El problema de la mímesis (TD)

Descripción

1º de Bachillerato Historia de la Filosofía Apunte sobre El problema de la mímesis (TD), creado por Trini Díaz Sanz el 30/12/2018.
Trini Díaz Sanz
Apunte por Trini Díaz Sanz, actualizado hace más de 1 año
Trini Díaz Sanz
Creado por Trini Díaz Sanz hace casi 6 años
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Resumen del Recurso

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PLATÓN

Según Platón, todas las artes plásticas proceden por mímesis o imitación de la naturaleza. Afirmó que la mímesis es solo la apariencia sensorial de las imágenes exteriores de las cosas, que constituyen el mundo opuesto al de las Ideas, que son abstractas. Esta imitación de la realidad solo es una copia de la copia del mundo de las ideas. Platón creía que la poesía corrompía, deformaba, era falsa. Los poetas eran meros imitadores mediocres.

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ARISTÓTELES

Aristóteles fue el primero en llamar mímesis a esta forma de imitación de la naturaleza, como principio fundamental del arte. Juzgaba Aristóteles que existía una función, que era además muy placentera y edificante, en el ejercicio de la imitación, por el cual era posible representar la actividad humana, y decidió llamarla mimesis. Observaba que no se trataba de escuetas duplicaciones de ideas, sino producción de actos singulares de un muy especial significado para los hombres. Investigó sobre este asunto y llegó a proponer las formas en que se produce y expresa el arte según los medios de imitación, el ritmo, el verso, el cantolos modos, narración, representación,los objetos, caracteres,etc. Crea todo un estatuto de normas dirigidas a salvaguardar la proporción, estableciendo su concepto primordial de poiesis como el acto de creación y construcción poética, afín, íntimamente, con la mimesis. Resultando de esta poiesis, basada en la mimesis, un propósito estético y educativo, que busca la purificación de las pasiones por medio del reconocimiento. Es decir, quela representación mimética, en Aristóteles, es un acto y proceso de conocimiento Así, la noción de mimesis está relacionada con la noción de catarsis, entendida como una "clarificación intelectual", como la purificación de las pasiones por medio del entendimiento. Nos encontramos, entonces, ante la revelación de una naturaleza singular, de verdades metafóricas y enigmáticas. Una verdad construida, mostrada, no argumentada, de lo esencial y más profundo del hombre. En el razonamiento aristotélico, hasta la base del aprendizaje es la mímesis o imitación, que es propio del hombre. Llegó a afirmar que el hombre es un animal mimético, por tanto, toda enseñanza se toma como imitación, lo que produce un aprendizaje por mímesis. 

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MÍMESIS Y DIÉGESIS

Tanto Platón como Aristóteles oponían la “mímesis” a la “diégesis”. En la diégesis la obra de arte no es análoga a nada de la realidad. La diégesis existe con una gramática propia concebida únicamente por el autor. En definitiva, es la ficción, fantasía, añoranza o ensueños que los expresa directa, libre y creativamente, en contraste con la mímesis.

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FOTOGRAFÍA Y CINE

En el siglo XIX, ante la aparición de la fotografía y el cine, se consideró a este elemento como el medio más idóneo de imitación perfecta y objetiva de la realidad, según leyes de mecánica y óptica, sin la intervención de la mano del artista. Un pequeño detalle es que mientras se discutía de esto, la fotografía era en blanco y negro, y los fotógrafos le agregaban o quitaban elementos dramáticos en el cuarto oscuro, antecesor del Photoshop.

