El análisis crítico del discurso es un tipo de
investigación analítica sobre el discurso que
estudia primariamente el modo en que el abuso
del poder social, el dominio y la desigualdad son
practicados, reproducidos, y ocasionalmente
combatidos, por los textos y el habla en el
contexto social y político.
Ciertos principios del análisis crítico del
discurso pueden rastrearse ya en la teoría
crítica de la Escuela de Frankfurt desde antes
de la segunda guerra mundial
Al igual que sucede en esas disciplinas vecinas,
el ACD puede entenderse como una reacción
contra los paradigmas formales (a menudo
«asociales» o «acr ticos») dominantes en los
años sesenta y setenta.
El ACD no es tanto una dirección, escuela o es-
pecialidad similar a las numerosas
«aproximaciones» restantes en los estudios del
discurso como un intento de ofrecer una
«manera» o «perspectiva» distintas de
teorización, análisis y aplicación a través de
dicho entero campo de investigación.
Cabe encontrar una perspectiva más o
menos crítica en áreas tan diversas como la
pragmática, el análisis de la conversación, el
análisis narrativo, la retórica, la estilística, la
sociolingüística interaccional, la etnografía o
el análisis de los media, entre otras.
Los analistas del
discurso y la sociedad
Pro- longando una tradición que rechaza la
posibilidad de una ciencia «libre de valores»,
aquéllos argumentan que la ciencia, y
especialmente el discurso académico, son
inherentemente partes de la estructura social,
por la que están influidos, y que se producen en
la interacción social.
Crucial para los analistas críticos del discurso
es la conciencia explícita de su papel en la
sociedad.
Como todos los investigadores, los analistas
críticos del discurso deberían ante todo ser
críticos de sí mismos y de los demás en su
propia disciplina y pro fesión.
La «crítica» a la que se refiere el adjetivo
«crítico» en el ACD va sin embargo más allá
de Ias conocidas vigilancia y autocrítica
profesionales.
Aspiran a producir conocimiento y opi- niones,
y a comprometerse en prácticas profesionales
que puedan ser útiles en general dentro de
procesos de cambio político y social, y que
apoyen en particu- lar a la resistencia contra
el dominio social y la desi- gualdad.
Análisis del discurso
críticos vs. análisis del
discurso acríticos
A pesar de tan elevados propósitos, el ACD sólo
puede realizar sus objetivos si es, ante todo,
(buen) análisis del discurso.
En las disciplinas más avanza- das, y
especialmente en los paradigmas más abstrac-
tos y formales, con frecuencia se descalifica y se
marginaliza a la investigación crítica tachándola
de «política», y por tanto de «acientífica».
Ante todo, el ACD no se ocupa exclusivamente de
teorías y paradigmas, de modas pasajeras
dentro de la disciplina, sino más bien de
problemas sociales y de asuntos políticos.
El uso del len- guaje, los discursos y la
comunicación entre gentes reales poseen
dimensiones intrínsecamente cogniti- vas,
emocionales, sociales, políticas, culturales e his-
tóricas.
Finalmente, el ACD, aun cuando pretende
inspirar y mejorar otras aproximaciones en los
estudios del discurso, tiene también su foco
específico y sus pro pias contribuciones que
hacer.
Marcos conceptuales y
teóricos
Puesto que no es una dirección específica de
investi- gación, el ACD no posee tampoco un
marco teórico unitario. Dentro de los objetivos
susodichos evolu- cionan muchos tipos de ACD,
que pueden ser teóri- ca y analíticamente
bastante diversos.
El análisis crí- tico de la conversación es muy
diferente de un análisis de los reportajes de
actualidad en la prensa, o de las clases y la
pedagogía en la escuela.
El discurso, y otras interacciones socialmente
situadas cumplidas por actores sociales,
pertenecen típicamente a lo que se suele
denominar el «micro-nivel» del or- den social,
mientras que las instituciones, los grupos y las
relaciones de grupos, y por tanto el poder social,
se emplazan usualmente en su «macro-nivel».
En la realidad social de la interacción y de la expe-
riencia cotidianas, los fenómenos de los niveles
mi- cro y macro forman un todo unificado.
