Hemos venido a tratar de un negocio —dijo Stamford,
sentándose en un elevado taburete de tres patas, y
empujando otro hacia mí con el pie—. Este amigo mío
anda buscando donde meterse; y como usted se
quejaba de no encontrar quien quisiera alquilar
habitaciones a medias con usted, se me ocurrió que
lo mejor que podía hacer era ponerlos en contacto a
los dos. A Sherlock Holmes pareció complacerle la
idea de compartir sus habitaciones conmigo
—A propósito —pregunté de pronto, deteniéndome y volviéndome a mirar a Stamfórd—.
¿Cómo diablos supo que yo había venido del Afganistán? Mi acompañante se sonrió con
enigmática sonrisa y dijo: —Ahí tiene usted precisamente el detalle singular suyo. Son
muchísimas las personas que se han preguntado cómo se las arregla para descubrir las cosas
Apuesto a que él averiguará más acerca de
usted que usted acerca de él. Adiós. —Adiós
— le contesté. Y seguí caminando sin prisa
hacia mi hotel, muy interesado en el
hombre al que acababa de conocer
Nos vimos al día siguiente e
inspeccionamos las habitaciones del
número 221 B de la calle Baker
Al atardecer de aquel mismo
día trasladé todas mis cosas
desde el hotel, y a la mañana
siguiente se me presentó allí
Sherlock Holmes con varios
cajones y maletas
Desde luego no era difícil
convivir con Holmes. Resultó
hombre de maneras apacibles y
de costumbres regulares
Mi interés por él y mi curiosidad por conocer cuáles eran las
finalidades de su vida fueron haciéndose mayores y más profundas a
medida que transcurrían las semanas.
Su estatura sobrepasaba los seis pies, y era tan extraordinariamente enjuto que producía la impresión
de ser aún más alto. Tenía la mirada aguda y penetrante, fuera de los intervalos de sopor a que antes me
he referido; y su nariz, fina y aguileña, daba al conjunto de sus facciones un aire de viveza y de
resolución. También su barbilla delataba al hombre de voluntad, por lo prominente y cuadrada. Aunque
sus manos tenían siempre borrones de tinta y manchas de productos químicos, estaban dotadas de una
delicadeza de tacto extraordinaria, según pude observar con frecuencia viéndole manipular sus frágiles
instrumentos de Física
Tan notable como lo que
sabía era lo que ignoraba.
Yo creo que,
originariamente, el
cerebro de una
persona es como un
pequeño ático vacío
en el que hay que
meter el mobiliario
que uno prefiera
Fui detallando mentalmente todos
aquellos temas en los que me había
demostrado estar extraordinariamente
bien informado. Llegué incluso a
empuñar un lápiz para proceder a
ponerlos por escrito; cuando tuve listo
el documento, no pude menos de
sonreírme. He aquí el resultado
Sherlock Holmes. Área de sus conocimientos: 1. Literatura: Cero. 2. Filosofía: Cero. 3. Astronomía: Cero. 4. Política:
Ligeros. 5. Botánica: Desiguales. Al corriente sobre la belladona, opio y venenos en general. Ignora todo lo referente
al cultivo práctico. 6. Geología: Conocimientos prácticos, pero limitados. Distingue de un golpe de vista la clase de
tierras. Después de sus paseos me ha mostrado las salpicaduras que había en sus pantalones, indicándome, por su
color y consistencia, en qué parte de Londres le habían saltado.7. Química: Exactos, pero no sistemáticos. 8.
Anatomía: Profundos. 9. Literatura sensacionalista: Inmensos. Parece conocer con todo detalle todos los crímenes
perpetrados en un siglo. 10. Toca el violín. 11. Experto boxeador y esgrimista de palo y espada. 12. Posee
conocimientos prácticos de las leyes de Inglaterra.
Llevaba ya inscrito en mi lista todo eso
cuando la tiré, desesperado, al fuego,
diciéndome a mí mismo: «Si el
coordinar todos estos conocimientos y
descubrir una profesión en la que se
requieren todos ellos resulta el único
modo de dar con la finalidad que este
hombre busca, puedo desde ahora
renunciar a mi propósito.»