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EUGENIO TRÍAS

Para este filósofo español, nada es original, nada es nuevo, sino mimesis, «imitación de la realidad». "Idea pedagógica por excelencia en tanto que, mimesis habla del nexo que vincula al hijo con el padre, al discípulo con el maestro. Idea temporal por excelencia que nos explicita la naturaleza de la historia en lo que tiene de cambio o relevo dinámico de generaciones o épocas. Es la mimesis lo que asegura una continuidad en el relevo generacional. Es así mismo el nudo focal que permite discriminar, entre mera imitación u obediencia a una autoridad constituida y consagrada, y repetición creadora en donde la lección aprendida actúa como pauta de suscitación y sugerencia respecto a la expresión del propio estilo. Propongo, pues, traducir interpretativamente el término griego mimesis, mimesis en sentido propio, con el término repetición creadora."  La idea de mimesis que propone pone el énfasis en la dimensión histórico-generacional y dinámica del término. Además, al sustituir el término creación por el de recreación, destruye la idea de originalidad, aunque, si bien nada es original, nada es nuevo bajo el sol, todo puede ser renovado, cada vez de forma diferenciada, variada.

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NELSON GOODMAN

Señala que es imposible imitar la realidad tal como es, puesto que siempre toda visión va acompañada de una interpretación, ya que no existe un ojo natural “inocente”.

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PAUL RICOEUR

El nexo esencial entre Aristóteles y RICOEUR radica en el rechazo de la mímesis como copia o reproducción. Según Ricoeur, lo que caracteriza la mímesis aristotélica no es la relación de semejanza (como en la mímesis-copia), sino un proceso de construcción. La mímesis como proceso de construcción opone al carácter pasivo de la noción de copia el significado dinámico de la poiesis, que además se sitúa en el ámbito de la práxis: “no cabe mímesis más que donde hay un hacer." La mímesis en entendida como “operación” “¡Curiosa imitación, la que compone y construye aquello mismo que imita!.” Imitar, en este sentido, no es duplicar la realidad, sino re- componerla, rehacerla, de modo que la cercanía a la realidad humana, que es lo imitado, se une a la distancia impuesta por la construcción. La dialéctica cercanía/distancia, que expresa la paradoja de la mímesis, nos ofrece la mejor perspectiva para entender la propuesta ricœuriana, en tanto que la cercanía indica la dimensión referencial y la distancia el momento de la invención - ficción.  Si la mímesis es invención, no puede referirse al mundo como si lo representara en términos de copia. Por eso, la mímesis creadora, cuya función consiste en ayudarnos a descubrir nuevas dimensiones de la experiencia, solo ha podido ser cabalmente comprendida con el desarrollo de la pintura no figurativa. La paradoja se muestra, asimismo, en que cuanto más se distancia la obra de la realidad inmediata, mayor es su poder para incidir en lo real, para reestructurarlo y modificar el mundo del receptor. Esta mímesis desvela la capacidad cognoscitiva de la imaginación e introduce una forma de verdad, como revelación de lo real. La noción de mímesis implica así́ una teoría de la verdad, que inicialmente se plantea como verdad metafórica, y se aparta de la concepción de la verdad - adecuación propia de la noción de representación , y que trata de descubrir una referencia oculta. Remarquemos que esta verdad, además de construida, es mostrada, no argumentada. Y este descubrimiento se vincula a una interpretación del efecto de la obra que tiene algo de innovación o descubrimiento ontológicos. Mimesis designa aquí, el efecto de la obra sobre la realidad y el receptor. “¡He aquí́ un extraño mimo, que compone y construye aquello mismo que imita!” Paul Ricoeur.

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MERLIN DONALD

El desarrollo evolutivo-cognitivo que se aprecia en el género Homo se logra por medio de la evolución de los modelos de representación, es decir, con la evolución de nuevos modos de recordar y representar la información. Cado uno de ellos se superponía al anterior. Para él, el distintivo de la mente moderna es la constante integración y reelaboración de experiencias a través de múltiples formas de representar la información. Para Donald adquirimos nuestro conocimiento simbólico desde afuera a dentro, por lo que lenguaje y símbolos son esencialmente fenómenos de la red social. Los seres humanos producen y son producidos por la cultura, al crear formas externas de memoria, los humanos deben de adaptarse neurológicamente (plasticidad neuronal) a ellos.

