[1] Ian Wilmut, científico que en 1996 sorprendió al mundo cuando por primera vez clonó un mamífero, la oveja Dolly, es considerado una eminencia en el tema de la clonación. En el XVIII Congreso Mundial de la Sociedad de Transplantes, realizado hace pocos días en Roma, Italia, el biólogo inglés argumentó no sólo para los presentes (más de 5000 científicos) sino para la comunidad mundial, sobre un tema que acapara la atención por estos días: la clonación humana.
[2] Su profunda convicción sobre la utilidad de clonar células humanas provenientes de embriones que nunca nacerán, lo hizo contradecir, palabra por palabra, la argumentación del propio Juan Pablo II. Pocas horas antes el Papa había dado, desde el marco del congreso, un mensaje admonitorio sobre la clonación. Según la iglesia católica que él representa las investigaciones usando embriones humanos son absolutamente inmorales.
[3] Nadie puede ignorar los beneficios que traería la obtención, no ya de personas nuevas, sino de tejidos humanos para transplantes, obtenidos de células madre o primordiales, es decir, todavía no especializadas. Pero la ciencia necesita investigar para poder dar el precioso fruto que tantas personas esperan para poder seguir viviendo: un órgano ¿Cuál es la clave de la discusión? Los humanos y su dignidad, incluida la calidad de vida.
[4] Según la posición de la Iglesia Católica, y no pocos sectores de la comunidad internacional, desde el momento de la fecundación un embrión es una persona y, como tal, merece ser preservado y no puede ser objeto de manipulaciones científicas.
[5] Ian Wilmut, argumentó a favor de las investigaciones con embriones humanos diciendo: “El embrión es un hombre en potencia pero no es una persona. No contiene todavía la diversificación del sistema nervioso. Por eso estoy a favor de usarlo para la producción de células que servirían para curar enfermedades degenerativas.” Ambos argumentos son más que atendibles.
•¿Cuál es la idea principal del pasaje anterior?
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