La literatura fantástica
Fiel a sí mismo, parece inasible, ambiguo: En la búsqueda del vellocino de oro que
lo abrigue y le dé forma, los teóricos han confrontado sus propios planteamientos sobre lo
fantástico. En el mejor de los casos, las teorías se rozan y van por caminos paralelos, pero
nunca convergen; en el peor, de plano se rechazan. Sin embargo, enigmático de
nacimiento, lo fantástico se escabulle a la definición totalizadora, aquella que lo ilumine y
entonces lo diluya.
Aunque para Tzvetan Todorov, lo fantástico pertenece al género de la duda, para Víctor Bravo representa la irrupción de un elemento transgresor en otro, rompiendo el límite que los separa.
Si lo sobrenatural que irrumpe no resulta una amenaza, entonces nos encontramos no ante lo fantástico, sino ante el mundo de los feericoó, los duendes y los elfos: lo maravilloso.
En síntesis, para que un texto literario pueda considerarse fantástico debe pertenecer al ámbito de la duda (del personaje sobre los hechos vividos y del lector sobre lo leído; "Maese el organillero", de Gustavo Adolfo Bécquer) o a la irrupción de un elemento transgresor en otro, (Drácula).