El Benchmarking
Para abordar el banchmarking es importante aclarar algunos aspectos:
El “benchmark” hace referencia al parámetro frente al que se va a medir la empresa, un nivel de logro o excelencia que se atribuye por referencias comparativas y de medición, y los “benchmarks” no designan niveles sino “indicadores asociados a las prácticas o procesos que se pretenden emular” (Badia y Bellido, 1999).
El benchmarking sólo estudia los aspectos recogidos en la métrica, y la naturaleza de los resultados de la evaluación comparativa depende de ella.
La métrica es seleccionada en función de lo que se entienda por mejor práctica, excelencia o factores relevantes para la competitividad.
El concepto de mejor práctica es un término relativo y dinámico, depende del contexto en el que se aplique (Cox y Thompson, 1998; Suárez et al., 1996). Se debe estudiar la relevancia de la “práctica” para el negocio de la empresa, su similitud y sus posibilidades de implementación real y su viabilidad económica. Por mejor práctica se entiende “procesos que se consideran superiores respecto a los demás de su misma clase en cuanto a calidad, coste, flexibilidad, servicio, plazo, etc.” (Badia y Bellido, 1999) al margen del sector al que pertenezcan; lo importante es que guarden similitudes, posean elementos comunes o sean adaptables por la empresa que lleva a cabo el benchmarking.
El “benchmark” es establecido por el mejor nivel “conocido” y, “benchmarking es la actividad de comparar los propios procesos, las prácticas, los productos o servicios contra la mejor actividad similar que se conozca” (Balm, 1992).
Para iniciar la evaluación comparativa de un ejercicio de benchmarking, es necesario contar con dos requisitos: el patrón de referencia o benchmark, y el medio o sistema para medir objetivos, actividades y resultados, así como su evolución.