Había una vez un conejo que se llamaba Serapio. Él vivía en lo más alto de una montaña con sus nietas Serafina y Séfora.
Pero sus nietas eran diferentes: no sabían lo que era el respeto a los demás.
Cada vez que ellas salían a pasear, Serafina se burlaba: 'Pero mira que fea está esa oveja. Y mira la nariz del toro'.
Un día, cansado el abuelo de la mala conducta de sus nietas (que por más que les enseñaba, no se corregían),
'Vamos a practicar un juego en donde cada una tendrá un cuaderno. En él escribirán la palabra disculpas,
'Está bien abuelo, juguemos', respondieron al mismo tiempo. Cuando Séfora le faltaba el respeto a alguien,
De igual forma Séfora le hacía acordar a Serafina cuando le faltaba el respeto a alguien. Pasaron los días y hartas de escribir,
Llegó el momento en que Serapio tuvo que felicitar a ambas porque ya no tenían quejas de los vecinos.
Las conejitas se sintieron muy tristes porque vieron que era imposible que las hojas del cuaderno quedaran como antes.
'Del mismo modo queda el corazón de una persona a la que le faltamos el respeto.
Por eso recuerden debemos respetar a los demás así como nos gustaría que nos respeten a nosotros'.