Viene del griego, significando misterioso, secreto y especialmente secreto religioso. Es la experiencia de Dios como lugar fundante. Popularmente, el místico ha sido visto como una persona “rara”. La experiencia mística es una experiencia para pocos, directamente con Dios (visiones), difícil de alcanzar. En el siglo XVI, San Juan de la Cruz entiende la teología mística como una sabiduría secreta, infundida en el alma por el Espíritu, a oscuras del entendimiento y de las otras potencias naturales (II Noche 17,2).