El deterioro auditivo consiste en una incapacidad para la audición cuya gravedad puede oscilar entre leve y profunda. Como en el caso del deterioro visual , comprende dos grupos: el de los sordos cuya incapacidad no les permite procesar satisfactoriamente la información lingüística y la relacionada con los sonidos ambientales (aunque utilicen prótesis auditiva) y el de las personas con problemas auditivos o hipoacúsicos, que gracias al uso de un aparato de sordera y por poseer suficiente audición residual, pueden procesar la información que reciben.
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Uno de los problemas que comúnmente se presenta en relación con este tipo de trastorno es el retraso en su detección. Al respecto, las observaciones del maestro son muy valiosas. La conducta de esos escolares que se muestran inestables, desatentos, que no siguen de forma continuada las actividades de la clase, que no terminan sus trabajos o que presentan un notorio retraso en el lenguaje, puede tener su origen en su déficit auditivo que les exige un mayor esfuerzo para comprender lo que se habla en el aula.
Los niños con deterioro auditivo requieren de actividades que favorezcan su desarrollo conceptual, tales como las comparaciones de tamaños, formas y colores de objetos, cuya utilidad consiste en aumentar sus probabilidades de tener experiencias variadas y novedosas que permitan el desarrollo del pensamiento divergente y la evaluación, áreas de la inteligencia que se ven más afectadas por esos trastornos.
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Otro aspecto a considerar es el hecho de que estos niños no pueden comunicar con facilidad sus sentimientos de aislamiento, rechazo y frustración; por eso se debe aumentar el contacto de los demás para ayudar a que forjen relaciones sociales interpersonales sanas, donde se establezca una adecuada comunicación, pues en gran medida sus logros particulares y sociales dependen de que las demás personas, como individuos y sociedad, acepten sus diferencias.