De ahí que el contexto de las noticias pueda ser
no sólo el trabajo del reportero o de la sala de
redacción, sino también el periódico al completo,
las relaciones entre los media y la polí- tica, o
entre los media y el público, o el entero papel de
los media en la sociedad.
Como hemos sugerido, la mayor parte de los
tipos de ACD plantearán cuestio- nes sobre el
modo en el que se despliegan estructu- ras
específicas de discurso en la reproducción del
dominio social, tanto si son parte de una
conversa- ción como si proceden de un reportaje
periodístico o de otros géneros y contextos.
Dentro de los objetivos susodichos evolu- cionan
muchos tipos de ACD, que pueden ser teóri- ca y
analíticamente bastante diversos.
Puesto que el ACD pretende estudiar cómo el
discurso está involucrado en la reproducción del
poder social, una teoría de ACD requiere salvar
este bien conocido abis- mo entre lo micro y lo
macro.
Sin embargo, a fin de vincular el discurso con la
sociedad en general, y con la desigualdad social
en particular, necesitamos un marco teórico que
nos haga capaces de enlazar dichos diversos
niveles de descripción.
Además de estos aspectos sociales de los
vínculos micro-macro, no deberíamos tampoco
olvidar la crucial dimensión cognitiva. En cierto
sentido dicha dimensión mental hace posibles
los restantes vínculos. Los actores, las acciones
y los contextos son tanto contractos mentales
como constructos sociales.
El poder como control
Una noción central en la mayor parte del trabajo
críti- co sobre el discurso es la del poder, y más
concreta- mente el poder social de grupos o
instituciones.
Hallamos de entrada entonces, en nuestro análisis
de las relaciones entre el discurso y el poder, que
el acceso a formas específicas de discurso, p.e. las
de la política, los media o la ciencia, es en sí
mismo un recurso de poder.
Cerrar el círculo del discurso-poder significa, por
último, que aquellos grupos que controlan los dis-
cursos más influyentes tienen también más
posibili- dades de controlar las mentes y Ias
acciones de los otros.
El ACD se centra en la explotación de tal po- der, y
en particular en el dominio, esto es, en los modos
en que se abusa del control sobre el discurso para
controlar las creencias y acciones de la gente en
interés de los grupos dominantes.
La primera pregunta requiere especialmente in-
vestigación interdisciplinar en los límites entre los
estudios del discurso, la sociología y la ciencia polí-
tica, y la segunda involucrará sin duda a la psicolo
gía cognitiva y social.
El acceso al discurso y su
control
Detallemos los dos modos principales de la repro
ducción discursiva del dominio, comenzando por la
relación entre los grupos poderosos y el discurso.
Aquellos que gozan de mayor control sobre más y
más influyentes discursos (y sobre más
propieda- des discursivas) son también, según
esta defini- ción, más poderosos.
Controlar el contexto implica controlar una o más
de esas categorías, p.e. determinando el estatuto
de la situación comunicativa, decidiendo sobre el
tiempo y el lugar del acontecimiento comunicativo,
o sobre qué participantes pueden o deben estar
presentes en él, y en qué papeles, o sobre qué
conocimientos u opiniones han de tener o no tener,
y sobre qué acciones sociales pueden o no
cumplirse a través del discurso
En suma, virtualmente todos los niveles de la es-
tructura del texto y del habla pueden en principio
ser más o menos controlados por hablantes
poderosos, y puede abusarse de dicho poder en
detrimento de otros participantes.
Es obvio que no todos los hombres dominan
siempre todas las conversacio nes (Tannen,
1994a), ni todos los blancos o todos los
profesores, etc.
nes socialmente más poderosos disponen de un
ac- ceso más o menos exclusivo a uno o más tipos
de discurso público, y del control sobre ellos.
El contexto consiste en categorías como la
definición global de la situación, su espacio y
tiempo, las acciones en curso (incluyendo los
discursos y sus géneros), los participantes en roles
variados, co municativos, sociales o institucionales,
al igual que sus representaciones mentales:
objetivos, conocimientos, opiniones, actitudes e
ideologías.
El control del texto y del habla. Crucial en la reali-
zación o el ejercicio del poder de grupo es el acceso
a las estructuras del texto y del habla, y su control.
