Causas externas e internas de la lucha de independencia

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Apunte sobre Causas externas e internas de la lucha de independencia, creado por Jesús David Celis Hernández el 12/10/2019.
Jesús David  Celis Hernández
Apunte por Jesús David Celis Hernández, actualizado hace más de 1 año
Jesús David  Celis Hernández
Creado por Jesús David Celis Hernández hace alrededor de 5 años
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Resumen del Recurso

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La Nueva España y las Reformas Borbónicas

Las reformas borbónicas es el nombre dado al cambio en la administración política, económica y social del reino de España y sus posiciones de ultramar al asumir al trono español la casa de Borbón.   Al morir Carlos II sin descendencia, los Habsburgo llegan a su fin como gobernantes en España, Felipe V escogido por Carlos II para sucederlo como monarca español sería el primer Borbón en gobernar el trono español. La sucesión monárquica trajo como consecuencia a España el estallido de la llamada guerra de sucesión española que hizo perder al reino sus posesiones dentro de Europa, pero empodero a los borbones definitivamente como la dinastía reinante en España. Las reformas se aplicarían desde el entronamiento del primer borbón en la corona española, pero sería hasta el reinado de Carlos III bajo el despotismo ilustrado que dichas reformas alcanzarían su punto más alto en cuanto a su aplicación. El objetivo de las reformas borbónicas fue el de centralizar la administración de las riquezas del reino y de sus posiciones en ultramar que los Habsburgo delegaron en manos de terceros entre ellos la iglesia. La restructuración de la alcabala fue una de las reformas borbónicas más importante respecto al cobro de impuestos de la real hacienda, ya no eran particulares como la iglesia los encargados de cobrarla sino directamente representantes del rey José de Gálvez de 1765 a 1771 fue el encargado de vigilar la aplicación de las reformas borbónicas en la Nueva España respaldado por la corona española a cargo de Carlos III; José de Gálvez logro que en el territorio novohispano comenzara a retornar la autoridad del rey español en los asuntos administrativos que durante el reinado de los Habsburgo estaba descentralizada del monarca español. La relativa autonomía novohispana que el territorio tuvo bajo el dominio de los Habsburgo dejo de ser para depender directamente del rey de España por consiguiente los virreyes vieron mermado su poder, la economía afectada por los nacientes monopolios que solo se interesaban en generar riqueza para la corona, en Nueva España causo descontento por las estrictas medidas fiscales, aunque la dinámica comercial fuera menos restrictiva que con los Habsburgo ya que el beneficio monetario en gran medida Iba a parar a manos del rey. La nueva España al reinado de los borbones sufrió un cambio respecto a cómo el territorio novohispano era distribuido bajo el dominio de los Habsburgo, hacia 1786 la Nueva España se divido en 12 intendencias y cuatro gobiernos que dependían del virrey, los cargos para regir y gobernar la nueva división territorial fueron ocupados en su mayoría por españoles peninsulares, dicha división se pensó para restar poder virreinal sobre los territorios. Entre los criollos el ser relegado en segundo término en todas las funciones administrativas comenzó a enfrentarlos contra los españoles peninsulares que llegaban para llevar la vida política y económica del virreinato en beneficio de la monarquía española. La iglesia sufrió el poder de las reformas borbónicas que intentaron sujetarla a la corona para disminuir su poder político y monetario en los asuntos de gobierno, la expulsión de los jesuitas hacia 1767 de todos los territorios españoles fue el punto más álgido entre la corona y el clero, en nueva España esta orden religiosa se encargaba de la educación de los jóvenes pobres o aristócratas criollos lo que le dio gran poder e influencia en las mentes de sus educandos. Con las reformas borbónicas Nueva España paso a ser una colonia en forma para España de la cual extraía recursos vitales para subsistir y financiar las guerras con las potencias que le hacían frente en Europa por las riquezas del nuevo mundo y por la hegemonía en Europa. Consecuencia de la implementación de las reformas borbónicos en la Nueva España El objetivo de las reformas borbónicas fueron claras a su nacimiento, el explotar y controlar verdaderamente sus posiciones en América hicieron olvidarse a la corona española a los nacidos en ellas su opinión fue dejada en segundo término, indígenas y criollos por una u otra razón comenzaron a sentir un resentimiento hacia la iberia española que obtenía una riqueza inmensa de la Nueva España mucha más que la que le proporcionaba cualquier virreinato en América. Los criollos novohispanos con las ideas de la ilustración enseñadas por los jesuitas expulsados del reino comenzaron a idear la forma en la cual pudieran deshacerse del dominio español en las tierras que consideraban suyas, ideas que como consecuencia de las reformas borbónicas detonaron la Independencia de México 

