Creado por Pablo Sarmiento
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lalineadefuego.info agosto 27, 2019 Análisis, ecologismo, Internacional EL PENSAMIENTO ECOLÓGICO EN EL MARXISMO Y EL FASCISMO. Por Tomas Rodríguez León Karl Marx devela el carácter alienante, explotador y a histórico de la economía burguesa cuando entra en conflicto su modo de producción con las relaciones sociales imperantes, Marx considera que el cambio de modo de producción garantiza el desarrollo máximo de las fuerzas productivas, perspectiva que no omite el análisis de los problemas ambientales. Compra solamente lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste un sólo céntimo, es caro”. Séneca Al exponer las contradicciones en la teoría del valor y la plusvalía, no deja de preocuparse por las consecuencias externas e inmediatas de la economía en crecimiento, como el problema ambiental, inherente a la irracionalidad del capitalismo. Superar irracionalidades sin afectar la trasformación utilitaria y humanista de la naturaleza, es su máxima ponencia. La depredación, mal desarrollo, tiene como solución superar el modo capitalista de producción. La economía ecológica no marxista imputa la responsabilidad no al capitalismo sino al desarrollo. Error. Dice Marx: El comunismo superación real de la esencia humana por y para el hombre es retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana[1]. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia. La superación del capitalismo devolvería al ser humano a su condición natural y social porque si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, el desarrollo pleno del dominio humano ocurrirá sobre las fuerzas naturales, como sobre su propia naturaleza (Marx). Los economistas ecológicos proponen establecer nuevas relaciones entre economía y naturaleza e indican que los índices de economía ortodoxa –Producto Interno Bruto, ingreso per cápita– no reflejan el impacto negativo sobre la naturaleza[2] , pero su visión crítica puede expresar la dimensión de un nuevo capitalismo sostenible, asumido por empresas responsables que juegan al equilibrio autosuficiente. Maltratar obreros pero no a la naturaleza parece su lema. Su mirada de sostenibilidad es por demás metropolitana porque los sucesos de protección se gestan para el centro en detrimento de la periferia; así por ejemplo Noruega tiene excelentes políticas ambientales internas que se contradicen con su contribución al impacto ambiental negativo en el tercer mundo. Para el marxismo, el respeto a la naturaleza es una necesidad imposible de evadir ya que “la naturaleza es la fuente de los valores de uso, que son los que verdaderamente integran la riqueza material, ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre” [3], pero esta se concibe al servicio de la sociedad humana, donde radica su valor histórico. Cuando ocurre la crisis planetaria ecológica, lo que está al borde del colapso es la forma irracional del modo de producción que concentra la ganancia como sinónimo de desarrollo. El afán de lucro desmedido y asimétrico produce ventas que pueden ser contrarias a la finitud del planeta, pero la solución no es producir más o menos sino hacerlo racionalmente y mejorar la distribución, recuperando en la naturaleza su rol de valor de uso y necesidad. La sociedad norteamericana es la mejor exposición de irracional demencia en el consumo destructivo, su producción de basura excede los parámetros de consumo por necesidad. Su economía empuja a la adquisición de bienes desechables, siendo inconsistente su modelo para el re uso y el reciclaje que dañaría su ritmo de movilidad económica. La sociedad norteamericana está atada a la hiperplasia del consumo fetiche. Considerar nuevas relaciones economía – naturaleza impone redimensionar el concepto de desarrollo sin negarlo. Curiosamente tanto los predicadores metropolitanos, como los intelectuales orgánicos de la naturaleza en el mundo subalterno se dirigen a intentar mejorar las conductas ambientales de la periferia, cuando el problema lo produce fundamentalmente el centro, en un modelo de acumulación que tributa a países imperiales que ya cuidan su ambiente. Marx y Engels ven necesaria la relación armónica de las condiciones materiales con la historia natural desde la categoría básica que es el trabajo. El fin de la explotación humana, hace posible el uso racional de la naturaleza como valor de uso necesario para establecer una