La crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de
sus constantes luchas internas por el poder monárquico, tropas musulmanas,
compuestas por árabes y beréberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar en
el año 711 iniciando la conquista de la península ibérica.
Dirigidos por el beréber Tariq, los musulmanes derrotaron en la batalla de Guadalete (711)
al último rey visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el combate.
Animados por aquel éxito, los invasores decidieron proseguir el avance por las
tierras hispanas. En apenas tres años, los musulmanes lograron conquistar la mayor parte de
las tierras hispánicas sin encontrar apenas resistencia. Solo las regiones
montañosas de las zonas cantábrica y pirenaica escaparon a su control. Las escasas fuentes disponibles nos
hacen pensar que la conquista se realizó principalmente mediante
capitulaciones y rendiciones acordadas entre los señores godos y los
conquistadores musulmanes. La violencia fue más la excepción que la regla.
Esto nos explica la rapidez de la conquista.
Emirato dependiente (711-756)
Al-Ándalus nueva provincia del califato, a coyo frente de este territorio se colocó a un Emir o gobernador que
actuaba como delegado del Califa musulmán, por entonces perteneciente a
la dinastía Omeya, con capital en ciudad de Damasco.
Incursiones por el norte
de la Peninsula: derrota en Covadonga (722).
Derrota frente a los francos en Poitiers (732). Fin de la expansión árabe
musulmana en Europa.
Organización del nuevo estado
política, religiosa y económicamente.
Problemas entre los propios musulmanes, al
ser de procedencia muy diversa: árabes (la aristocracia del ejército),
bereberes (el grueso del ejército) y sirios (soldados de refuerzo). Una
vez terminada la etapa de toma de botín, los soldados bereberes se
rebelaron, y hubo que llamar a los sirios para sofocar la revuelta, pero
éstos, a su vez, se mostraron exigentes en sus peticiones.
Emirato Independiente (756-929)Abd al Rahman I inició la tarea de construcción de un estado
independiente en Al-Ándalus. Para ello necesitaba fundamentalmente tres
cosas: un ejército, unos ingresos económicos, y sofocar las posibles
revueltas de sus enemigos. Esos tres frentes fueron objeto de atención
por Abd al Rahman I, quien para consolidar el poder firme sobre
Al-Ándalus introdujo un sistema dinástico de sucesión.
Abd al Rahman II (822-852) reforzó el estado
recaudando más impuestos, ampliando el ejército y fundando
nuevas ciudades (Úbeda, Murcia y Jaén).En la segunda mitad del siglo IX hubo graves
problemas de disolución del emirato, al levantarse en diversas partes de
Al-Ándalus algunos nobles musulmanes, que se rebelaron contra el poder
centralizado del emir (los Banu Qasi en torno a Zaragoza,
Ibn Marwan en la zona de Badajoz, y Omar ben Hafsun, Málaga), estuvieron a punto de terminar con el emirato independiente.
Solo el poder fuerte del emir Abd al Rahman III consiguió poner fin a
estas revueltas, y reunir de nuevo en sus manos el territorio de
Al-Ándalus.
Califato (929-1031)Abd
al Rahman III,, tras
recobrar el control de Al Andalus, decidió autoproclamarse califa en el
año 929. Pretendía sí un doble objetivoconseguir un doble objetivo:
Mostrar su dominio sobre los territorios recuperados de Al Andalus.
Demostrar
su capacidad de independencia frente al nuevo califa surgido en el
Norte de África al tiempo que se adelantaba al peligro de competencia
que éste podía suponer.
Su hijo Al Hakam II (961-976) se caracterizó por el amor a la paz y a
la cultura. Mantuvo buenas relaciones con los dirigentes de los reinos del Norte. Su amor por
la cultura, por las artes y las letras, se reflejó en la edificación
del mihrab de la mezquita de Córdoba y en la fundación de una espléndida
biblioteca.Hisam II (976-1009) fue el más débil de los califas. Tuvo
como regente a Almanzor, que se hizo cargo del poder en base a su control del ejército y
organizó terroríficas campañas contra los cristianos del norte peninsular. Su
muerte en año 1002 inició el proceso de descomposición política (fitna)
que llevó al fin del Califato en el 1031.
Reinos de Taifas e imperios norteafricanos (1031-1246)La muerte de Almanzor abrió
en al-Ándalus una larga etapa de fragmentación y disputa que acabó con el Califato en 1031.
En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos, llamados de taifas, expresión
que significa “banderías”.
En un principio el Califato se fragmentó en veintisiete reinos de taifas. Los
más débiles fueron desapareciendo y fueron anexionados por los más poderosos.
Estos pequeños reinos, mucho más débiles que el
Califato, se mostraron sumisos hacia los dirigentes cristianos, a los que
entregaban unos tributos llamados parias. Mientras tanto, el
avance de la reconquista cristiana culminó con la conquista de Toledo en el
1085.Ante una situación tan delicada, los reyes andalusíes decidieron llamar
al poder establecido en el Norte de África para poder hacer frente a la
amenaza de los reinos hispánicos del Norte.
Imperio Almorávide (1086-1147)Caracterizados por el rigor religioso, los
almorávides acabaron con los taifas, unificaron el poder político en
al-Ándalus y lograron contener el avance de los cristianos hacia el
sur. Sus éxitos militares más importantes fueron las batallas de Sagrajas (1086) y de Uclés (1108).