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La Ilustración

Es la ideología y la cultura elaborada por la burguesía europea en su lucha con el absolutismo y la nobleza. También puede ser definida como la culminación del racionalismo renacentista. Se trata de un fenómeno iniciado en Francia, que se va extendiendo por toda Europa a lo largo del siglo XVII. La Ilustración es la postura crítica que adopta la burguesía frente al orden establecido.    El ideal de la Ilustración fue la naturaleza a través de la razón. En realidad no es más que el espíritu del Renacimiento llevado hasta sus últimas consecuencias, en manifiesta oposición con lo sobrenatural y lo tradicional.. El Ilustrado llegaba al amor al prójimo partiendo de la razón y no de la  Revelación. La razón también podía llevarle a Dios creador del orden universal o bien en no creer en principio Supremo alguno. Por ello, la mayoría de los ilustrados eran deístas, aunque o sencillamente ateos.    EL RACIONALISMO  Sin duda, el vocablo más utilizado en  el siglo XVIII en literatura, filosofía y ciencia, es el de “racional”.. Los intelectuales de éste siglo dieron a su época en nombre de “siglo de las luces”, refiriéndose a las luces de la lógica, de la inteligencia, que debía iluminarlo todo. Se da enorme importancia a la razón: el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo es real lo que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser rechazado como falso e inútil. Este racionalismo llevó a la lucha contra las supersticiones, por eso en este siglo termina la denominada “caza y quema de brujas”. En el campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo: la mayor parte de los ilustrados son deistas, que afirman la existencia de un Dios creador y justo, pero consideran que el hombre no puede entrar en contacto con la divinidad, y por tanto no sabe nada de ella. De acuerdo con esto, los deistas rechazan las religiones  reveladas, pero al mismo tiempo practican la tolerancia religiosa, pues si todas las religiones valen lo mismo, todas deben ser  permitidas.   BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD Se considera que la Naturaleza ha creado al hombre para que sea feliz. Pero de acuerdo con la mentalidad burguesa, esta felicidad para que sea auténtica debe basarse en la propiedad privada, la libertad y la igualdad. Cuando los ilustrados citan la igualdad, no se refieren a la igualdad económica, sino a la política y legal: igualdad ante la ley.   EL  OPTIMISMO  El hombre del siglo XVIII piensa que la naturaleza es una especie de máquina perfecta que lo hace todo bien.; hay motivos, por tanto, para sentirse optimista. Por otro lado, se considera que la  historia supone la evolución progresiva de la humanidad, es decir, que el hombre con el transcurso de los siglos se va perfeccionando continuamente; así llegará el momento en que se logrará construir la sociedad perfecta, una especie de paraíso en la tierra.   EL  LAICISMO La Ilustración es la primera cultura laica de la historia de Europa; cultura al margen del cristianismo, y en algunos aspectos anticristiana.. Esto tiene su explicación en cierto rechazo por parte de la Iglesia, de la forma de vida burguesa. La burguesía constituye una clase que, desde su aparición, vive del comercio, del préstamo con interés y del lucro. Todavía en el siglo XVIII nos encontramos con teólogos que consideraban al préstamo con interés como usura; con moralistas que seguían hablando de ganancias ilícitas y, con sacerdotes que predicaban que era más fácil salvarse a un hombre dedicado al ocio, que no al comerciante.  Las virtudes cristianas son transformadas en virtudes laicas; los ilustrados nunca hablan de caridad (amor al prójimo por amor a Dios), sino que emplean la palabra filantropía (amor al hombre por el hombre mismo).El carácter no religioso de la Ilustración se nota también en las lecturas de la época: en el siglo XVII los libros que más se editaban eran  las vidas de santos y las obras de piedad; en cambio en el siglo XVIII las obras más editadas son de filosofía, ciencias naturales y apenas libros religiosos.  

