La preocupación por el buen uso del idioma no es el centro de interés de la lingüística moderna, sino entender cuáles son los principios. La Lingüística moderna es una disciplina empírica, no prescriptiva. La reflexión científica se ocupa de describir y explicar datos empíricos (fenómenos observables) pero no establece normas sobre lo que es correcto, ni hace valoraciones. Un lingüista no inventa reglas gramaticales ni las impone. Desde un punto de vista lingüístico, no hay un uso que sea mejor que otro, ni se puede hablar de variedades ‘defectuosas’. La razón por la que una variedad es favorecida no es lingüística, sino de aceptación social. Para un lingüista no hay una gramática mejor que otra. Lo que no quiere decir, que sea recomendable que los hablantes sientan preocupación por la norma culta de su lengua. El comportamiento lingüístico es una faceta más de las que quedan bajo las reglas que gobiernan la actividad de un grupo social. Quien no usa la lengua culta cuando ella es debida, tendrá una valoración negativa (valoraciones que hace la sociedad, no la lingüística).