Así como se sacrificaban animales por los
pecados del ser humano, se sacrificó Cristo
para cubrir la deuda que se tenía con Dios.
Cristo vino a cumplir con la antigua promesa. Sana a
las personas y les perdona sus pecados. Toma poder
sobre la maldad y la muerte; y, algún día regresará
para destruir a la maldad para siempre.
Cristo es el hijo del Padre, este lo
mandó para redimir los pecados y es,
quien instituyó varios rituales que se
mantienen hasta la fecha.
El ser humano puede recibir la vida eterna si le son perdonados
sus pecados, ahora, los pecados pueden ser perdonados gracias a
Cristo, si este nos presta satisfacción infinita a nuestros pecados.
La maldad debe ser eliminada. Pero, Dios lo quiere
lograr sin eliminar al ser humano; por ello, en el
antiguo testamento se sacrificaban animales y luego
se sacrificó Cristo, ambos para saldar nuestra deuda
con Dios.
La promesa de Dios a Adán y Eva de
destruir la maldad desde su fuente. Luego
pasa a Abraham, Judá y al rey David. Dios
cumple su promesa con Cristo.
La voluntad del Padre es la muerte de
Cristo para redención de nuestros pecados.
Cristo antes de morir instituye rituales
llevados a cabo hasta la fecha.
Los pecados son ofensas a Dios, las ofensas
poseen un valor infinito negativo, mientras que,
cada buena acción posee un valor finito. Es por
ello que se necesita a Cristo para prestarnos
satisfacción infinita a nuestros pecados.
Cristo puede redimirnos de nuestros
pecados, él tiene el poder sobre la
maldad y la muerte; puede perdonarnos
y brindarnos la vida eterna.