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La revolución Francesa

La situación de Francia en el siglo XVIII fue la injusticia social extrema en el momento del Antiguo Régimen. En esa época Francia estaba dividida en tres Estados. El Tercer Estado estaba formado por los trabajadores urbanos, campesinos y la pequeña burguesía comercial. Los impuestos eran pagados solamente por ese segmento social con el objetivo de mantener los lujos de la nobleza. Francia era un país absolutista en ese momento. El rey gobernaba con poderes absolutos, controlando la economía, la justicia, la política e incluso la religión de los súbditos.  La vida de los trabajadores y campesinos era de extrema miseria, por lo tanto, deseaban mejoras en la calidad de vida y de trabajo. La burguesía, aun teniendo una condición social mejor, deseaba una participación política mayor y más libertad económica en su trabajo.  La Caída de la Bastilla La situación social era tan grave y el nivel de insatisfacción popular tan grande que el pueblo fue a las calles con el objetivo de tomar el poder y arrancar del gobierno a la monarquía comandada por el rey Luis XVI. El primer objetivo de los revolucionarios era la Bastilla. La toma de la Bastilla el 14/07/1789 marca el inicio del proceso revolucionario, porque la prisión política era el símbolo de la monarquía francesa. Inspirado por el movimiento de la Ilustración(aquí), el lema de los revolucionarios era “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, como resumió muy bien los deseos del Tercer Estado francés. Durante el proceso revolucionario, gran parte de la nobleza salieron de Francia, pero la familia real fue capturado cuando trataba de huir del país. Prisioneros, miembros de la monarquía, incluyendo el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta fueron guillotinados en 1793. El clero tampoco dejó sin castigo, porque los bienes de la Iglesia fueron confiscadas durante la revolución. La Monarquía Constitucional En el mes de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente canceló todos los derechos feudales que existían y promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Este importante documento traía significativos avances sociales, garantizando derechos iguales a los ciudadanos, además de una mayor participación política para el pueblo. Sin embargo, a pesar de revolucionaria, la Declaración no reconocía la igualdad de las mujeres y no les concedió derechos de ciudadanía. La Fase del Terror En 1792, tras el frustrado intento de fuga de la familia real, los jacobinos y los republicanos radicales liderados por Robespierre, Danton y Marat asumen el poder y organizan las guardas nacionales. Los radicales acaban con la Monarquía Constitucional e instituyen la República. Las guardas nacionales reciben órdenes de los líderes para matar a cualquier opositor al nuevo gobierno. Muchos integrantes de la nobleza y otros franceses de oposición fueron condenados a muerte en la guillotina. 

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Invasión de Napoleón a España

Inicialmente España era aliada de Francia, mediante el acuerdo suscripto por el primer ministro Manuel de Godoy y por Francia, mediante el Tratado de Fontainebleau. En virtud de él, en1807, los ejércitos franceses cruzaron España con el objetivo invadir Portugal. Pero en 1808, Francia se volvió en contra de España. Bajo el pretexto de reforzar el ejército franco-español que ocupaba Portugal, Francia comenzó a enviar tropas imperiales a España. En febrero de 1808, Napoleón ordenó a los comandantes franceses a tomar las fortalezas militares estratégicas españolas. Era el comienzo de la guerra.   El ejército español se vio prácticamente paralizado: sorprendido, mal equipado, in sus mejores tropas llevadas por Napoleón Bonaparte a Dinamarca o dispersos desde Portugala las Islas Baleares. Para asegurar su hábil maniobra militar, Napoleón tejió una serie de intrigas contra la familia real española. Es lo que se conoce como las Abdicaciones de Bayona, mediante las cuales Napoleón obtiene los derechos sobre la corona de España. El emperador cede sus derechos a su hermano José Bonaparte, quien asumirá como rey de España bajo el título de José I .    

