A la parroquia de Buenos Aires, que pertenece al cantón Urcuquí de Imbabura, han llegado aproximadamente 7.000 personas en busca de oro. La minería ilegal ha causado problemas sociales, ambientales y de inseguridad en el norte de Ecuador. La prostitución y la llegada de personas vulnerables a trabajar en la zona, desde niños hasta personas con discapacidad, la convierten en uno de los lugares más peligrosos de la provincia. En el 2018 hubo ocho sentencias por minería ilegal
Buenos Aires preocupa a expertos y autoridades. Esa parroquia de la provincia de Imbabura, en el norte ecuatoriano, se ha convertido en un centro de operaciones ilegales mineras. Hay extracción, almacenamiento, transporte y comercialización de esos recursos. Recientes operativos dan cuenta de la magnitud del problema y un documental que está a semanas de publicarse expondrá el drama humano que se vive en la zona. A eso se suman los daños ambientales que ha causado la minería ilegal descontrolada: se estima que han llegado 7.000 personas a trabajar en esa actividad.
La ‘fiebre del oro’ que ha causado Buenos Aires empezó aproximadamente hace un año y cuatro meses. La facilidad con la que se extrae el oro de esa región es uno de los motivos para que una avalancha de personas llegara a la zona.
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Desde hace unos meses se ha identificado la presencia de grupos armados ilegales en el sector de Buenos Aires, Parroquia La Merced, Cantón Urcuquí en el norte de Imbabura. Estos ejercen control territorial en las minas de oro de esta localidad, los grupos están conformados por colombianos y ecuatorianos
Se presume que hay dos hombres que imparten temor en la zona alias “Perico” y “Javier”. Es sabido que luego de que bandas delincuenciales obtienen posicionamiento y control territorial en una localidad, posteriormente el cobro de extorsión o lo que ellos denominan “cobro por seguridad” se hace efectivo.
El grupo armado al mando de alias “Perico” realiza la extorsión a los dueños de las poleas, el cobro fluctúa entre 4 y 5 USD por cada bulto con piedra aurífera que pasa de un lado de la montaña al otro a través del cableado. Por su parte alias “Javier” se cree que hacía parte del grupo de “Perico” pero se dividieron para repartir el dinero ganado con el cobro de las extorsiones.
Los pobladores de la zona han relatado que quienes han hecho oposición o resistencia al cobro de la supuesta “seguridad” han sido asesinados por estos grupos.
La precariedad se instaló en esa parroquia y en sus alrededores. Improvisadas viviendas cubiertas solo con plástico, senderos llenos de lodo y piedra es el paisaje que domina la montaña y las laderas. Las autoridades ya tienen el diagnóstico de la situación; la minería ilegal está prohibida y los mineros quieren una solución porque se sienten desprotegidos. Una nueva “fiebre del oro”, como la de Nambija, es imposible de sostener