Es un hombre que cada noche vé a un viejo. Quería mucho al viejo, no le había insultada y jamás le había hecho daño. No quería su dinero, quería matarlo por su ojo, aquel ojo de buitre.
Ese hombre fue muy amable con el viejo semana antes de matarlo. Él siempre iba con mucha cautela para no despertar el viejo. Iba tan cautelosamente... todo para no perturbar el sueño del viejo, encender la linterna e intentar no ver su ojo. Entraba en su habitación sin miedo, hablaba resueltamente, le llamaba por su nombre con voz cordial, y le preguntaba cómo le había ido la noche, ¿cómo alguien podría sospechar de que lo quería matar?
En la octava noche, había llegado la hora. Él había entrado muy, pero que muy cautelosamente, mucho más que de costumbre. Cuando se disponía a encender la linterna, su dedo resbaló por el metal y el viejo gritó:
_ ¿Quién está ahí?
El hombre se detuvo y se quedo inmóvil al igual que el viejo. No lo oyó tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando...
El hombre comprendió lo que estaba sintiendo el viejo y le hizo lástima, aunque se reía en el fondo de su corazón. Comprendió que había estado despierto desde el primer leve rugido, cuando se movió de la cama.
Abrió la linterna y enfocó de lleno su ojo de buitre, abierto de par en par... Esperó y esperó. El hombre podía oír el latido de el débil corazón del viejo., hasta que no pudo más. Encendió la linterna del todo, se precipitó dentro de la habitación, arrojó al viejo al suelo y le echó el pesado colchón encima. Se sentía alegre de lo fácil que le había resultado todo. El corazón del viejo siguió latiendo dos minutos con un sonido ahogado. Por fin cesó de latir. El viejo había muerto. Su ojo no volvería a molestarle.
Él corto su cadáver; le cortó la cabeza, los brazos y las piernas.
Levantó tres tablas del entarimado y escondió el cadáver del viejo en el hueco. Volvió colocar los tablones y no quedó ni rastro de que allí hubiera habido un asesinato.
Entonces tres caballeros se presentaron cortésmente como oficiales de la policía, que habían venido porque un vecino había oído un alarido y tenia miedo de que hubiese un atentado, y registraron todo para verificar que todo estaba bien. También les dijo que el viejo se había ausentado al campo.
Los oficiales se sintieron satisfechos. Entonces llevé sillas en la habitación donde se hallaba el muerto, y se sentó en el punto exacto donde estaba enterrado el viejo. Le dolía a cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos. El zumbido se hizo más intenso, pero los oficiales parecieron no escuchar nada y seguían hablando. Habló en voz muy alta para librarse de esa sensación, pero no cesaba y se dio cuenta que ese ruido no provenía de su interior...
El ruido iba aumentando, y aumentaba. ¿Qué podía hacer él? Jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y sin embargo los policías parecían no oír nada. Perdió la paciencia de tanto oír ese zumbido, hasta que al final gritó:
_¡Basta ya de fingir, malvados! ¡Confieso que yo lo maté! ¡Levanten esos tablones! Ahí ahí donde está latiendo su horrible corazón!

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Ja està acabat