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Francia invade España

Con Fernando VII exiliado en Francia y José I instalado en el trono de Madrid, los sublevados empezaron a luchar en nombre de la legitimidad del rey en el exilio al mismo tiempo que conformaban, con el paso del tiempo un sistema de oposición cada vez más organizado. Así, el vacío de poder en las distintas regiones se va solucionando por parte de los sublevados con la creación de pequeñas juntas que se encargaban del control de una zona en concreto. Con el tiempo, estas pequeñas juntas locales fueron evolucionando hasta crearse juntas provinciales y, finalmente, una Junta Suprema Central Gubernativa del Reino que se proponía como un sistema de gobierno Central opuesto al sistema napoleónico que existía en Madrid a cargo de José I. Esta Junta, además de considerarse como un órgano gubernativo legítimo, tenía también como objetivo aunar los esfuerzos de los sublevados y crear un ejército unificado y organizado que pudiera plantar cara al poderoso sistema napoleónico. Fue precisamente la Junta Suprema Central la que se encargó de convocar las Cortes Generales donde se aprobó la famosa constitución de Cádiz de 1812, aunque la capacidad del gobierno provisional para poner en práctica las reformas acordadas por la Junta y aquellas plasmadas en la Constitución en tiempos de guerra fue bastante escasa. Por otra parte, las operaciones bélicas continuaban su curso mientras la población rebelde intentaba organizarse. El ejército napoleónico, hasta el momento prácticamente invicto en Europa, sufrió una dura derrota en la famosa batalla de Bailén en 1808 y no controlaba apenas el territorio de la península Ibérica. Sin embargo, Napoleón, al darse cuenta de los niveles de caos que empezaba a alcanzar la situación en el nuevo reino de su hermano, decidió acudir personalmente con un mayor número de tropas para poner orden. Su estrategia fue enormemente exitosa y a partir de 1809 los franceses empezaron a ganar terreno, hasta el punto de que Cádiz, donde se encontraba reunida la Junta Suprema Central, fue la única ciudad que le quedó por conseguir. El éxito de las tropas napoleónicas fue rotundo durante los años de 1809, 1810 y 1811 y la todavía desunida oposición rebelde no pudo detener su avance. Sin embargo, pusieron las cosas muy difíciles a las tropas napoleónicas, especialmente a la hora de intentar imponer un dominio administrativo y político efectivo en los distintos territorios que iban conquistando, organizando una eficaz política de guerra de guerrillas que fue muy costosa para el ejército francés. El progresivo debilitamiento de Napoleón en Europa, que le obligó a atender otros frentes militares quitando tropas de España, la mejor organización de los rebeldes y el fuerte apoyo militar y económico que les otorgó Gran Bretaña hizo que los franceses fueran perdiendo progresivamente más y más terreno en la Península Ibérica. Tras sufrir derrotas tan importantes como la de Arapiles y viendo cómo perdía cada vez más terreno en Europa, Napoleón firmó en 1813 el tratado de Valençay, que recibe el nombre del castillo donde Fernando VII había permanecido retenido durante la guerra de la Independencia junto con su hermano y su tío. En este tratado, se devolvía la corona española a Fernando VII y Napoleón se comprometía a retirar todas las tropas que le quedaban en territorio español. Fernando VII volvió así a España como rey, habiéndose considerado como total la derrota de Napoleón. Todos los órganos vinculados a la lucha española contra las tropas españolas, incluyendo la Junta Central, habían actuado en nombre de Fernando VII e incluso la Constitución de 1812 reconocía su autoridad como monarca, aunque se esperaba que reconociera y jurara la Constitución acordada. Sin embargo, Fernando VII no pensaba reconocer ni la Constitución ni las reformas que se habían hecho durante la guerra. Poco después de llegar a territorio español, hacía su aparición el llamado «Manifiesto de los Persas» en el que, con el apoyo de los núcleos más tradicionales del poder, se suprimía la cámara gaditana y se volvía al estado de poder absoluto real previo a la llegada de Napoleón a la península, acabando con todos los avances realizados durante el periodo de las Cortes de Cádiz. Es este hecho el que marca el final de la Guerra de la Independencia y la inauguración de un nuevo periodo histórico, donde el sistema absolutista se encuentra dando sus últimos pasos y en el que el Antiguo Régimen como tal acabará totalmente con el inicio del reinado de Isabel II en 1833.  

