Las relaciones de Luisa de Marillac con las Hermanas nos permiten darnos cuenta de que estaban impregnadas de delicadeza hacia cada persona. Con frecuencia encontramos en su correspondencia expresiones de esta delicada atención.
Como para ella es algo habitual, Luisa de Marillac puede recomendar a las Hermanas esta misma delicada atención a las personas:
«En lo que se refiere a su comportamiento con los enfermos, ¡por Dios! que no sea para salir del paso, sino llenas de afecto, hablándoles y sirviéndoles con el corazón; informándose con detalle de sus necesidades, hablándoles con mansedumbre y compasión, proporcionándoles sin importunidad ni agitación la ayuda que sus necesidades requieran y sobre todo poniendo gran celo en su salvación…».