Debería subrayarse, sin embargo, que el habla y el
texto no asumen o envuelven di- rectamente en
todas las ocasiones la totalidad de las relaciones
de poder entre grupos: el contexto siem- pre puede
interferir, reforzar, o por el contrario transformar,
tales relaciones.
El control del texto y del contexto es el primer tipo
de poder asentado en el discurso. Examinemos
ahora el segundo tipo: el control de la mente.
El control de la mente
Si controlar el discurso es una primera forma de
po- der mayor, controlar las mentes de la gente
es el otro medio fundamental para reproducir el
dominio y la hegemonía.
Pero aunque los receptores raramente
aceptarán de modo pasivo las opiniones recibidas
o los discursos específicos, no deberíamos olvidar,
por otro lado, que la mayor parte de nuestras
creencias sobre el mundo las adquirimos a
través dei discurso.
En un marco de ACD, por lo tanto, «el control de la
mente» implica más que la simple adquisición de
creencias sobre el mundo por medio del discurso
y de la comunicación.
Estos cuatro puntos sugieren que el control dis-
cursivo de la mente es una forma de poder y de
do- minio si tal control se realiza en interés de los
pode- rosos, y si los receptores no tienen
«alternativas», p.e. otras fuentes (habladas o
escritas), otros discur- sos, ni otra opción que
escuchar o leer, ni otras creencias para evaluar
tales discursos.
Si por libertad se entiende la oportunidad de
pensar y de hacer lo que uno quiere, entonces tal
falta de alternativas es una limitación de la
libertad de los receptores.
Analizar la mente
Es decir, no es imaginable una teoría del
control discursivo de la mente sin una
detallada teoría cognitiva de la mente, y una
teoría de cómo el discurso influencia la mente.
Al igual que el texto y el habla, la mente (o la
memoria, o la cognición) tiene muchos niveles,
es- tructuras, estrategias y representaciones.
La memoria personal (Tulving, 1983) consiste en
la totalidad de nuestras creencias personales
(conoci- miento y opiniones).
Es este modelo mental lo que hemos definido
como el contexto: la construcción subjetiva de
las propiedades de la situación social que son
relevantes para el discurso en marcha.
La memoria social (tradicionalmente llamada
«memoria semántica») consiste en las creencias
que poseemos en común con otros miembros
del mismo grupo o cultura, y que en ocasiones
se denominan «re- presentaciones sociales»
La Segun- da Guerra Mundial o el Holocausto
pueden ser objeto de alusiones en los media sin
mayor explicación sobre lo que fueron estos
hechos capitales de la hist3ria. Pero gran parte
de nuestro conocimiento so cialmente
compartido es general y abstracto, p.e. el que
poseemos sobre las guerras y el genocidio en
general.
Una distinción útil es la que suele establecerse
entre la memoria episódica y la semántica, que
deno- minaremos respectivamente memoria
personal (sub- jetiva) y social (intersubjetiva).
Es ampliamente autobiográfica y ha sido
acumulada durante nuestra vida a través de
nuestras experiencias, incluyendo los
acontecimien- tos comunicativos en los que
hemos participado.
Por ejemplo, la credibilidad que concedemos a
los expertos, como se ha discutido más arriba,
es una de las propiedades de dicho contexto
(Van Dijk, 1998).
Como sucede con la memoria personal,
también las creencias so ciales pueden ser de
tipo más específico o más general y abstracto.
Y viceversa, podemos adquirir conocimiento
social general por abstracción de los modelos
personales, esto es, aprendiendo de nuestras
experiencias, incluidas nuestras lecturas de
textos específicos, y comparando y
normalizando tales creencias generales con las
de otros miembros de nuestro grupo o
cultura.
Las estrategias discursivas
del control de la mente
Disponemos ahora de una comprensión
elemental de algunas de las representaciones
de la mente, y de lo que significa controlarlas.
La cuestión crucial es en- tonces: ¿cómo son el
discurso y sus estructuras ca- paces de ejercer
tal control?
MAPA 14
LEYVA TAPIA
GABRIEL
1PV32
La influencia del
contexto
Hemos afirmado que una dimensión
significativa del control de la mente es
contextuai, p.e. la que se fun- damenta en las
características de los participantes.
