Un marco espléndido de divulgación asimilativa de la ciencia: La Viena de Wittgenstein.

Un marco espléndido de divulgación asimilativa de la ciencia: La Viena de Wittgenstein. En Viena confluyeron el empirismo inglés (Hume), el positivismo francés (Comte) y el pragmatismo americano (James, Peirce) que hace que se crea un pensamiento enmarcado en una tradición orientada en contra de la metafísica especulativa. La “claridad” vienesa es fundamentalmente una búsqueda de claridad científica, no una búsqueda de claridad metafísica. Por otro lado el pensamiento austriaco seguía más bien tendencias empíricas y analíticas, que disuelven el mundo. En la Viena de finales de siglo sufrió dos crisis las cuales ocuparon las mentes de los grandes personajes de aquella época: la del yo y la del lenguaje; ya no valían los viejos principios filosóficos y morales modernos para ordenar la vida, el yo vivía ajeno a su propia concepción universal. Con la ayuda del psicoanálisis de Freud y con las numerosas investigaciones paralelas de Mach, Schnitzer, Bahr, Kraus, más tarde Wittgenstein una generación postromántica pudo volverse al interior, pasar de los "estados de cosas" a "estados del alma" emprender el viaje al interior. La desconfianza de la gramática se convierte, en la primera condición para filosofar como dirá Wittgenstein en 1913, la cual trataba de ofrecer una concepción científica de los objetos y de las proposiciones que posibilitara una construcción clara de teorías sin fantasmas. Hume concebía la realidad de un modo tan claro pero distinto: la realidad última del mundo está constituida soló por sensaciones por nuestras sensaciones las cuales son de un “yo” que a su vez no es nada más que un complejo de sensaciones . Para Mach, hay que volver a un concepto natural del mundo, previo a cualquier supuesto metafísico con el fin de economizar además una serie de problemas que contaminan el pensamiento científico, que hace de las teorías medios económicos para reconstruir las conexiones entre sensaciones; la “sustancia”, la “causa”, el “yo”, las “cosas” pasan a ser funciones de un conjunto de sensaciones que son la única fuente y garantía de todo conocimiento científico este pensamiento triunfo momentáneamente en Viena. Se había creado una conciencia de que la crítica de la superstición metafísica y la búsqueda de claridad sobre sí y sobre el mundo era de verdad una tarea analítica del lenguaje: no había otro mecanismo de acceso a las teorías, de él no se salía del yo ni al yo.