Eran músicos y poetas, es decir, componían la letra y la música de sus canciones.
Eran nobles, incluso reyes, o al menos pertenecían al entorno de la nobleza, lo que quiere decir que eran cultos: sabían leer y escribir.
No eran profesionales: componían por placer pero no vivían de la música
Escribían canciones de amor cortés, de aventuras...
Músicos ambulantes que recorrían los castillos y los pueblos entreteniendo al público con canciones, representaciones y juegos de acrobacia, animales amaestrados, adivinanzas...
También recitaban poemas, y ellos eran los que transmitían los Cantares de Gesta, como el Poema de Mio Cid.
Los juglares interpretaban las canciones de los trovadores o del señor al que servían y podían llegar a adquirir un alto reconocimiento social si destacaban especialmente en su arte.
Sin embargo, en general eran considerados como lo más bajo de la sociedad, pues su estilo de vida resultaba inmoral. La iglesia los consideraba poco menos que enviados del diablo, e incluso prohibía que se les enterrase en sagrado (dentro de los cementerios).
Eran estudiantes y religiosos que habían abandonado la iglesia. Viajaban de pueblo en pueblo trabajando como escribas, notarios, contables y todo lo que los campesinos no podían hacer por no saber leer. Tenían fama de aficionados a las mujeres, la bebida y el juego. Se juntaban en tabernas y cantaban canciones que narraban sus aventuras. Estas canciones estaban cantadas en el idioma culto de toda Europa: el latín, así que el resto de gente no les entendía, aunque se metieran con ellos.
La colección más importante de música y poesía de los goliardos fue reunida hacia 1225 y se encontró en el monasterio de Benediktbeuren en Baviera, Alemania. Se publicaron en 1847 y se le dio el nombre de Carmina Burana o “Cantos de Beuren”. Están escritos en latín y en alemán medieval.