Acción del Espíritu Santo

«Puesto que la voluntad de Dios es nuestra santificación (cf. 1 Tes 4,3), para alcanzar la santidad resulta necesario y suficiente que cumplamos esa voluntad tal como se nos manifiesta. En este sentido, el principio práctico básico de la vida espiritual personal consiste en la docilidad a las inspiraciones del Espíritu santo, que es preciso aprender a distinguir de las causadas por otros factores». (p. 426)

Acción del Espíritu Santo

Acción del Espíritu Santo

«A las solicitudes del Espíritu santo, el hombre tiene que responder personalmente. […] Esta respuesta se desarrolla en dos direcciones, que corresponden a la doble dimensión del ser humano. La primera es la dimensión activa: el hombre tiene que mirar por la transformación tanto de su propio ser con la actividad ética, como del mundo que le rodea con la acción externa. […] Además, la persona tiene que corresponder interiormente a la iniciativa divina: éste es el campo propio de la oración en todas sus formas». (p. 451)

Acción del Espíritu Santo

«El Espíritu santo nos enseña ante todo a reconocer la naturaleza profunda de las necesidades expresadas por nuestra oración: tenemos hambre y sed de la justicia de Dios, deseamos su Reino. Pero nuestro deseo sería ciego sin la asistencia del Espíritu». (p. 489)

Acción del Espíritu Santo

«En la práctica el punto esencial es conocer en cada momento cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida. Si es la oración, oremos, ya que al obrar así nos santificamos, penetramos más hondamente en el misterio de Cristo y nos preparamos para una vida apostólica más auténtica; si es la acción, entreguémonos al apostolado con libertad y generosidad, sabiendo que la unidad interior viene dada por la vida teologal y se basa en la convergencia objetiva de la contemplación y la acción, realizadas ambas bajo la guía del Espíritu santo». (p. 518)