POEMAS PARA LEER

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LECTURA PARA APRENDER
República de Francia
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República de Francia
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    Quiero dar a conocer a aquel que lo ha visto todo, a aquel que ha conocido Lo profundo, que ha sabido todas las cosas, que ha examinado, en su totalidad, todos los misterios. Cuando volvió de su largo viaje, fatigado, pero tranquilo, grabó en una piedra todas sus aventuras. Él edificó los muros de Uruk la amurallada. ¡Contempla sus murallas que son como el cobre! ¡Mira sus columnas que no tienen rival! ¡Sube y paséate por la muralla de Uruk! Inspecciona sus cimientos, observa sus ladrillos de adobe. Excepcional monarca, célebre, prestigioso, héroe, hijo de Uruk, es como un toro que embiste. ¡Tal era Gilgamesh, perfecto, formidable! Él es quien abrió pasos en las montañas, quien excavó pozos en los campos, quien cruzó el Océano y los enormes mares, quien exploró los confines del mundo en busca de la Vida Eterna. ¿Hay quien pueda compararse a él en grandeza? Así es el rey de Uruk, y sin embargo, los habitantes de Uruk se quejan a los dioses. Quiero dar a conocer a aquel que lo ha visto todo, a aquel que ha conocido Lo profundo, que ha sabido todas las cosas, que ha examinado, en su totalidad, todos los misterios. Cuando volvió de su largo viaje, fatigado, pero tranquilo, grabó en una piedra todas sus aventuras. Él edificó los muros de Uruk la amurallada. ¡Contempla sus murallas que son como el cobre! ¡Mira sus columnas que no tienen rival! ¡Sube y paséate por la muralla de Uruk! Inspecciona sus cimientos, observa sus ladrillos de adobe. Excepcional monarca, célebre, prestigioso, héroe, hijo de Uruk, es como un toro que embiste. ¡Tal era Gilgamesh, perfecto, formidable! Él es quien abrió pasos en las montañas, quien excavó pozos en los campos, quien cruzó el Océano y los enormes mares, quien exploró los confines del mundo en busca de la Vida Eterna. ¿Hay quien pueda compararse a él en grandeza? Así es el rey de Uruk, y sin embargo, los habitantes de Uruk se quejan a los dioses.
    El Poema de Gilgamesh
    Caption: : Este texto sumerio fue escrito en verso en doce tablillas de arcilla, entre el 2750 y el 2600 a. C.

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    En el principio solo existía un océano infinito, Nun, que contenía todos los elementos del Universo. No existían ni el Cielo ni la Tierra, y los hombres aún no habían nacido. No había vida ni muerte. El espíritu del mundo se hallaba disperso en el caos, hasta que tomando conciencia, se llamó a sí mismo; así nació el dios Ra. Ra estaba solo. Creó de su aliento al aire, Shu, y de su saliva a la humedad, Tefnut, y los mandó a vivir al otro lado de Nun. Después, hizo emerger una isla donde poder descansar; la llamó Egipto. Y como surgió de las aguas, viviría gracias al agua; así nació el Nilo. Ra fue creando a las plantas y los animales a partir de Nun. Entretanto, Shu y Tefnut tuvieron dos hijos, a los que llamaron Geb (Tierra) y Nut (Cielo). Geb y Nut se casaron. Shu, celoso, los maldijo y los separó sosteniendo al cielo sobre su cabeza, y sujetando a la tierra con sus pies; aún así, no pudo evitar que Nut tuviera hijas, las estrellas. Ra había enviado a uno de sus ojos a buscar a Shu y Tefnut. Pero cuando regresó, otro ojo había ocupado su lugar. El primer ojo comenzó a llorar, hasta que Ra lo colocó en su frente, creando así al Sol. De las lágrimas del primer ojo nacieron los hombres y las mujeres, que habitaron en Egipto. Y todas las mañanas, Ra recorría el cielo en una barca que flotaba sobre Nun, transportando así al Sol. Cada noche, Nut se lo tragaba y Ra continuaba su viaje por el Infierno; si lo atravesaba, volvía a nacer de Nut, dando origen a un nuevo día. Ra, el Único Creador, se hacía visible a todo el pueblo de Egipto bajo la forma del disco solar, pero también era conocido bajo muchas otras. Era capaz de aparecer como un hombre coronado, como un halcón o bien como un hombre con cabeza de halcón, y tal como el escarabajo pelotero empuja las bolas de excrementos, los egipcios representaban a Ra como un escarabajo que empujaba el Sol a través del cielo.
    Caption: : Ra empujando al Sol a través del cielo.
    La Creación por Ra