El poder almorávide fue efímero. A mediados del
siglo XII la unidad de Al-Andalus se vino abajo y la fragmentación
política trajo los conocidos como Segundos Reinos de Taifas.Segundas Taifas (1147-1172)Las rebeliones contra los almorávides escondían reivindicaciones de carácter político, social y económico.
Se organizaron algunas autonomías regionales, denominadas segundos
taifas, pero que no debieron durar mucho, pues ante el nuevo avance de
los reinos del Norte tuvieron que llamar al nuevo poder instalado en el
Magreb, los almohades.En esta ápoca Ibn Mardanish, el El Rey Lobo, lideró la resistencia contra los almohades y mantuvo la independencia del reino de Murcia entre 1147 y 1172.
Imperio Almohade (1172-1212)Los almohades no solo unificaron nuevamente al-Ándalus,
sino que hicieron frente a los cristianos logrando algunos éxitos
notables, como el obtenido en Alarcos (1195). También en este período se construyeron algunos edificios
emblemáticos de la España musulmana como la Giralda de Sevilla.
Sin embargo, el intento almohade de reunificación
de Al-Andalus también fracasó. El momento clave fue la aplastante
derrota sufrida ante los cristianos en las Navas de Tolosa (1212).
El hundimiento del imperio almohade llevó a unas nuevas taifas que no puedieron resistir el avance cristiano que
resultó prácticamente incontenible. La España musulmana quedó
reducida al reino nazarí de Granada.Terceras Taifas (1212-1246)En esta ápoca el reino de Murcia constituyó la Taifa islámica más importante. El caudillo Ibn Hud
protagonizó un levantamiento contra los almohades en el castillo de los
Peñascales de Ricote en el año 1228. Ibn Hud expulsó a los almohades
del poder en el reino de Murcia e inició una campaña militar para la
reunificación de Al-Ándalus, consiguiend0
su propósito temporalmente.
Los musulmanes impulsaron la práctica del
regadío, con novedades tan significativas como la noria, al tiempo que
difundieron cultivos como los cítricos, el arroz, el algodón o el azafrán.
La producción de manufacturas se desarrolló fuertemente, en
especial la producción textil. La cerámica, las armas, la fabricación de papel y de
vidrio, y el trabajo de las pieles y los metales preciosos tuvieron presencia
en las ciudades de Al-Andalus
En cuanto al comercio, actividad muy elogiada en los
propios textos coránicos, se vio favorecido por la acuñación de dos tipos de
monedas, el dinar de oro y el dirhem de plata, y por la densa
red viaria heredada de tiempos romanos. El comercio interior se efectuaba en
el zoco de las ciudades, donde ocupaban un puesto privilegiado los
bazares y donde también había alhóndigas.
Intenso comercio exterior.
Exportaba, ante todo, productos agrícolas (aceite, azúcar, higos, uvas),
minerales y tejidos, e importaba especias y productos de lujo del Próximo
Oriente; pieles, metales, armas y esclavos de la Europa cristiana; y oro y
esclavos negros procedentes del territorio africano de Sudán.
Al-Ándalus mantuvo un estrecho contacto con el resto del
mundo musulmán, sobre todo a partir del siglo IX, lo que le permitió
participar en la amplia recopilación de textos literarios, filosóficos y
científicos que los los estudiosos islámicos fueron recogiendo, tanto del
mundo griego como del persa y del indio.
La creación literaria alcanzó un gran desarrollo, sobre
todo en el transcurso del siglo x, tanto en verso como en prosa. Ibn Hazem
(994-1063) es uno de los poetas más conocidos de Al Andalus, especialmente por
su obra El collar de la paloma. Ibn Jaldun (1332-1406) fue un
importante historiador. Su obra es muy importante, siendo especialmente
conocida su Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddimah).
En filosofía destaca Ibn Rusd (Averroes) (1126-1198), conocido ante
todo por sus comentarios a la obra de Aristóteles. Averroes fue el autor clave
para que la obra aristotélica llegara a la cultura de Europa Occidental.
Pero, sin duda, la cultura andalusí destacó sobre todo en
el terreno científico. El contraste con el panorama que ofrecía en esas fechas
la ciencia en el mundo cristiano es abrumador. Un ejemplo, Al-Ándalus fue la
vía a través de la cual se difundió hacia el resto de la cristiandad europea
el sistema de numeración de origen indio que terminó sustituyendo a la
numeración romana.
En el ámbito de las disciplinas científicas sobresalieron
las matemáticas y la medicina, donde alcanzó gran fama
Abulcasis
(936-1013) , autor de una excepcional encidopedia médica y quirúrgica que
posteriormente sería traducida al latín.
Aunque la arquitectura andalusí se asentó sobre la
tradición romano-visigoda y aportó los
elementos más típicos del mundo islámico: arcos, cubiertas y la rica
ornamentación basada en motivos geométricos, vegetales y epigráficos.
La
gran mezquita de Córdoba es la obra emblemática de al-Ándalus. En tiempos de
al-Hakam II se construyó el espectacular mihrab, caracterizado por la
riqueza de los materiales empleados (en particular, los mármoles), por la
original solución constructiva de las originales bóvedas de nervios y,
finalmente, por la impresionante fantasía decorativa que lo acompaña.
La ciudad-palacio de Madinat al-Zahra.
La mezquita toledana de Bib al-Mardom, ahora la iglesia del
Cristo de la
Luz.
El Palacio de la
Aljafería en Zaragoza, del período almorávide, la
torre
de la Giralda en Sevilla, de tiempos
almohades, y sobre todo, el
palacio granadino de la
Alhambra, obra cumbre de los nazaríes.