Armarse la de Dios es Cristo.
Vale lo que pesa.
Tiraré de la manta.
Me lo dijo un pajarito.
Tirar la casa por la ventana.
Brillar por su ausencia.
Descubrir el pastel.
Pelillos a la mar.
Poner los puntos sobre las íes.
Poner la mano en el fuego.
¿Quién te ha dado vela en este entierro?
Cría cuervos y te sacarán los ojos.
Los mismos perros con distinto collar.
Mear fuera del tiesto.
Dar gato por liebre.
Meterse en camisa de once varas.
Andar como Pedro por su casa.
Apaga y vámonos.
A enemigo que huye, puente de plata.
A falta de pan, buenas son tortas.
A la tercera va la vencida.
A las duras y a las maduras.
A nadie le amarga un dulce.
A rey muerto, rey puesto.
A río revuelto, ganancia de pescadores.
A vivir, que son dos días.
Agarrarse a un clavo ardiendo.
Agua corriente no mata a la gente.
Agua que no has de beber, déjala correr.
Ahogarse en un vaso de agua.
Al mal tiempo, buena cara.
Andar con la soga al cuello.
Aquellos polvos trajeron estos lodos.
Aquí hay gato encerrado.
Aquí te pillo, aquí te mato.
Arrimar el hombro.
Bailar con la más fea.
Dormirse en los laureles.
A palabras necias, oídos sordos.
La avaricia rompe el saco.
Ande yo caliente, y ríase la gente.
En casa del herrero, cuchillo de palo.
Más vale pájaro en mano, que ciento volando.
Hacer leña del árbol caído.
Cada cual arrima el ascua a su sardina.
Cada oveja con su pareja.
De perdidos, al río.
Defenderse como gato panza arriba.
Despacito y buena letra.
Tras la tempestad, viene la calma.
Dos son compañía; tres son multitud.
El mundo es un pañuelo.
En menos que canta un gallo.
Estar más contento que un niño con zapatos nuevos.
Estar más sucio que el palo de un gallinero.
Subirse por las paredes.
Estar todo el pescado vendido.
Hablando del rey de Roma, por la puerta asoma.