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En julio de 1808 el Ayuntamiento de México recibió una noticia inesperada: el sucesor al trono español Fernando VII y el rey Carlos IV abdicaron la Corona en favor de Napoleón Bonaparte, quien colocó en el trono español a su hermano José. Este suceso sin precedentes trastocó la concepción de los novohispanos sobre el ejercicio del poder y más allá de la coyuntura tan complicada, implicó un hito histórico con alcances a largo plazo que modificaron por completo el panorama político de ambos hemisferios. Los abogados que conformaban el Ayuntamiento eran letrados ilustrados con una amplia cultura política y conocimiento de las ideas liberales, que desde la Revolución francesa se comenzaron a esparcir por diferentes lugares del mundo, incluyendo a Nueva España a pesar de que los libros que contenían estas ideas estaban prohibidos. Francisco Primo de Verdad y Ramos, Juan Francisco Azcárate, Carlos María de Bustamante y José Miguel Alcocer, por mencionar sólo algunos, formaron parte de un movimiento en contra de la Real Audiencia que prefiguró los conflictos entre novohispanos y españoles que, hacia 1821, culminó con la independencia de México. La crisis de 1808 llevó tanto a peninsulares como a americanos a crear órganos de gobierno provisionales denominados Juntas locales o provinciales, cuya función en el contexto de la ausencia del monarca era deliberar acerca de la resistencia hacia el invasor francés. Esta situación llevó a los miembros del Ayuntamiento de la capital y de la Real Audiencia a expresar opiniones encontradas sobre la legitimidad de crear órganos de gobierno autónomos. Los primeros consideraban necesario crear una Junta con notables novohispanos, al igual que lo hicieron las provincias de la Península. Los segundos, por el contrario, consideraban que Nueva España continuaba siendo una colonia, y por lo tanto debía seguir subordinándose a las decisiones que se tomaban al otro lado del Atlántico. Con el apoyo del virrey José de Iturrigaray, los miembros de la Real Audiencia eran un obstáculo impenetrable para quienes tenían intenciones autonomistas. Ante esta situación, la noche del 15 de septiembre del mismo año más de 300 personas participaron en un motín en contra del virrey que provocó su destitución además de que aprehendieron a su familia. El golpe de Estado de 1808 en Nueva España fue llevado a cabo principalmente por los comerciantes de la ciudad, encabezados por el hacendado Gabriel de Yermo. Éstos tuvieron el apoyo del Ayuntamiento, así como de algunos altos eclesiásticos como el arzobispo Francisco Xavier de Lizana y el inquisidor Isidro Sáenz de Alfaro. Las autoridades se reunieron para definir la situación inédita que enfrentaban, y decidieron desconocer a Iturrigaray y nombrar a Pedro Garibay como nuevo virrey; además decretaron la prisión de los miembros más connotados del Ayuntamiento de la ciudad e hicieron una proclama pública donde reconocían que la destitución del virrey era resultado de un movimiento ""popular"". La actitud contradictoria de reconocer la destitución al tiempo que actuaban en contra del Ayuntamiento y reconocían las facultades del pueblo para derrocar a su gobernante dejó claro a los súbditos novohispanos que las autoridades peninsulares de Nueva España actuaban ilegítimamente con tal de mantener su poder. A largo plazo, la crisis y el golpe de Estado de 1808 puso de manifiesto que la transformación radical del orden político en el que Nueva España era una colonia subordinada, podía romperse y de que las ideas autonomistas tenían un trasfondo legítimo, como manifestación de las aspiraciones populares. Los autonomistas, que después optaron por la lucha por la independencia, se nutrieron de diversas experiencias que definieron estrategias para alcanzar el anhelo de separarse de España autogobernarse; por eso los hechos de 1808 fueron tan trascendentes en el proceso de la independencia de México.

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Conspiración de Querétaro

La conspiración de Querétaro de 1810, fue el movimiento clandestino destinado a lograr la independencia novohispana, que triunfó en las aspiraciones de búsqueda de autonomía del virreinato español de la corona española; que en ese momento de la historia de España, se encontraba en manos del hermano de Napoleón Bonaparte de nombre, José Bonaparte, a consecuencia de la invasión de Francia a España por el primero en 1808; es a partir de este acontecimiento, que la inquietud de los criollos sobre la legitimidad del gobierno español sobre sus territorios americanos, fue puesta en duda.   En Nueva España en 1809, un año antes de que la conspiración de Querétaro hiciera estallar el inicio de la guerra de independencia, se dio la conspiración de Valladolid en lo que hoy es el estado de Michoacán; esta pretendía declarar al virreinato autónomo, desconociendo al gobierno de José Bonaparte y reclamando gobernar la Nueva España a nombre de Fernando VII. el uso de las armas para lograr su acometido fue una opción, sin embargo el 21 de diciembre de 1809 son descubiertos los conspiradores y encarcelados; destacan en esta conjura independentista el militar José Mariano Michelena, José María Obeso, fray Vicente Santa María y el padre Manuel de la Torre Lloreda.

