está la base de todo conocimiento. Los humanistas descubren en ellos el paradigma de su empresa didáctica, en la medida en que ella se concibe como un sacar a la humanidad de las tinieblas de la ignorancia a la luz de la sabiduría gracias al poder del lenguaje (Plett 1975).
Desde la antigua Retórica, la enargeia es concebida como la capacidad para crear una presencia vívida a través del lenguaje. Esta presencia se define esencialmente como la visualización que se puede obtener por una descripción exhaustiva y emotiva que produzca una modificación relevante en la imaginación del interlocutor, hasta el punto en que éste pueda representarse el objeto como si lo estuviese percibiendo directamente