Para el señor Sherlock Holmes —dijo, entrando en la habitación y
entregando la carta a mi amigo
Mi querido Sherlock Holmes Esta noche, a las tres, ha ocurrido un
asunto malo en los Jardines Lauriston, situados a un lado de la
carretera de Brixton.He dejado todas las cosas en statu quo hasta
recibir noticias suyas. Si le es imposible venir, yo le proporcionaré
detalles más completos y apreciaré como una gran gentileza de
su parte el que me favorezca con su opinión. »Suyo atentamente,
Tobías Gregson
mi atención se centró en la figura abandonada, torva, inmóvil, que yacía tendida sobre el entarimado y
que tenía clavados sus ojos inexpresivos y ciegos en el techo descolorido. Era la figura de un hombre de
unos cuarenta y tres o cuarenta y cuatro años, de estatura mediana, ancho de hombros, de pelo negro
ondulado y brillante y barba corta y áspera. Vestía levita y chaleco de grueso popelín de lana,
pantalones de colorlaro y cuello de camisa y puños inmaculados. Un sombrero de copa, bien cepillado y
alisado, velase en el suelo, junto al cadáver.
Sherlock Holmes se acercó al cadáver, se arrodilló y lo
examinó con gran atención
Pues entonces esta sangre es la de
otro individuo, quizás el asesino, si se
ha cometido, en efecto, un asesinato
Nada se averigua con quedarse mirando el anillo. ¿Qué es lo que
hallaron en los bolsillos del muerto?
De parte a parte de esta superficie desnuda, alguien
había garrapateado, en letras rojas escritas con
sangre, una sola palabra: Rache.
¿Qué alcance tiene? Pues éste: que quien la escribió iba a poner el nombre
femenino Rachel, pero algo ocurrió antes que él, o ella, tuviera tiempo de
terminar la palabra.
Al mismo tiempo que hablaba sacó de su bolsillo una cinta de medir y un gran cristal
redondo de aumento.
Aquí se ha cometido un asesinato, y el asesino fue un
hombre.
Lo envenenaron —contestó Sherlock
Holmes,
No vaya usted a detenerme por el
asesinato
Sherlock Holmes me condujo a la oficina de telégrafos más próxima y desde ella envió un
largo telegrama
No hay nada como los datos obtenidos de primera mano —me hizo notar—. A decir verdad, yo tengo
formada opinión completa sobre el caso; a pesar de ello, no está mal que sepamos todo lo que puede
saberse
Holmes sacó del bolsillo medio soberano, y se puso a juguetear con la moneda como si
estuviera meditando, y dijo: —Pensamos que nos agradaría escucharlo todo de boca de
usted. —Tendré muchísimo gusto en contarles todo cuanto pueda —respondió el guardia
sin apartar los ojos del pequeño disco de oro. —Bien; cuéntenoslo todo a su manera y tal
como ocurrió.
No vaya usted a detenerme por el asesinato. Soy uno de los sabuesos y no el
lobo; el señor Gregson y el señor Lestrade responderán de ello. Prosiga
¿Cómo era ese individuo? —preguntó
Sherlock Holmes
Con ese breve recorrido y los datos que derivan de sus observaciones, hallazgos y mediciones, Holmes
determina que:
a) se ha cometido un
asesinato;
b) el asesino es un hombre;
c) sus características: alto, joven, de cara rubicunda, largas uñas y pies pequeños;
d) calza botas toscas de puntera cuadrada y fuma cigarros de
Trichinopoly;
e) ese hombre arriba a la casa deshabitada con su víctima en un coche de
alquiler
f) la muerte es producida por
envenenamiento.
coloca un aviso en un periódico como señuelo para el probable asesino y encarga a pequeños
vagabundos callejeros que encuentren a un cochero en particular.
Luego llega Gregson con su errada teoría y posteriormente Lestrade con la suya
y con la noticia fresca de la muerte de su único sospechoso, Joseph Stangerson.
Con este nuevo crimen, las coincidencias empiezan a ser significativas y
ayudan en la resolución del enigma.
"Constituye un error confundir la extrañeza con el misterio. El crimen más común es a menudo el más
misterioso, dado que no presenta rasgos novedosos o especiales que nos sirvan para hacer
deducciones. ( ... ) Esas peculiaridades, lejos de volver el caso más difícil, en realidad lo han
simplificado", declara Holmes.
la palabra escrita con sangre, los trazos que la caracterizan, la ceniza hallada en el piso, el anillo que
encuentran junto con el cadáver, las huellas a la entrada de la casa, el olor entre los labios de la
víctima, las pastillas halladas junto al segundo cuerpo, etc.) que el detective de Conan Doyle logra
descifrar el misterio.
Así, frente a los desorientados oficiales, Sherlock Holmes atrapa al criminal: Jefferson Hope.
Pero, ¿quién es este hombre? ¿Cuál es su relación con el occiso? ¿Por qué se producen las dos
muertes? ¿Están relacionadas entre sí? ¿Cómo descubre Sherlock Holmes la verdad de este
episodio tan particular?
Las muertes de un padre y una hija,
sucedidas tiempo atrás, son las
desencadenantes de estos crímenes.
El asesino, Hope, decide ser "juez,
jurado y verdugo" y castigar, de este
modo, a los culpables.