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La crisis política de 1808

A comienzos de julio de 1808, el fraile de la Merced, Melchor de Talamantes, se enteró de los sucesos que habían tenido lugar las semanas anteriores en España. El mes de marzo, en Aranjuez, Fernando de Borbón obligó a su padre, Carlos IV, a abdicar, luego de un motín popular que casi le costo la vida a Manuel Godoy, la figura más importante de la monarquía. En mayo, en la localidad francesa de Bayona, Carlos, Fernando y el resto de la familia real, renunciaron a sus derechos a la corona española a favor de Napoleón, que de inmediato la entregó a su hermano José.  Estos acontecimientos serían de enorme trascendencia para la suerte de la América hispana, muy pronto se verían sus consecuencias. Debido a que las más importantes instituciones de la monarquía titubearon o apoyaron a Bonaparte, los opositores a los franceses se organizaron en juntas provisionales de gobierno. Estas juntas desconocieron la legalidad de las Abdicaciones de Bayona, pues argüían que los monarcas españoles no actuaron libremente. Los levantamientos populares pusieron en jaque a las tropas francesas, pero la proliferación de juntas generó problemas. La resistencia española no se hallaba coordinada y era difícil establecer alianzas con otras potencias, debido a que ninguna junta tenía el reconocimiento de las demás.  Inquietud en la Nueva España Talamantes supo de inmediato que el futuro de Nueva España estaría determinado por las acciones de su propios habitantes. Aunque la enorme mayoría de la gente aceptaba formar parte de la monarquía española, en un sentido estricto la metrópoli había caído. El mercedario abandonó entonces el trabajo que lo había desvelado en las semanas anteriores: un estudio sobre la frontera de Texas y Estados Unidos. Las ambiciones territoriales de esa república eran una amenaza, pero no la única ni representaba el peligro más grave. A comienzos de 1808 varios navíos españoles habían sido capturados por barcos británicos en el Golfo de México. Los rumores sobre una expedición inglesa cobraron fuerza. Los comerciantes de la ciudad de Veracruz no estaban seguros de que las tropas acantonadas en Perote y en las villas de Xalapa, Córdoba y Orizaba estuvieran capacitadas para defender el puerto. Como buena parte del costo de la defensa de Nueva España había quedado en manos de los comerciantes, exigían prioridad, pero el virrey no estaba dispuesto a arriesgar a sus tropas a las enfermedades que asolaban en la costa.  Talamantes era una persona cercana al virrey, pero no incondicional. Conocía muy bien sus virtudes y sus ambiciones. Iturrigaray sabía rodearse de gente brillante, por eso, impulsó la carrera política de algunos criollos, como Francisco Azcárate y Francisco Primo de Verdad, para que ocuparan cargos en el ayuntamiento de México, a cambio de su apoyo para realizar mejoras urbanas, como ocurrió con su enfrentamiento con el hacendado Gabriel Yermo respecto a la carne que éste introducía en la ciudad. El principal compromiso del virrey era con el fortalecimiento de la monarquía y la defensa de sus dominios, por lo que no dudó en enfrentarse a grupos poderosos. En algunas oportunidades, los integrantes de los consulados de comercio habían elevado sus quejas contra Iturrigaray ante las autoridades metropolitanas, pero Godoy había decidido darle todo su respaldo. Por eso, cuando se recibieron las noticias de su caída, no faltó quien notara al virrey preocupado. Algunas personas consideraban excesivo el protagonismo de Iturrigaray y aprovecharon la ocasión para obligarlo a tomar en cuenta a otras instituciones, como la Real Audiencia de México, máximo tribunal de justicia, encargado también de algunas funciones de gobierno. Fue entonces cuando arribaron las noticias de las Abdicaciones de Bayona. Naide esperaba que Napoleón traicionara de tal manera la alianza que había tenido con los reyes españoles. De inmediato, por toda Nueva España hubo manifestaciones de repudio a los franceses y muestras de respaldo a la Casa de Borbón. Desde Chihuahua hasta Campeche, hubo reuniones en las que participó lo más granado del vencidiario, las corporaciones y "el populacho", lo que no dejó de ocasionar preocupación entre sectores sociales encumbrados.     

