La civilización teotihuacana es una de las más importantes del periodo clásico. Tuvo su desarrollo en el Valle de México, entre 100 a.C. y 650 d.C. Su nombre proviene del náhuatl, y significa “lugar donde nacieron los dioses” de acuerdo al apelativo de los mexicas.
Teotihuacán fue un gran centro ceremonial y ciudad producto de una gran planificación. En su etapa de mayor esplendor el centro de la ciudad albergaba al menos de 25.000 personas, e incluyendo las suburbias unas 150.000-200.000 personas. Se trata del mayor asentamiento humano en toda la historia de Mesoamérica y uno de los más grandes del mundo.
A diferencia de otros sitios, Teotihuacán era una ciudad con mercados, barrios de artesanos y comerciantes provenientes de distintos lugares de México. Los arqueólogos e historiadores consideran que el éxito de la ciudad se debe en gran parte al control ejercido por los teotihuacanos sobre las minas de obsidiana en la actual región de Pachuca. Con este vidrio volcánico se fabricaban lanzas y puntas. Teotihuacán vendía sus artesanías y obsidiana en el actual sudoeste de los Estados Unidos hasta Centroamérica. A cambio, obtenían cacao, caucho, pieles de jaguar y de caimán, conchas marinas y plumas exóticas.
Teotihuacán fue la civilización más poderosa de Mesoamérica. Ninguna otra ciudad-estado igualó su tamaño y ninguna ejerció un poder e influencias comparables. De la civilización teotihuacana muchas culturas heredaron su diseño urbanístico, su estilo arquitectónico, sus artesanías, sus textiles, sus dioses –Tláloc, Quetzalcóatl, Huehuetéotl, Mictlantecuhtli, etc.- y sus conocimientos astronómicos.
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