Han surgido, en varios lugares del globo, múltiples alternativas, una de las cuales comentaremos hoy:
la escuela en casa o ‘homeschooling‘. En la actualidad son admitidas legalmente en 30 países y han
alcanzado alguna divulgación en Estados Unidos, Rusia, Francia, Italia y Australia.
¿Qué es más adecuado para enseñar a comunicarnos: la escuela o la casa?
Para responder a la pregunta anterior es necesario tener en cuenta cuáles son los fines de la escuela.
A grandes rasgos, son tres las finalidades esenciales de la educación básica.
En primer lugar, fortalecer las competencias comunicativas de niños y jóvenes: que
hablen con claridad, fluidez y coherencia; que alcancen niveles de lectura y escritura
crítica; y que escuchen y dialoguen con cuidado con los otros.
En segundo lugar, garantizar que los estudiantes piensen y reflexionen de manera independiente, que argumenten
con criterio sus ideas, que comprendan los principales procesos naturales y culturales, que puedan inferir unas
ideas de otras; que piensen sobre sus pensamientos y que reelaboren sus ideas.
En tercer lugar, que se comprendan a sí mismos y a los otros, que adquieran autonomía moral y
sensible afectiva, que se sensibilicen ante los problemas de los otros y que los tengan presentes
en sus proyectos. Que descubran sus talentos y que elaboren su primer proyecto de vida.
La insatisfacción de la sociedad con la escuela es muy amplia y la capacidad de esta para reflexionar y transformarse ha
sido en extremo lenta, lo cual ha alentado a más familias a buscar alternativas, como la escuela en casa o el proceso
mediante el cual la educación se realiza por fuera de los colegios y la dirección pasa a los padres, madres y posiblemente
algún tutor adicional. En algunas ocasiones se alcanzan a juntar hijos de un pequeño grupo de amigos. ¿Es mejor la
educación en casa que la que realizan los colegios?
La sociedad necesita de padres que dialoguen más con sus hijos, que les ayuden a encontrar sus
fortalezas y sus debilidades, que les formen el autoconcepto y la seguridad y que les enseñen a
convivir con niños de diferentes contextos y edades.
Para resolver estos problemas es insustituible el papel de una buena madre y un buen padre. No se
trata de que los docentes vivamos resolviendo los problemas que generan los padres en la formación
de sus hijos o que los padres sustituyan a los docentes. Se trata de que aunemos esfuerzos para
construir un mundo más seguro, más tolerante, más respetuoso de las diferencias y menos violento en
el que todos podamos vivir un poco más tranquilos, felices y en comunidad.