relación feliz hombre-naturaleza. La acción antrópica destructiva no es una abstracción subjetiva, es el ejercicio subsidiario de la explotación del trabajo que se proyecta a escala del medio ambiente global, fenómeno propio del capitalismo. Analizar el ambiente fuera del paradigma económico puede favorecer un caldo de cultivo ideológico que justifica el desarrollo desigual y dependiente porque no se trata de explicar la insostenibilidad del sistema sin ver la contradicción esencial, entre el capital y el trabajo. El capital procura solventar en el consumismo toda crisis de superproducción y el planeta sufre las consecuencias, porque aun en las colonias el consumo de bienes suntuarios supera la consideración de necesidades básicas y así la preservación de la naturaleza es contraria a la racionalidad de la economía. Preocuparse por la naturaleza sin el cambio de sistema es una quimera que da pie a una sentencia ya pronunciada: un planeta verde solo será posible en un futuro rojo o en programa mínimo: una ecología marxista es posible. La evidencia es enorme, la economía capitalista o planificada ejerce presión sobre la naturaleza. El calentamiento global, la contaminación, el agotamiento de los recursos naturales son hechos innegables como innegables son los intercambios desiguales entre países del centro y de la periferia, estos últimos entregan parte de su naturaleza y no les es devuelta ni pagada pues priman términos de intercambio económico y ecológico desiguales. Pero los defensores del medio ambiente se desorientan y los estados occidentales históricamente implicados, inculpan a otros la responsabilidad que les es inherente, así; el tercer mundo es cochino o China es el monstruo de la contaminación. Ciertamente contamina pues industrializa, dentro y fuera de sus fronteras, pero China es el que mejores planes tiene para “reciclar” el dióxido de carbono, reduciendo las emisiones en 9 millones de toneladas al año, esto es debido a su economía planificada, que ya piensa en superar el efecto del alto nivel de industrialización, con fábricas que durante décadas no estuvieron obligadas a cumplir la normativa medioambiental. Xi Jinping, líder chino expresa; “somos la primera generación que ha experimentado los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo para solucionarlo” y agrega: “China está ahora en condiciones de plantearse un cambio en su modelo que mire más por el medio ambiente. Hemos pasado de un crecimiento económico rápido a uno moderado y es el momento de caminar hacia un modelo productivo que busque reducir sus emisiones contaminantes”[4]. A diferencia de otras potencias, el gigante asiático ha declarado una “guerra contra la contaminación” presentando una serie de iniciativas ecológicas que el mundo occidental oculta: ha desmantelado centrales eléctricas de carbón, disminuye niveles de emisiones generales y reduce las tasas de emisión de partículas. Ya se han logrado enormes avances en la calidad del aire; actualmente hay menos esmog en las ciudades. También es indicador que China recicla el 70% de la basura mundial y tiene un Ejército que trabaja rutinariamente en reforestación. Posee mejor reglamentación ambiental y financiamiento ecológico. Recientemente, lanzó la Iniciativa de Gestión de Riesgos Ambientales creando Zonas sostenibles que implementarán los Objetivos de Desarrollo 2030 de las Naciones Unidas: Shenzhen zona que integrará tecnologías en el tratamiento de aguas residuales, aprovechamiento de residuos, restauración ecológica e inteligencia artificial para resolver problemas que van desde la administración de los recursos hasta la contaminación. Guilin, zona que se enfocará en las innovaciones para la desertificación mediante la creación de soluciones regionales. Taiyuán zona exclusiva para instalar empresas con innovadores ecológicos [5] Si la producción y el cálculo económico se rigen por las ganancias exclusivas de una clase que domina, el desastre ecológico es una certeza. La economía socialista promueve toma de decisiones y responsabilidades generando producción racional y planificada con la finalidad de producir lo útil e importante. Conserva y protege los ecosistemas, para “asumir perspectiva de largo plazo” con miradas puestas en el futuro de nuevas generaciones, algo que no puede hacer la sociedad capitalista donde se impone la competencia como argumento para expandirse o morir. Su lema es “enriquecerse rápidamente”. La