“Si Centroamérica fue, para Valle, la Patria Grande, la América Hispana-extensa zona de cuatrocientos sesenta y ocho mil lenguas cuadradas, como el mismo lo atestigua, y, en aquel momento, poblada por catorce millones de habitantes- se alcanzó ante sus ojos como la Patria Mayor, por cuyo respeto, progreso y unidad abogó toda la vida.” (Funes, 2011, pág. 269)
“Al transcender los límites del istmos que une a las dos grandes porciones de nuestro continente, y orientar sus más altas preocupaciones a las que fueron colonias de España, nuestro prócer, lejos de todo provincianismo, abrazo un proyecto hispano-americanista, que ahora, ampliado hasta el límite de lo que se conoce como América Latina y el Caribe, mantiene fresca y total vigencia.”
(Funes, 2011, pág. 269-270)
“Sabemos que el tiempo, una de las categorías a través de las cuales se expresa el mundo material, tiene carácter unidimensional, es decir, sólo avanza hacia adelante, lo que da como resultado y Hegel lo reconocía con claridad que el presente sea producto del pasado y, a la vez, contenga en sus entrañas los gérmenes del futuro.” (Funes, 2011, pág. 270)
“Valle tuvo la singular experiencia de vivir a caballo entre dos épocas, la colonial y la independiente, la primera dando visos de extinción en el momento en que nació el prócer (1777), y la segunda anunciada por el en el acta del 15 de septiembre de 1821, aunque, como he expresado ya, estaba consciente que un simple documento no estaba para garantizar la verdadera manumisión, ni de la Patria Grande ni de la Patria Mayor, sino que era necesario fortalecer las instituciones, educar al pueblo y, sobre todo, consolidar la economía, verdadera “columna de bronce” del proceso emancipador.”
(Funes, 2011, pág. 271)
“El presente de Valle, el presente de nuestra América en tiempo de valle no sólo fue la época colonial, cuyos estertores le tocó vivir como pensador y ciudadano protagónico, sino la época independentista, que cargaba el lastre de los tres siglos que la procedieron. Y en ambas épocas, profundamente entrelazadas, Valle tuvo acciones y reflexiones precisas.”
(Funes, 2011, pág. 273)
“Pero Valle fue más allá: entrevió la América del futuro, la América por el soñada, la América Hispana -Nuestra América- integrada en lo económico, en lo político y en lo cultural, una América finalmente sin fronteras y con el batir de alas orientado a los propósitos comunes, que no son otros más que la paz, el bienestar y el genuino desarrollo. Este afán unitario fue, sin duda alguna, su más grande utopía.”
(Funes, 2011, pág. 273)
“Ociosos y aventureros, asimismo amigos de la fácil ganancia, los conquistadores huían del trabajo físico y todo lo querían lograr a costa del esfuerzo de los indígenas y los negros. Carentes de aquella caballerosidad que caracterizó a los moros presentados por los hispanos como la viva encarnación del dominio, eran dados a mentir y, sin asomo de vergüenza, faltaban a su palabra.” (Funes, 2011, pág. 276)
“Era evidente la aversión que los españoles sentían hacia el trabajo físico, a tal grado que, para rehuirlo, algunas veces se acogían al estado eclesiástico donde, sin mayor esfuerzo, podían favorecerse con los diezmos y las primicias que la iglesia recibía, así como de los ingresos provenientes de los bautismos, matrimonios, entierros, misas por los muertos, bendición de nuevas viviendas y demás ceremonias religiosas.”
(Funes, 2011, pág. 281)
“Siguiendo a Roussean, Valle consideraba que la fuerza no genera derechos y que, por lo tanto, su uso, no daba a los conquistadores títulos legítimos sobre nuestra América, cuyos sufrimientos empezaron desde que los invasores pusieron sus pies en Guanahani. Pero esos sufrimientos -aclara- no fueron más que el correlato de la riqueza, el capital y el bienestar que se fueron acumulando en el continente europeo.”
(Funes, 2011, pág. 285)
“En el mismo ensayo aquí citado señala que una religión que pregona la paz y la caridad sirvió para legitimar una “guerra horrorosa”, pero que el espíritu de independencia y libertad no murió entre los indígenas, porque “No hay en la tierra mano bastante fuerte para borrarlo enteramente”. Conviene agregar que tras el manto de algunas actividades aparentemente religiosas, la iglesia extraía riqueza de manos de los indígenas.” (Funes, 2011, pág. 287)
“Abundando sobre el tema, Valle indicaba que las leyes que los conquistadores habían traído a Nuestra América no resultaban congruentes con el clima, posición, carácter, cultura, usos y costumbres aquí existentes por lo que su aplicación contribuyó al sufrimiento de las masas indígenas.” (Funes, 2011, pág. 300)
“Pero además las leyes coloniales, a juicio del prócer, otorgaban muchas canonjías al clero, multiplicaban en demasía los feriados, ponían infinidad de obstáculos a los matrimonios, propiciaban la improductividad
de la propiedad por medio de las manos muertas, enredaban los procesos y consagraban a los reyes como vicarios de Dios, con todas las terribles consecuencias que ello implicaba.”
(Funes, 2011, pág. 300)
“El problema que más preocupó a Valle fue el de la pobreza, flagelo éste al que calificó como “humillación de la especie humana”. Le laceraba el hecho que la misma se diera en medio de la riqueza y constataba con angustia que los perros que habitan en las casas de la familias acomodadas vivieran mejor que los pobres, a los cuales hasta el agua les faltaba.” (Funes, 2011, pág. 345)
“Valle al igual que Leibnitz, veía en los científicos del mundo una sola gran familia hermanada por un ideal común: el afán de llevar progreso y prosperidad a los pueblos. Por eso se empeño en mantener contacto epistolar con grandes pensadores, de los cuales trató de absorber conocimientos para aplicarlos creativamente en esta Patria Grande a la que tanto amaba.” (Funes, 2011, pág. 352-353)
“Para Valle, cualquier golpe a las leyes, por pequeño que fuera, resultaba negativo, pues se contribuía con ello a minar las bases del Estado de Derecho. Dos factores deben complementarse, decía Valle, para que exista una juridicidad confiable: las leyes sabias y los funcionarios activos; con la sola existencia de las primeras, sin el concurso de los segundos, es poco lo que se puede avanzar.”
(Funes, 2011, pág. 356-357)