El desarrollo del pensamiento crítico, pero, sobre todo, el desarrollo de su inclusión en los programas de estudio, ha tenido tres momentos importantes históricamente hablando. El primero de ellos, se remonta a los años ochenta. Por esa época lo primordialmente importante era hacer hincapié en las habilidades del pensamiento y para ello, se recurría a algún método de instrucción, es decir, actividades básicamente relacionadas con la clasificación y la comparación. En la segunda fase, a mediados de los ochenta, el énfasis se puntualizará en largos procesos del pensamiento crítico y creativo; se da entonces prioridad al tratamiento activo de la información disciplinar más que a las habilidades sobre un contenido superficial. En esta etapa se incursiona en la aportación de estrategias pedagógicas tales como los organizadores gráficos o bien el aprendizaje cooperativo (Boisvert, 2004).
Hacia los años noventa, se da inicio a la tercera fase del desarrollo del pensamiento crítico. Ahora, la vertiente apunta a la aplicación de las habilidades y procesos de pensamiento a diversas situaciones del ámbito escolar y de la vida cotidiana. En este momento, hay un interés particular por buscar la transferencia de conocimientos así como de la realización de un proceso metacognitivo para cobrar conciencia de sus procesos de pensamiento y del de los demás, ello servirá para mejorar en sus propios procesos con ayuda de la autoevaluación y la autocorrección (Boisvert, 2004)
Evidentemente, la reflexión ayudará a consolidar el proceso de aprendizaje. Los estudiosos del área, señalan además que la enseñanza del pensamiento crítico tiene tres objetivos: enseñar a pensar, enseñar qué es el pensamiento y enseñar a reflexionar sobre el pensamiento (Boisvert, 2004) Por otra parte, Villarini, examina cinco dimensiones de su propio proceso o de los procesos de otros.
Para Ennis, el pensamiento crítico se define como “un pensamiento razonado y reflexivo orientado a una decisión de qué creer o hacer”, mientras que para Lipman es “un pensamiento que facilite el juicio al confiar en el criterio, sea autocorrectivo y sea sensible al contexto.
McPeck lo definió como “la habilidad y la propensión a comprometerse en una actividad con un escepticismo reflexivo” y Richard Paul agregó “que el pensamiento crítico es disciplinado y autodirigido, y ejemplifica las perfecciones del pensar adecuado ante un modo o área particulares de mentalidad”. Por último, Siegel se refiere al pensar crítico “ como el del individuo que piensa y actúa de manera coherente con base en razones”. (Boisvert, 200).

Referencias

Boisvert, J. (2004) La formación del pensamiento crítico. Teoría y práctica. México: FCE.

Nota: para quienes estén interesados en profundizar en el tema del desarrollo del pensamiento, se recomienda visitar la siguiente http://www.slideshare.net/educacionrafael/boisvert-la-formacion-del-pags1736 presentación. También hay un libro disponible al respecto (mismo que se muestra en la presentación y fuente de este contenido introductorio).

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