sociedad socialista desarrollada se propone como metas: acabar desigualdades, sustentabilidad ambiental, balances racionales entre industria y agricultura, integración campo y ciudad. Bajo el capitalismo en contraste, los capitalistas y sus corporaciones no toman en cuenta los costos sociales y ambientales y le es indiferente que sean las futuras generaciones quienes paguen las consecuencias. La sociedad humana tiene que llegar a preocuparse de los costos y beneficios de la actividad económica, pero la responsabilidad global en manos de las corporaciones y gobiernos súbditos, omite planificación sustentable pues es ajena a su lógica. Solo la movilización del conjunto antropológico puede reparar el daño acumulado y deberá crear condiciones para analizar y solucionar problemas y retos que se presenten en la continuidad de un proceso desarrollista que no ha culminado, porque el primer mundo vive nichos de desarrollo superlativo, mientras el mundo pobre vive aún su prehistoria. Para ello el cambio social es un imperativo. La necesidad de desarrollar proyectos energéticos alternativos y formas industriales “verdes” encuentra severos límites en economías no planificadas por la voracidad empresarial corporativa. Nazi ecologismo Para Murray Bookchin, marxista fundador del eco anarquismo, el eco fascismo existe, grafica que los neonazis proponen la regulación de la reproducción humana y la reducción de la población mundial con planes de ingeniería social en programa anti humano. Esto se vive en la cotidianidad “progresista” que llega a sectores medios neo malthusianos[6] que constituyen “familias” de papá mamá y gatos o perros. Pentti Linkola, postulante de derecha, considera que la humanidad destruye el medioambiente y por eso plantea como solución la reducción de personas en el mundo y la desindustrialización. Su ideal de sociedad es una dictadura totalitaria, gobernada por una élite intelectual. Pentti no oculta su admiración por el régimen nacionalsocialista. La dictadura ecologista fuerte que propone es centralizada, con duras medidas de control de la población y castigo brutal de los que él considera son los abusadores del medio ambiente [7]. La sociedad ideal con la que sueña es una escalofriante pesadilla orientada hacia una única meta: la progresiva desaparición de la humanidad. Para Pentti Linkola[8], el hombre debe pagar con su vida por los daños que ha causado al planeta y se posiciona a favor del uso de la violencia proponiendo un duro programa de choque. Para alcanzar su pavorosa utopía, destaca el repudio de los derechos humanos, reprimir la natalidad y la creación de campos de trabajo para reeducar a los cabecillas de la barbarie industrial. El Nouvelle Droite, desarrollado por Alain de Benoist, se opone al cristianismo, neoliberalismo, democracia e igualitarismo. Teórico influyente estadounidense es aplaudido tanto por sectores feministas como identitarios, así como por activistas antoglobalizacion, une elementos de extrema derecha con la Nueva Izquierda, es acusado de eco fascismo raro pues resume antiglobalización, ambientalismo y etno-nacionalismo. Se imputa de ecofascistas a ciertos grupos ecologistas xenófobos de que ven en la migración el factor responsable de la degradación ambiental y parecería que esta corriente es reciente, pero el origen del eco fascismo o nazifacismo no es nuevo y se encuentra en el mismo régimen nazi Ernest Lehman, se expresa: “Reconocemos que separar a la humanidad de la naturaleza, de toda la vida, conduce a la propia destrucción de la humanidad y a la muerte de las naciones. Solo a través de una reintegración de la humanidad en toda la naturaleza puede fortalecerse a nuestra gente. Esa es la el punto fundamental de las tareas biológicas de nuestra era. La humanidad sola ya no es el foco del pensamiento, sino la vida en su conjunto… Este esfuerzo hacia la conexión con la totalidad de la vida, con la naturaleza misma, una naturaleza en la que nacemos, este es el significado más profundo y la verdadera esencia del pensamiento nacionalsocialista”. A pesar de un extenso registro documental, el tema ecológico y sus variantes ideológicas no es advertido por los ecuménicos intelectuales orgánicos de la naturaleza que viven del pluralismo y poli clasismo ambientalista. En los países de habla inglesa, así como en la propia Alemania, se vive la existencia de un “ala verde” en el movimiento neo nazi que forja superposición ideológica