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RENÉ GIRARD

La principal novedad antropológica de la teoría mimética de Girard consiste en la afirmación de que el hombre es un ser fundamentalmente mimético, incluso antes que un ser racional. «Los hombres se influencian unos a otros, y, cuando están juntos, tienen tendencia a desear las mismas cosas, no sobre todo, en razón de su escasez, sino porque, la imitación comporta también los deseos. El hombre busca hacerse un ser que está esencialmente fundado sobre el deseo de su semejante»  La filosofía antigua ya hablaba de mímesis (Platón, Aristóteles), pero el pensador francés considera que sólo fue reconocida la mímesis de representación (que influyó decisivamente en las cuestiones estéticas) y no la mímesis de apropiación, la cual comporta no sólo el saber o los conceptos, sino sobre todo los deseos: «Cuando es imitado un ademán de apropiación, esto significa sencillamente que dos manos se tienden simultáneamente para tomar el mismo objeto: el conflicto no puede dejar de surgir»  Girard analiza algunas obras maestras de la literatura universal, como Don Quijote de Cervantes, Madame Bovary de Flaubert, Rojo y Negro de Stendhal, A la búsqueda del tiempo perdido de Proust y algunas obras de Dostoievsky. Desde la primera página, Girard deja entrever su intuición fundamental: don Quijote quiere ser un gran caballero y para ello debe hacer todo lo que ha hecho Amadís de Gaula, y desde ese momento no desea a partir de sí mismo, sino que imita los deseos de Amadís. Por su parte, Madame Bovary no desea a partir de sí misma, sino que imita los deseos de las heroínas de las novelas que lee en su casa. De igual modo los personajes de Stendhal, los de Proust, los de Dostoievski… todos estos autores presentan la curiosa situación de que los deseos no brotan de los individuos mismos, sino de los demás.  Nuestros deseos no parten en línea recta de nosotros mismos, o de alguna facultad nuestra, directamente hacia el objeto deseado, sino que pasan por un tercero que Girard nombra modelo o mediador. De aquí el esquema triangular de sujeto deseante — modelo-mediador — objeto deseado. El deseo mimético le permite a Girard explicar muchos fenómenos característicos de la naturaleza humana, como el disimulo y la vergüenza. Respecto del tan actual disimulo: «Tanto en negocios como en el amor, el secreto del éxito es el disimulo. Hay que disimular el deseo que se siente, hay que simular el deseo que no se siente. Hay que mentir». Respecto de la vergüenza: «El mimetismo del deseo infantil es universalmente reconocido. El deseo adulto no es diferente en nada, salvo que el adulto, especialmente en nuestro contexto cultural, casi siempre siente vergüenza de modelarse sobre otro; siente miedo de revelar su falta de ser. Se manifiesta altamente satisfecho de sí mismo; se presenta como modelo a los demás; cada cual va repitiendo “imitadme” a fin de disimular su propia imitación»  Para Girard el hombre es mimético, es decir, imita los deseos del otro y, así, quiere los mismos objetos que el otro. Lo cual supondría que, al tener el objeto deseado, la imitación cesaría. Pero Girard profundiza en esta línea y apunta que el hombre continuamente se ve desilusionado cuando obtiene el objeto deseado. Entonces voltea a otro objeto, y si lo obtiene experimenta nuevamente la desilusión. En realidad, afirma Girard, el objeto no es importante, pues en el fondo, no son los objetos lo que se quiere, sino EL SER del modelo rival que lo ha mostrado. El deseo infinito del hombre se expresa en el hecho de experimentar radicalmente su limitación, su deficiencia de ser. Y los demás aparecen como aquellos que han colmado ya esa deficiencia; por tanto, al desear lo que ellos desean aspira a ver también colmado su déficit ontológico. Este deseo de ser, que Girard llama metafísico, se ve claramente ilustrado en la actual