DEL TIEMPO Y SU MEDIDA
Comprender a nivel concepto lo que los diccionarios definen, simplemente, como “duración de las cosas” y
“Magnitud física”, ha tenido ocupados a sacerdotes, filósofos y hombres de ciencia de distintas épocas. Es así
como, en la etapa clásica, los griegos inventaron al dios Cronos como personificación del tiempo. Pero más allá
de la mitología, para el filósofo Platón el tiempo era la “imagen móvil de lo eterno”, concibiéndolo como una
dimensión dinámica y aceptando, junto con su colega Parménides y su discípulo Aristóteles, la existencia de la
eternidad como el tiempo inmortal y divino, sin principio ni fin. Platón consideraba que el tiempo, como medida de
lo que cambia, solo era necesario en el mundo de la existencia. De ahí que propusiera un “día equilibrado”,
dividido en cuatro partes iguales para dormir, trabajar, comer, asearse y realizar otras actividades, y practicar los
“divinos ocios”. Estos -hoy día agrupados bajo el concepto de tiempo libre- eran el teatro, la pintura, la oratoria, la
lectura, entre otros placeres del alma que debían alimentarla e irla formando. En cambio, en el mundo esencial, el
de las ideas y el entendimiento, nada cambia, y por tanto no está determinado por el transcurso del tiempo.
Siguiendo los planteamientos de Platón el filósofo Séneca, en su libro De la brevedad de la vida critica a quienes
se lamentaban por lo corta que es la vida pero que a la vez derrochaban el tiempo en nimiedades. Así mismo,
advertía a quienes temían morir jóvenes que el pasado ya no es nuestro, salvo en el recuerdo, y como
desconocemos el futuro, solo disponemos del presente que, efímero, dura únicamente un instante. Por ello,
Cicerón aseveraba que cada momento es único e irrepetible.
En el siglo XVI, con el advenimiento del mundo moderno y del Renacimiento, y la aparición del reloj mecánico, la
ciencia daría sus primeros pasos con hombres de gran reconocimiento como el italiano Galileo Galilei y el inglés
Isaac Newton, cambiando la visión subjetiva por una visión objetiva y científica del tiempo. Ahora éste era
concebido como un valor matemático, absoluto, ilimitado e inamovible que podía medirse y conocerse por medio
de la experimentación.
Al llegar el siglo XX, la concepción filosófica contemporánea del tiempo estaría representada por el alemán
Martín Heidegger, para quien el hombre es un ser temporal, es decir, un ser cuyo tiempo está limitado y
condicionado por la muerte; otra concepción es la del francés Henry Bergson, quien le dio un giro al concepto,
planteando las dualidades del mismo: por un lado está el tiempo uniforme, objetivo y continuo, que puede
medirse utilizando relojes, y por otro, el tiempo verdadero, que constituye la vida interior.
La gran revolución del concepto del tiempo no se debe a un filósofo ni a un astrónomo, sino al físico de origen
alemán Albert Einstein. En su Teoría de la Relatividad General (1915), este científico introdujo la noción
espacio-tiempo. Este último ya no es una magnitud absoluta, sino relativa, cuya medición varía según la persona
y las circunstancias.
FUENTE: Texto tomado y adaptado de: Revista muy interesante. Año 25 Núm. 303. Televisa Colombia Cultural:
2010.
El tercer párrafo del texto habla principalmente de
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