El urbanismo que acompaña a las sociedades modernas también ha propiciado el arrastre y transporte de ingentes volúmenes de materiales,
que luego han sido distribuidos en otros lugares. Cuando nos acercamos
en barco a muchas zonas altamente urbanizadas, no es infrecuente que lo
primero que divisemos en el horizonte sean inmensos rascacielos (el vocablo ya nos indica un cambio del relieve) y no las montañas que muchas veces descansan detrás de tales aglomeraciones. La morfología real del terreno queda pues profundamente alterada.