entre la conservación de la naturaleza y el nacionalsocialismo. Así, componentes ecológicos se advierten en fundamentos conceptuales con formas de ecología reaccionaria. El marxismo y el eco anarquismo convocan a discernir continuidades ideológicas para rastrear las genealogías políticas de un discurso modal y así lograr que la historia sea relevante en la revisión de la crisis ecológica actual. El biocentrismo contemporáneo debe destacar el rol del proyecto humanista donde implícitamente el ser humano está en primer plano y debe acoger el fundamento de la jerarquía de la vida significante e irreductible. No hacerlo es falla reaccionaria porque no todos los seres vivos somos iguales: arbustos, gusanos, plantas, humanos, piedras. El irracionalismo fundamentó al eco nazismo en particular y a los fascismos en general donde el principio de igualitarismo biológico llevo al desprecio de la vida humana, a su subvaloración y a la justificación del racismo Nadie debe negar la protección del suelo y de todos sus habitantes, pero el ser humano vive de la vida animal y vegetal como vive también de ambientes saludables. Hay que sospechar de quienes profesan una conexión mortal ¿moral? entre el amor por la tierra y el nacionalismo racista militante. El desprecio al humanismo sigue la siniestra tradición del fascismo y la racha ‘verde’ del reciente activismo ambiental debe ser cuidada de la deshumanización posible. Recordemos a Ernst Moritz Arndt, quien fue ideólogo, propagandista del nacionalismo alemán y predecesor del nazismo como del ecologismo, que criticó la industrialización y despotricó “contra la explotación de los bosques, con teorías ambientalistas que llamo “los derechos de la naturaleza”. La “religión de la naturaleza” mezcla volátil de misticismo y anti humanismo irracionalista puede ser un retorno al “orden natural”, del fascismo con su holismo organicista que denigra a la humanidad frente a la naturaleza. La ruralización bucólica con la sobrevaloración de la cultura campesina es una condena indiferenciada de la modernidad que esta direccionada al mundo pobre que es el mundo rico y atrás del el romanticismo agrario se esconde el anti-urbanismo opuesto a la proletarización del planeta. Bibliografía: Antonio Verde Soria. El Pensamiento Ambiental Sociología Ambiental Janet Biehl. Ecología” y la modernización del fascismo en la Ultra-Derecha alemana Karl Marx Manuscritos Económicos y filosóficos 1844 Raúl Cortés Landázuri. Relación economía y medio ambiente un balance crítico sobre las convenciones y tensiones epistémicas de la disciplina Julián sabogal Tamayo. Entre la economía política de Karl Marx y la economía ecológica EFE verde 2019 el discurso con el que Xi Jinping, el líder del gigante comunista, se convirtió en Davos en el último gran defensor de la globalización Reciclar en casa: la nueva obsesión de Shanghái hacia la China ecológica EFE verde 2019 Revista Diógenes nº 12 entrevista a Murray Bookchin 2018 El ecologista que quiere ser como Hitler Íñigo F. Lomana Alain de Benoist . Metapedia 2019 Martínez, A., J. y J. Roca. Economía ecológica y política ambiental, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 2001. Marx, K. Contribución a la crítica de la economía política, Bogotá, Oveja Negra, 1968.
29 de septiembre de 2019 por Julio C. Gambina Las masivas movilizaciones mundiales en defensa del clima y el medio ambiente evidencian la preocupación social sobre el deterioro del planeta y las condiciones de la vida. Aun, cuando se indica el accionar del ser humano para esta depredación de la naturaleza, no se enfatiza lo suficiente en la responsabilidad del modelo productivo del capitalismo. Las protestas debieran concentrarse más en este aspecto esencial que en el fenoménico del impacto ambiental. El responsable del cambio climático es el modo de producción capitalista. No alcanza con consumir menos, cuidar los cursos de agua, los bosques, los glaciares o la naturaleza en su conjunto, si al mismo tiempo no se atacan las causas que están en las formas de la producción capitalista, asentada por siglos en la explotación de la fuerza de trabajo y la depredación de la naturaleza. El trabajo es el padre de la riqueza y la tierra la madre, sostenían los clásicos de la Economía Política, una disciplina científica que surgió para fundamentar el moderno modo de producción capitalista. Por eso la necesidad de criticar al capitalismo, no solo sus efectos. El