A finales del siglo XVIII, la población novohispana aumentó casi 50%. Mientras en 1742 se han calculado alrededor de 3 300 000 novohispanos, en 1810 había poco más de seis millones; 60%, un 20% de españoles y el otro 20% de castas. Esas diferencias sociales eran reconocidas por la ley. En la sociedad novohispana no
había un sistema jurídico para todos.
Tanto en las plazas y los comercios, como en las iglesias, las pulquerías, el teatro, las callejuelas y las fuentes de las ciudades novohispanas, confluían indios jornaleros, de repartimiento, artesanos y trabajadores mineros. En las ciudades también había mercaderes que compraban y vendían diversos productos al menudeo, desde frutos y granos, hasta pájaros, patos, ropa y sombreros, muchos de ellos provenientes de los pueblos y barrios aledaños.
Después de la Conquista, las tierras de pueblos indios fueron cedidas o vendidas por la Corona a españoles que incrementaron sus propiedades hasta conformar grandes haciendas heredadas. Las empresas agrícolas fueron dotadas de trabajadores que provenían de las comunidades cercanas por medio de la coerción desde el gobierno
Las buenas cosechas beneficiaban a los productores pequeños y a los pueblos de indios. Las crisis agrícolas, en cambio, beneficiaban a los hacendados y revendedores de granos, quienes guardaban el maíz de las buenas cosechas y lo vendían a precios altos durante la escasez.