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Criollismo

Se diferenciaban de los blancos –o españoles- peninsulares en que éstos eran personas nacidas en España, mientras que ellos sólo contaban con ascendencia directa española. A lo largo de la época colonial, los criollos se identificaron más con los intereses americanos que con los de la hegemonía europea. Esto fue así debido a que como grupo social experimentaron discriminaciones de parte de la Corona española y sus autoridades, y tuvieron una fuerte rivalidad con los peninsulares en las disputas por el poder político y económico de la colonia. Todos estos factores unidos hicieron que los criollos pasaran a representar ideas y proyectos en favor de los intereses locales y americanistas, que terminarían configurándose como movimientos independentistas. Ser criollo en la colonia constituyó izar una bandera según la cual se defendían intereses políticos, institucionales y económicos indianos frente a las medidas tomadas por la Corona que tendieran a favorecer a los peninsulares, lo cual terminó influyendo decisivamente en el desarrollo histórico independentista de las colonias españolas en el siglo XIX.    Población criolla en las colonias Posterior al período inicial de conquista y establecimiento de las primeras ciudades, se inició la migración de numerosos españoles a América. Entre los siglos XVI y XVIII, alrededor de 800.000 españoles emigraron al Nuevo Mundo. Aun así, sus descendientes fueron un sector minoritario dentro de las colonias. A principios del siglo XVII, los censos realizados muestran que los criollos y los peninsulares, considerados dentro de un solo grupo social, representaban apenas el 9,5% de la población. La ascendencia de la mayor parte de los criollos fueron españoles del pueblo promedio -como campesinos, artesanos y comerciantes- que desde su llegada a América tuvieron que asumir, sin ayuda de la corona, todos los riesgos y gastos que implicó comenzar a labrar una vida desde el inicio. Situación política y económica de la clase criolla Los criollos se dedicaron a actividades económicas muy variadas. Abarcaron desde ocupaciones artesanales de baja y alta categoría, hasta ser propietarios de grandes territorios y comercios. Por ello, en la colonia podían encontrarse casos de criollos pobres y de clase económica media, pero fueron mayormente conocidos los casos en los que alcanzaron posiciones económicas de importancia que les valieron poder de influencia dentro de las relaciones sociales de la época. Por otra parte, los criollos también tuvieron acceso a la educación en todos sus niveles, razón por la cual eran una clase instruida que también estuvo conformada por profesionales de distintas áreas. Hasta mediados del siglo XVIII, ocupaban cargos dentro de la administración pública local de los poblados a los que pertenecían, de manera que por esta vía también tenían influencia en las decisiones políticas, y a través de ella también defendían sus intereses. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVIII esta situación cambiaría. La Corona española, específicamente a partir de las reformas borbónicas, aplicó una serie de cambios en las instituciones coloniales según los cuales los criollos quedaron completamente desplazados de los cargos políticos y religiosos más importantes. Dichos cargos pasaron a ser asignados únicamente a españoles peninsulares. De igual modo, a partir de este momento, muchas decisiones políticas y económicas de las autoridades afectaron y menoscabaron sus intereses.   Identidad “americanista” y “anti-española” Un rasgo que definió a los criollos como clase social, y que al mismo tiempo los diferenció y antepuso a los peninsulares fue su interés por la defensa de los intereses del territorio americano ante España. Más que haber nacido en América, era su interés por lo local lo que los diferenciaba. Para los criollos, que sus familias hubiesen trabajado y ayudado a construir las colonias americanas por su propia cuenta, sin ayuda de la corona, los hacía merecedores de ser incluidos en el gobierno y el manejo de los asuntos de América. Por lo tanto, como consecuencia de los desencuentros con la corona española por las razones antes mencionadas, en los criollos se generó un fuerte sentimiento de descontento, pues estaban convencidos de que estas limitaciones impuestas eran injustas, y que la razón estaba de su lado. Los españoles comenzaron a ser considerados como “intrusos” que se mantenían ajenos a la lógica de la vida en América, y que gobernando virtualmente desde miles de kilómetros de distancia, sólo se aprovechaban del trabajo de los americanos. Surgió, de ese modo, un sentimiento más “americano” en la clase criolla, que europeo. La gestación de las ideas y movimientos independentistas en América, si bien respondió a la unión de numerosos factores que no son del interés de este artículo, sí estuvo influida por la situación de la clase criolla dentro de la colonia, y por la relación antagónica entre ellos y las autoridades. Gracias a ese sentimiento, unido a la influencia de la Revolución Americana, la Revolución Francesa y a las ideas de la Ilustración, que se desarrolló una conciencia de clase que derivó en todo un movimiento de patriotismo que llevó a la conformación de proyectos independentistas en América, liderados principalmente por la clase criolla.

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