diagnóstico es fundamental para encarar procesos realistas de solución. De lo contrario, solo deambularemos por senderos marginales que no conducen a resolver el problema. Una vez identificado el problema es que se puede pensar en modificar la realidad, la que no puede hacerse de inmediato, ya que requiere de un complejo proceso social que incluye la asunción de la conciencia colectiva sobre lo que está provocando el problema y los modos de operar para su modificación. Ese camino de la transición del orden capitalista actual hacia otro modo de producir y distribuir es lo que se discute desde la emergencia de la crítica de la economía política y las variadas experiencias de revolución social desde el Siglo XIX hasta el presente, con mucho de ensayo y error, renovado, especialmente, desde los procesos de cambio en Nuestramérica de los años recientes. Es un proceso no agotado, en desarrollo y que explica las confrontaciones y debates en curso en nuestros países. Por eso, resulta interesante recoger las voces pronunciadas desde nuestros territorios. Sostuvo en la ONU Evo Morales: “No podemos mantener el silencio cómplice frente a la catástrofe a escala planetaria que se avecina y tampoco podemos hablar de prudencia cuando estamos en el umbral de la destrucción asegurada. El capitalismo ha fomentado, ha introducido y ha impulsado en los últimos dos siglos la fórmula más salvaje y destructiva de nuestra especie, convirtiendo todo en mercancía para beneficio de unos cuantos” [1]. Adicionó en la misma intervención: “La madre tierra está acercándose peligrosamente al crepúsculo de su ciclo vital, cuya causa estructural y responsabilidad corresponde al sistema capitalista. Este sistema ha desencadenado a gran velocidad una fuerza arrolladora y destructiva a nombre de la libertad de mercado, de la libre competencia y los derechos humanos” Hay quienes critican al gobernante de Bolivia por la explotación de los hidrocarburos y otras formas del modelo económico boliviano que favorece la apropiación estatal de rentas para generar un proceso de distribución primaria y secundaria que atiende inmediatas e imperiosas necesidades sociales. ¿Acaso pretenden los críticos negar el diagnóstico formulado induciendo políticas de miseria para el conjunto empobrecido de la sociedad? Lo que no se entiende es el propio proceso de transición en Bolivia, que incluye los límites de la dependencia y la urgencia de atender necesidades básicas imperiosas de la población más empobrecida. Al tiempo que se critica al orden capitalista mundial, se atienden las imperiosas necesidades de la población y se ensayan formas de transición, inexploradas hasta ahora en la sociedad que confronta al régimen del capital. El tema no es nuevo en los dos sentidos, sea la denuncia del capitalismo y las formas de resolver las necesidades de los sectores menos favorecidos por el orden del capital. Vale recordar en ese sentido la intervención de Fidel Castro en la cumbre de la tierra en 1992 en Río de Janeiro, en cuyo inicio sentenció: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.” En la brevísima alocución señaló: “Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.” Refiriéndose al que hacer sostenía: “La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.” Agregaba: “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.” [2] Al tiempo que criticaba al capitalismo como forma hegemónica en el sistema mundial, en momentos que había desaparecido la bipolaridad, el jefe de la revolución cubana señalaba las dificultades de los países dependientes y atrasados para encontrar sus caminos de solución en confrontación con la lógica dominante. La discusión sobre la transición no supone un rumbo sin contradicciones y son las que recogen ambas intervenciones mediadas por casi tres décadas de pronunciadas y que fueron transitadas con experiencias que aun animan el debate contra el orden capitalista. Actualidad del debate Es un tema actual y trascendente, porque la responsabilidad está en la hegemonía del capitalismo mundial y aún cuando se aprueben protocolos internacionales, que además EEUU no suscribe, resulta imposible resolver el tema. No alcanza con discursos o protocolos de denuncia, sino acontece una dinámica social de organización y movilización contra las causas del calentamiento global y el cambio climático. No hay forma de mitigar el efecto devastador mientras subsista el régimen del capital. Se impone la