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DEMOSTRACIÓN DEL MUNDO.La demostración de la existencia del mundo o cosas materiales será fácil: puesto que dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe.
El Yo solo existe como ser pensante, es decir, tiene ideas. Descartes hace esta deducción a partir de la exigencia del ideal deductivo racionalista (de una primera verdad absoluta se ha de extraer todos los demás conocimientos). Cuenta con dos elementos: el pensamiento como actividad y las ideas que piensa el yo. (COGITO, ERGO SUM)De este análisis, Descartes concluye que el pensamiento recae directamente sobre ideas, es decir, que el pensamiento piensa siempre ideas. Aquí se ha producido un cambio respecto de la filosofía anterior. La idea para el realista sería como un medio transparente a través del cual el pensamiento recae sobre la cosa; sin embargo, para Descartes, el pensamiento no recae sobre las cosas, sino sobre las propias ideas de las cosas, así, la idea es ya una representación mental. Descartes distinguirá dos aspectos en las ideas:Su realidad formal, en cuanto que son actos mentales y en cuanto que poseen un contenido objetivo.Como actos mentales, todas las ideas tienen la misma realidad, pero en cuanto a su contenido objetivo, su realidad es diversa y distinta porque representan seres con distintos grados de realidad.
La teoría de las sustancias Las ideas.
Distingurá, además, tres tipos de ideas: ADVENTICIAS: Las que parecen provenir de nuestra experiencia externa, como las ideas de hombre, árbol… FACTICIAS: Las que construye la mente a partir de otras ideas, como la idea de un centauro, la idea de un unicornio… Ninguna de estas dos puede servirnos para demostrar la existencia de la realidad extramenteal: las adventicias por provenir del problemático mundo externo y las facticias por ser construidas por el pensamiento. Así, las ideas más importantes y también menos numerosas, son aquellas que posee el pensamiento en sí mismo. INNATAS, como Dios, el pensamiento… Esta es la segunda de las afirmaciones básicas del racionalismo: las ideas innatas son aquellas a partir de las cuales el entendimiento construye nuestros conocimientos.
A partir de aquí llegará el segundo gran momento de la filosofía cartesiana (RES INFINITA) y es que Descartes sustentará el mundo en el conocimiento de Dios. Para ello ofrecerá una serie de argumentos (dos casuales y uno ontológico) para demostrar la existencia de éste: Primer argumento Casual: Dios causa la idea que poseo en mi de un ser perfecto, ya que el Yo no tiene un grado de perfección suficiente para inventarla; puesto que de la nada, nada puede surgir, la única alternativa es que la idea de un ser perfecto haya sido introducida en mí por una naturaleza perfecta que reúna toda las perfecciones de las que, aunque tenía las ideas correspondientes, carezco. Segundo argumento Casual: Si soy imperfecto, pero poseo ideas de las cosas perfectas, entonces tiene que existir una causa que me haya hecho con tales ideas. Esa causa tiene que ser Dios, pues sólo él tiene esas perfecciones de las que yo tengo ideas. Y es que, si yo fuera causa de mi propia existencia, no se explicaría por qué, teniendo las ideas de tales perfecciones, carezco de las mismas, porque no solo me hubiera creado con las ideas de perfecciones, sino que también me hubiera dotado de tales rasgos. El argumento ontológico, es una reformulación de un argumento que ya daría San Anselmo de Canternury, y en el que, Descartes relaciona la existencia de Dios con las demostraciones geométricas. En matemáticas se demuestra que, por ejemplo, dado un triángulo, su esencia es que sus ángulos suman 180º. Sin embargo, esa demostración no dice nada sobre la existencia de ese triángulo. Con Dios ocurre todo lo contrario, ya que posee su existencia dentro de su propia esencia. Una característica de la idea de un ser perfecto es la existencia del mismo, de lo contrario, dicha idea no sería la de un ser perfecto, pues le faltaría una perfección, su existencia.
DEDUCCIÓN DE LA EXISTENCIA DEL MUNDO (RES EXTENSA)Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes deduce que, como Dios es un ser perfecto, todo lo que proviene de Él, en cuanto nos ha creado, o sea, el mundo y la mente, es verdadero. Así mismo son verdaderas las ideas de la mente y es válido el criterio de certeza, porque Dios no nos ha podido construir mal.Lo primero que hace descartes es fundamentar la certeza del conocimiento sensible. Aunque se tenga la 'seguridad moral' de que el mundo existe, no se puede tener la certeza 'metafísica' de su existencia hasta haber demostrado que Dios existe porque solo la certeza de Dios puede garantizar la certeza de las ideas adventicias y, por tanto, la existencia del mundo.En segundo lugar, es válida la regla de la evidencia, puesto que, todas las ideas de la mente son verdaderas en cuanto proceden de Dios y por eso son claras y distintas. Es cierto que hay algunas falsas o que contienen falsedad pero esto no se debe a un defecto divino sino a un defecto de los seres creados, que por ser finitos, no somos totalmente perfectos. El método de Descartes, avanza desde el conocimiento de la existencia del sujeto hasta el conocimiento de la existencia de Dios que no nos engaña. Por tanto, si las pruebas de la existencia de Dios no son válidas, todo el trabajo de Descartes se derrumba. Sin embargo, el problema no se reduce a las pruebas sino que para demostrar la existencia de Dios hemos de partir de ciertos axiomas, que pueden ser falsos. Una vez demostrada la existencia de Dios, esto no supone ningún problema, no obstante hasta que no sepamos que Dios existe, no tenemos ninguna garantía de fiabilidad de la mente. Así la filosofía Cartesiana se encuentra en un circulo vicioso: No podemos confiar en nuestras ideas claras y distintas hasta saber que Dios existe; pero no podemos demostrar la existencia de Dios si no nos fiamos de nuestras ideas claras y distintas.En tercer lugar, la existencia de Dios también fundamenta el conocimiento matemático, como consecuencia de la fundamentación del criterio de certeza, y es que, aunque un matemático formulase una demostración mientras duerme, no por eso dejaría de ser verdadera
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