El constructivismo social es una teoría que sugiere que el conocimiento científico no constituye un corpus neutro de datos independiente de las prácticas culturales y los valores, sino que se origina en el seno de la sociedad, con lo que ello conlleva.1
Por lo tanto, los datos y las prácticas de la ciencia son, o bien construcciones sociales en su totalidad (constructivismo duro) o bien lo son en parte (constructivismo blando).1
En la práctica, el constructivismo social se interesa por el trabajo en el laboratorio, las publicaciones científicas y los flujos de información en tanto qué procesos deben estudiarse desde una perspectiva sociológica y no sólo en términos puramente científicos.
El origen del Constructivismo como paradigma se atribuye a Jean Piaget (1896-1980), psicólogo y pedagogo suizo reconocido por sus estudios sobre la evolución del conocimiento infantil hacia la primera década del siglo XX, en obras como El pensamiento y lenguaje del niño (1926), y Juicio y razonamiento en el niño (1928).
No obstante no es hasta ya entrada la segunda mitad de ese siglo que comienzan a desarrollarse diferentes propuestas y acercamientos del paradigma a la educación. Los primeros encuentros en el campo educacional se remontan a las décadas de 1950 a 1970. Aunque insipientes, y sin un nivel que fuese más allá de extrapolaciones con una base pedagógica insuficiente o aplicaciones elementales de la teoría constructivista siguiendo un planteamiento según la hipótesis de extrapolación-traducción.
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Los principales exponentes del Constructivismo pueden ser agrupados en dos tendencias fundamentales: la radical y la crítica[1]atendiendo a la posición adoptada respecto a la contradicción sujeto-realidad.
La tendencia radical sustentada filosóficamente sobre una base idealista subjetiva supone la imposibilidad de conocer lo real; o sea, sostiene una reflexión de esta en el sujeto, identificando a la estructuración de las formas del pensamiento como fuente única del proceso cognoscitivo.
La tendencia crítica supone un comportamiento proactivo de la personalidad del sujeto en el proceso cognoscitivo, y si bien admite la implicación de la realidad en dicho proceso, se limita en alto grado a los elementos internos en el sujeto, minimizando de esta forma el papel activo de la interrelación sujeto-realidad.
Aunque son múltiples las ventajas que ofrece este modelo, podemos destacar que los beneficios del modelo constructivista son:
Desarrollar las habilidades cognitivas.
Asegurar aprendizajes significativos y perdurables.
Fomentar el nivel de desarrollo del alumno.
Tomar en cuenta los conocimientos previos.
Adaptarse a las necesidades del alumno.
Favorecer la autonomía y resolución creativa de problemas.
Considerar los intereses, actitudes, creencias y diferencias del alumno.
Mejorar las experiencias de aprendizaje.