discusión por el cambio de las relaciones sociales de producción y su efecto depredador sobre la naturaleza, que incluye en su seno a la especia humana. Se trata de un tema sustantivo para Nuestra América, en tanto territorio históricamente condenado a la provisión de materias primas y “recursos naturales”, que, si visibilizáramos como “bienes comunes” de la actual y futuras generaciones, a otras conclusiones se arribarían. El tema viene de la conquista y colonización, agudizado en años recientes con la suba de los precios de las materias primas, aun con el retroceso actual, donde se recicla el papel subordinado de la región por vía del deterioro secular de los términos de intercambio en el sistema de relaciones internacionales. Nuestros países generan riqueza y excedente económico vía explotación de estos bienes comunes en beneficio de la reproducción del gran capital transnacional que define el ciclo económico, es decir, la producción, la distribución, el cambio y el consumo. Remito al petróleo, al gas, al cobre, al agua, a la tierra, al oro, al litio, a la biodiversidad, o a diversos materiales que se acumulan en nuestro suelo. Resulta imprescindible enfatizar en que los “recursos naturales” son bienes comunes, que pertenecen a la humanidad, pero que, al estar asentados en nuestros territorios, la soberanía en su cuidado y gestión es imprescindible, lo que demanda una mirada local, sí, pero sobre todo regional, de una respuesta conjunta e integrada. Claro que eso suena como una anomalía ante la preeminencia del discurso y las políticas liberalizadoras en la región. Se puede observar a Bolivia en el sostenimiento de un proceso soberano, rodeado por procesos liberalizadores de sus vecinos: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú. Es una cuestión para discutir en tiempos electorales en Bolivia el próximo 20/10, y en Argentina y Uruguay una semana después, el 27/10; aún más allá de procesos eleccionarios en el destino de la región, gobierne quien gobierne. El modelo productivo asentado en el agro negocios, la mega minería, la explotación de hidrocarburos no convencionales (Argentina), e incluso la industrialización dependiente y los mecanismos de especulación que incluye el fuerte endeudamiento, caso argentino especialmente, exige la discusión sobre la continuidad o no de ese modelo y las posibilidades para intentar cambios y en lo posible, procesos de transición que confronten con el orden capitalista. Por eso, no se trata de una cuestión ambiental lo que está en debate, sino las formas de producir, distribuir, intercambiar y consumir. Cambiar el modelo productivo resulta imprescindible. Es algo que debe encararse como proceso regional. No alcanza con definiciones nacionales, aunque son imprescindibles. Se requiere la superación de los condicionantes que impone la dependencia de las transnacionales, de los organismos internacionales y de una lógica discursiva hegemónica del pensamiento en Política Económica, relativo a que lo único que se puede hacer deviene de la liberalización de la economía, del libre mercado y la libre competencia, falacia en tiempo de dominación monopolista. La respuesta es la soberanía nacional y la integración regional, para la crítica al capitalismo como única forma de confrontar contra los efectos del cambio climático y el calentamiento global. En defensa del medio ambiente se impone el cambio del modelo productivo y ensayar los caminos concretos de la transición hacia sociedades que en el centro de sus objetivos se encuentre la defensa de la vida humana y natural. Tarija, 28 de septiembre de 2019 Notas [1] Naciones unidas Bolivia. Evo Morales plantea en la COP21 eliminar el capitalismo para salvar a la tierra. En: http://www.nu.org.bo/noticias/naciones-unidas-en-linea/evo-morales-plantea-en-la-cop21-eliminar-el-capitalismo-para-salvar-a-la-tierra/ [2] CUBADEBATE. Discurso de Fidel Castro en Conferencia ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1992, en: http://www.cubadebate.cu/opinion/1992/06/12/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992/#.XY9Z40ZKjIU Autor Julio C. Gambina economista y profesor universitario argentino, especializado en economía política, economía mundial, integración, deuda externa y otros asuntos sociales y políticos. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, Ciudad de Buenos Aires. www.juliogambina.blogspot.com
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