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    Los tres ancianos
    Una cálida tarde de verano, cuando estaba a punto de ponerse el sol, una mujer salió al jardín de su casa con una gran jarra de agua entre las manos para regar las flores ¡Adoraba las plantas y nada le gustaba más que cuidarlas con esmero! Mientras contemplaba sus hermosas begonias observó que tres ancianos de barba blanca  como la nieve traspasaban la valla de su propiedad y se sentaban sobre la hierba. Extrañada, dejó la jarra sobre el banco de piedra que tenía en la entrada y se acercó a hablar con ellos. – Buenas tardes, caballeros. No les conozco… ¿Son nuestros nuevos vecinos? Uno de los ancianos, el que estaba sentado a su derecha, se apresuró a responder: – No, señora, no somos de por aquí. La mujer se dio cuenta de que eran muy viejitos y que además parecían cansados y hambrientos. Generosamente, les animó a entrar. – Me da la sensación de que tienen apetito y me gustaría invitarles a probar el estofado que acabo de preparar. Mi marido y yo estaremos encantados de compartir nuestra humilde mesa con ustedes. Los ancianos se miraron y el que estaba sentado a la izquierda tomó la palabra. – Es usted muy amable pero no podemos ser invitados a una casa los tres juntos. La mujer se quedó estupefacta. – Perdone pero no entiendo lo que me dice ¿Qué quieren decir con que no pueden entrar los tres juntos? Mi casa no es muy grande pero hay sitio para todos. El tercer anciano, situado en medio de los otros dos, sonrió y se lo explicó todo. – Mi nombre es Riqueza y vengo a traerles toda la fortuna que se pueda imaginar. Mi compañero de la derecha se llama Éxito y viene cargado de fama y honores. El que está sentado a mi izquierda se llama Amor y quiere regalarles afecto y ternura a raudales. Por un momento la mujer pensó que esos tipos tan extraños le estaban tomando el pelo pero antes de que pudiera decir nada, Riqueza siguió hablando. – Solo uno de nosotros podrá cenar con ustedes, pues debe elegir entre la riqueza, el éxito o el amor. No se preocupe, esperaremos aquí mientras lo decide con su familia. La mujer asintió con la cabeza y entró corriendo en la casa. Su esposo estaba tumbado en la cama, muy concentrado en la lectura del libro que tenía entre las manos; su hija, una linda niña de diez años, sentadita sobre el suelo de madera peinaba a su muñeca favorita. – ¡Escuchadme, por favor, tengo algo urgente que contaros! Los dos la miraron intrigados y ella relató palabra por palabra la conversación que acababa de tener con los ancianos de barba blanca. Cuando terminó, su marido  pensó que todo era muy raro. – ¡Tranquilízate, cariño! ¿No se tratará de una broma? – No, no, te aseguro que dicen la verdad ¡Sé reconocer cuando alguien miente descaradamente y estos tres caballeros parecen muy sinceros! – Bueno, vamos a suponer que tienes razón. Si es cierto lo que cuentan ¡estamos ante una oportunidad increíble que no podemos desaprovechar! – Sí, sí que lo es ¡pero tenemos que darnos prisa y decidir ya a cuál de los tres invitamos a cenar! El hombre empezó a pasear de un lado a otro más nervioso que una lagartija dentro de una caja de zapatos. – Creo que debemos elegir a Riqueza… ¿Te imaginas lo que sería ser ricos para siempre? ¡Tendríamos de todo y viviríamos como reyes! La esposa negó con la cabeza. – ¡Uy, no sé, no sé!…  No lo tengo nada claro ¿No sería mejor invitar a Éxito? Seríamos admirados por todo el mundo y la gente nos trataría de manera especial ¡Siempre he deseado ser una persona famosa e importante! La niña, que escuchaba atentamente la conversación, los miró con incredulidad y expresó su más sincera opinión. –          ¡Papá, mamá, no os entiendo! Lo más importante de la vida es el amor y es a Amor a quien debemos invitar a cenar. Los padres se quedaron callados y se sintieron profundamente avergonzados. La madre se agachó y acariciándole la carita, le dijo: – Tienes razón, cariño mío, el amor es lo que tiene más valor. El padre también se puso a su altura y reconoció su equivocación. –          ¡Ay, hija mía, qué bien hablas y qué bien razonas! ¡Ahora mismo salgo a comunicarles nuestra decisión! Descalzo como estaba salió al jardín y vio a los tres ancianos esperando en silencio, tal y como habían prometido. – Señores, nos gustaría muchísimo que pasaran los tres, pero como solo podemos escoger a uno hemos decidido que con mucho gusto invitamos a Amor. Si es tan amable, acompáñeme, por favor. Amor, el anciano con más cara de bonachón, se acercó a él y juntos caminaron sobre la hierba. Entraron en la casa y la mujer le indicó que se sentara a la mesa. – Es un placer tenerle con nosotros, señor Amor. El anciano sonrió y tomó asiento. En ese mismo instante, los otros dos se presentaron en el comedor. La familia se miró desconcertada y la mujer se acercó a ellos con amabilidad. – Pasen, por favor, están en su casa. Estamos felices de que también se unan a la cena pero me gustaría saber por qué al final los tres aceptan nuestra invitación. Nos hicieron escoger a uno y decidimos que fuera Amor… ¡Perdonen, pero la verdad es que no entiendo nada! El señor Amor miró a la niña que estaba sentada a su lado, le guiñó un ojo, y resolvió el misterio. – Verá, buena mujer, todo tiene una fácil explicación: si hubiera escogido el éxito o la riqueza los otros dos nos habríamos quedado afuera, pero me han elegido a mí, y a donde yo voy ellos van, pues donde hay amor, siempre hay éxito y riqueza. ¡Ahora todo estaba aclarado! El matrimonio entendió que vivir rodeados de amor es lo que realmente da la felicidad completa. Gracias a su maravillosa hija habían elegido bien, pues el amor les traería también éxito y riqueza en la vida. Los seis se dieron un cálido abrazo y después compartieron el aromático estofado casero, que por cierto, estaba para chuparse los dedos.

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    Fabula Cuentos y Poemas
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