El origen
de las máquinas de calcular está dado por el ábaco chino, éste era una tablilla
dividida en columnas en la cual la primera, contando desde la derecha,
correspondía a las unidades, la siguiente a la de las decenas, y así
sucesivamente. A través de sus movimientos se podía realizar operaciones de
adición y sustracción.
Ya en el
siglo XIX se comercializaron las primeras máquinas de calcular. En este siglo
el matemático inglés Babbage desarrolló lo que se llamó "Máquina
Analítica", la cual podía realizar cualquier operación matemática. Además
disponía de una memoria que podía almacenar 1000 números de 50 cifras y hasta
podía usar funciones auxiliares, sin embargo seguía teniendo la limitación de
ser mecánica.
Recién en
el primer tercio del siglo XX, con el desarrollo de la electrónica, se empiezan
a solucionar los problemas técnicos que acarreaban estas máquinas,
reemplazándose los sistemas de engranaje y varillas por impulsos eléctricos, estableciéndose
que cuando hay un paso de corriente eléctrica será representado con un *1* y
cuando no haya un paso de corriente eléctrica se representaría con un *0*.