LA GLOBALIZACION. Al finalizar el siglo XX enfrentamos la simbiosis del neoliberalismo y de la globalización. Esta integración no es historia nueva: el liberalismo de mercado del siglo XIX se desarrolló sobre las fuerzas motrices de la revolución industrial. El neoliberalismo de fines del siglo XX se afianza en simbiosis con la impetuosa revolución tecnológica. El neoliberalismo cobra fuerza, no sólo en razón de la desintegración política y descomposición económica de los socialismos reales, sino porque se fundamenta en las fuerzas motrices de la nueva revolución tecnológica. Por su parte, el mecanismo de funcionamiento de esta reconversión productiva se acomoda a las pautas y normas de la economía de mercado, una vez desaparecidos aquellos socialismos reales. Esta simbiosis crea el imperialismo teórico y práctico del neoliberalismo.La actual revolución tecnológica ofrece algunos aspectos atrayentes y positivos. Mientras que en las décadas de la guerra fría, gran parte de los inventos e innovaciones tecnológicas se aplicaron a la carrera armamentística y a la gestación de la muerte, la actual revolución tecnológica nutre importantes avances de la producción civil, que mejorarían los niveles y géneros de vida: revolución de la informática, microelectrónica, comunicación-información, biotecnología, junto con los nuevos productos y nuevos modos de producción, calificados como reingeniería empresarial. Una revolución tecnológica al servicio de la producción y de la vida. Este proceso de globalización tecnológica no afecta solamente al feudo económico-empresarial; la cultura de la exclusión invade las fronteras del orden político-democrático, la estructura social y el ámbito de los valores éticos. El proceso de globalización integra, al menos, tres grandes mercados.(1) El mercado de las empresas transnacionales. La primera sorpresa es que al listar las naciones de acuerdo con el volumen de su Producto Interno Bruto, el país No. 15 se llama General Motors, y el 16, Exon Company... En 1994, el Producto Interno Bruto de El Salvador era de 8,070 millones de dólares; en el mismo año, la facturación de Mitsubitshi era de 175,800 millones de dólares; Mitsui facturaba 171,500 millones de dólares; Sumitomo 162,500 millones de dólares; General Motors 155,000 millones de dólares... Es decir, 20 o 22 veces el Producto Interno Bruto de El Salvador. Al ser estas megaempresas veinte veces más poderosas que muchos Estados, arrollan nuestras fronteras con sus productos y capitales. En realidad, no necesitan arrollar las fronteras porque la teoría imperante ordena que los Estados "deben facilitar los flujos de mercancías y capitales y fomentarlos con subvenciones inmensas y que en tamaño superan la cantidad de subvenciones que el Estado Social jamás haya efectuado".(2) En simbiosis con las megaempresas y grandes bancos comerciales se sitúa el mercado financiero, que integra al instante las bolsas de valores mundiales. Este mercado de capitales financieros moviliza diariamente l,2 trillones de dólares. Para decirlo en forma gráfica: "en cuatro días de transferencias bancarias internacionales, resultado de las transacciones de divisas, se manipula más dinero que toda la producción creada por la economía de Estados Unidos en un año, o por la economía mundial en un mes". Todos somos testigos del efecto-dominó que la crisis bursátil de julio y octubre 1997 ha venido generando a lo largo del presente año en todos los rincones del planeta, a partir del epicentro sudasiático, o países dragones, que se nos proponían como modelos económicos para el tercer mundo. La especulación financiera genera una inestabilidad monetaria que desestabiliza a las mismas megaempresas y Estados, como lo escucharemos más adelante del financista y filántropo George Soros.(3) Interrelacionado con los mercados de la gran producción y del dinero se asienta el tercer imperio de los medios de comunicación social. Estos oligopolios o monopolios nos transmiten al instante no sólo hechos y sucesos, sino la interpretación de tales sucesos. Crean la nueva cultura del hombre hecho para producir, ganar y consumir. Hoy día los gastos en publicidad se emparejan con los pasados costos de la carrera armamentística.
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