publicidad, la cual muestra personas atractivas utilizando ciertos productos. Esas personas dicen qué es lo que se debe desear, qué objetos se deben poseer. Pero en realidad, las personas que ven esa publicidad lo que buscan es ser como aquel que posee tal producto. «El hombre desea intensamente, pero no sabe exactamente qué, pues es el ser lo que él desea, un ser del que se siente privado y del que cualquier otro le parece dotado. El sujeto espera de este otro que le diga lo que hay que desear, para adquirir este ser». Pero ¿No desafía Girard con esta afirmación a la gran tradición occidental, según la cual el hombre es perfectamente autónomo en su actuar? ¿No tiene el hombre en su interior, en su naturaleza, la pauta necesaria para saber lo que debe conocer y desear? Girard responde con un no tajante. No puede sino imitar lo que desean los demás y querer lo que desean los demás. Por eso, dice Girard, que uno de los mayores engaños del mundo moderno es la creencia en el deseo espontáneo, original y por ello libre del ser humano. Nuestros deseos no son a partir de nosotros mismos sino a partir de los otros, por lo que no somos seres absolutamente autónomos y autosuficientes: «Lejos de ser lo más propiamente nuestro, nuestro deseo proviene de otro. Es eminentemente social…». Esta hipótesis de la mímesis y de la autonomía relativa choca de frente con la mentalidad moderna y posmoderna que ha levantado su sistema sobre el solipsismo (Descartes) y la autonomía absoluta (Kant) del individuo. El hombre moderno, y también el posmoderno, se piensa tanto más libre cuanto más puede elegir a partir de sí mismo. Girard declara que aquello es un engaño, el engaño más grande de la modernidad: al contrario, cuando más libre y autónomo se experimenta el hombre, más dentro de la esfera mimética se encuentra, ya que la mímesis es un mecanismo que se retrae a dar la cara y permanece oculto. La crítica a la filosofía en general, pero sobre todo a la moderna, es clara: TODA LA FILOSOFÍA MODERNA, A PESAR DE SUS APARENTES DISPUTAS, COMPARTE UNA LUSIÓN, SE APOYA EN LA MENTIRA DE CREER EN LA AUTONOMÍA HUMANA.  Y aquí la cuestión se engarza con el tema de la libertad. Sabiendo que existen muchas acepciones del término, Girard afirma que «su [de los modernos] “libertad” es el fruto de una confusión extrema entre algunos usos filosóficos del término y sus usos cotidianos. Para la mayoría de los críticos libertad es sinónimo de espontaneidad». De este modo, en lo que respecta a la constitución del individuo, Girard  rechaza la autoafirmación del sujeto al margen de cualquier configuración social. Con todo, para evitar el riesgo de ser malentendido, Girard explica la relación entre libertad, autonomía y mímesis: «No digo que no haya yo autónomo. Digo que las posibilidades de ese yo autónomo, en cierto sentido, son casi siempre recubiertas por el deseo mimético, y por un falso individualismo en el que el apetito de diferencia tiene, por el contrario, efectos niveladores». El deseo triangular, hace que Girard descubra una cierta constitución antropológica, que muestra de qué manera las relaciones interpersonales están marcadas por el conflicto, la rivalidad y la violencia. Y se ve que esta situación es una patente y dolorosa realidad aquí y ahora. La rivalidad escala hasta el conflicto, el conflicto hasta la violencia, la violencia hasta el derramamiento de sangre, el derramamiento de sangre hasta la venganza y la venganza amenaza con desbordar todo límite y hacer imposible la convivencia entre los hombres. ¿Hay alguna salida a esta situación? ¿Se puede escapar del deseo mimético y de la rivalidad y violencia que con tanta facilidad le siguen?

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TAREA FINAL

  Escribe tu propia disertación sobre el problema de la mímesis, valiéndote de los autores estudiados.

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