Recuérdese, con todo, que el contexto se define
en términos de modelos contextuales: no es la
situación social (incluyendo a sus
participantes) en sí misma la que
«objetivamente» influencia nuestra in-
terpretación del discurso, sino la construcción
subje- tiva de su rasgos relevantes en un
modelo mental de contexto.
El análisis crítico del discurso se centra en
aque- llas propiedades de las situaciones
sociales, y en sus efectos sobre los modelos
preferenciales de contexto, que contribuyen al
control ilegítimo de la mente, como hemos
dicho antes.
En términos generales, el control de la
situación social por los grupos dominantes
puede en- tonces conducir a modelos de
contexto que hacen aparecer su discurso como
más creíble, p.e. median- te la eliminación o el
desprestigio de fuentes alterna- tivas de
información y de opinión.
Cómo el discurso controla
la mente
Los usuarios del lenguaje leen textos o
escuchan el habla, usan sus informaciones y
estructuras con el fin de construir modelos
mentales personales de los acontecimientos, e
infieren (o confirman) creencias sociales
compartidas más generales, dentro del mar-
co de la representación del contexto.
Los temas (macroestructuras semánticas)
orga- nizan globalmente el significado del
discurso. Puesto que tales temas con
frecuencia representan la infor- mación más
importante, pueden influenciar la orga-
nización de un modelo.
Los esquemas discursivos (superestructuras,
es- quemas textuales) organizan
primariamente las cate- gorías
convencionales que definen la entera «forma»
canónica de un discurso, y por tanto parecen
menos relevantes para la construcción de
modelos.
Los recursos retóricos como los símiles, las
metáforas, los eufemismos, etc., al igual que
los es- quemas globales, no influencian
directamente el sig- nificado.
Más bien lo hacen resaltar o lo difuminan, y
con ello también la importancia de los
aconteci- mientos en un modelo de
acontecimientos.
La complejidad de las
relaciones entre el
discurso y el poder
Esto no sólo significa que mucha
gente interpretará el mundo del
modo en que los poderosos o las
élites se lo presentan, sino
también que actuará (más) en
consonancia con los deseos y los
intereses de los poderosos.
Debido a que el control de la
mente y de la acción es lo que
define el poder, el control del
discurso confirma y extiende el
poder de los grupos dominantes, al
igual que su abuso de éste.
Aun cuando este razonamiento
parece impecable, y aunque en
términos muy generales es
empíricamente verdadero, el
poder, el dominio y el papel del
discurso en ellos no resultan tan
evidentes.
Así, resulta innegable que los
hombres disponen, en detrimento
de las mujeres, del control sobre
la mayor parte de las formas del
dis- curso público, y que tal
control contribuye indirecta-
mente al machismo y al sexismo.
El discurso y la
reproducción del racismo
Podemos examinar, a título de
ejemplo de las rela- ciones entre el
discurso y el dominio, el papel del
texto y del habla en la reproducción,
hoy día, del racismo y de la
desigualdad étnica o «racial» en la
mayor parte de los países
occidentales
La cuestión aquí es que esas
representaciones nega- tivas son
básicamente (si bien no únicamente)
adquiri- das y reproducidas a través del
habla, y del texto, de y entre el grupo
dominante (blanco, occidental, europeo).
Las formas del discurso público que
dominan en la mayor parte de las
sociedades occidentales son las de la
política, los media, la enseñanza, los
nego- cios, los juzgados, las profesiones
y la(s) iglesia(s).
Así, en los media las rutinas de la
elaboración de noticias caracterizan a
los grupos minoritarios como de
menores importancia y credibilidad.
Evaluación
Así sucede explícitamente
con Ia mayoría de los
trabajos feministas sobre
el lenguaje y el discurso, al
igual que con los análisis
del racismo y del
antisemitismo.
Las investigaciones de
géneros o de dominios
sociales enteros del dis-
curso (como el discurso
de los media) son más o
menos descriptivas o más
o menos críticas depen-
diendo de los géneros que
se consideren.
Aunque las nociones
cruciales del poder, el
dominio y la desigualdad
se usan a menudo, la
mayor parte de las
perspectivas lingüísticas
sobre el discurso rara vez
analizan esas nociones
con mucho detalle,
descuido que perjudica
también a la indagación
sistemática del contexto
social en general.