Creado por Alberto Otero
hace casi 2 años
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Roma era una sociedad muy visual. Con la mayoría de su población analfabeta e incapaz de hablar el latín erudito que circulaba entre la élite, las artes visuales funcionaban como una especie de literatura accesible a las grandes masas, lo que confirma las ideologías y la difusión de la imagen de personalidades eminentes. En este contexto, la cultura disfrutó de una posición privilegiada, que ocupaba todos los espacios públicos y privados y llenaba las ciudades con innumerables ejemplos de diversas técnicas. Gran parte de la escultura producida en Roma pertenece a la temática religiosa o está relacionada de alguna manera. Incluso los retratos a menudo tenían asociaciones con lo sagrado, como en todas las culturas antiguas, Roma no fue diferente en la práctica para producir imágenes de culto, que estaban presentes desde los grandes templos públicos hasta las viviendas más modestas. No solo las grandes esculturas en bronce y mármol se convirtieron en algo común —las estatuas, grandes sarcófagos, relieves arquitectónicos, camafeos grabados en las piedras preciosas—, pero aún más en estatuillas de terracota, placas funerarias sencillas, máscaras mortuorias en cera, cuyo coste estaba al alcance de las clases más bajas, y en las monedas, que pueden ser vistas como una especie de relieve en miniatura y se encontraban circulando entre la masa del pueblo.
Un cambio en la tendencia puramente griega y en la formación de una escuela nacional de escultura en Roma se produjo entre finales del siglo ii a. C. o inicios del siglo i a. C. Un buen ejemplo es el Altar de Enobarbo, considerado un precursor inmediato del gran arte imperial de Augusto Creado como una ofrenda de Cneo Domicio Enobarbo por el fin de la campaña militar en Brindisi fue instalado delante del templo de Neptuno, que se había construido al mismo tiempo. El altar fue decorado con varios frisos, algunos con escenas mitológicas más o menos convencionales y comunes en la tradición griega. En uno de ellos hay una escena de culto, que representa a un sacerdote preparando un sacrificio, a sus lados se encuentran los soldados y otros asistentes, que ya muestran la evidente transferencia del estilo clásico tradicional hacia un tema narrativo típicamente romano, una crónica de la vida diaria y al mismo tiempo, el éxito de su modelo político.17
Con Augusto, Roma se convirtió en la ciudad más influyente del imperio, y también el nuevo centro de cultura helenística, como lo habían sido antes Pérgamo y Alejandría, atrayendo a un gran número de artesanos griegos. Así como los sucesores de Alejandro habían contribuido a la supervivencia del arte griego, enriqueciéndola con nuevos temas, ahora, en la era augustal, Roma quiso dar su propia contribución a la continuidad y la renovación de una tradición que ya había conseguido prestigio durante siglos y había dictado el carácter de todo el arte producido allí. Pero más que la sola transferencia de la atención cultural a Roma, que dio lugar a un cambio en lo que era hasta entonces puramente griego y el surgimiento de una escuela romana, fue la formación de la idea de imperio y la aplicación de la técnica griega para la temática típica de esta nueva Roma. En la consolidación del imperio fue de gran importancia la acuñación de monedas, que son en realidad bajorrelieves en miniatura. Julio César legalizó en Roma la práctica helenística y oriental de impresión de la efigie con el gobernante vivo en las monedas, donde hasta entonces solo había imágenes de dioses o personajes históricos fallecidos, y Augusto dirigió esta práctica con mayor conciencia y pragmatismo político, imponiendo su presencia visual y el mensaje del gobierno en la vida cotidiana de todos los ciudadanos, y que ilustran cómo el arte y la agenda política podían unir esfuerzos para garantizar un sistema de control social a gran escala. Este uso podía ejercer presión sobre la sociedad, corrían historias sobre la inaceptabilidad de las monedas que mostrasen la imagen de emperadores odiados como Nerón.
En el retrato es donde Roma da su contribución más característica de la tradición fundada por los griegos, una contribución que ha madurado mucho antes que en otros tipos de esculturas y que hicieron que el desarrollo de la escultura en Roma, se dividiera en dos campos, con diferentes patrones de evolución, el retrato y los otros tipos. Desde la época de la República el retrato fue muy bien valorado y con el tiempo osciló cíclicamente entre una tendencia clasicista idealizante y otra de gran realismo, derivada en parte de la expresividad típica del arte helenista. Y entre los retratos, el busto y la cabeza eran las formas más frecuentes. Retratos de cuerpo entero fueron menos comunes, aunque no raros. La preferencia por el busto y la cabeza es un rasgo cultural típico romano que creó un enorme mercado en toda la cuenca mediterránea, y se explica primero, por razones económicas, siendo mucho más barato que una estatua completa, pero también por el convencimiento de una mejor identificación individual que prevaleció entre ellos. Para los romanos era la cabeza y no el cuerpo ni los trajes o accesorios, los atributos del centro de interés en el retrato
En el caso de la estatuaria cuando representaban los retratos del emperador deificado, especialmente en períodos en que la descripción realista estaba en vigor con más fuerza, se observa de inmediato una incongruencia entre la forma de representación del cuerpo y la cabeza. Mientras que la cabeza se mostraba a menudo con todos los signos del envejecimiento, los cuerpos estaban representados de acuerdo con los antiguos cánones de la escultura clásica griega, idealizados con una eterna juventud y fuerza. Estas obras extrañas, a los ojos modernos, acostumbrados a disfrutar de una estatua como un todo homogéneo, resultan comprensibles cuando se recuerdan las convenciones que regían el arte del retrato antiguo, y cuando sabemos que las estatuas eran para los romanos una especie de simulacro simbólico y no una realidad
El uso de los sarcófagos era común entre etruscos y griegos, pero en Roma se usó extensivamente solo desde el siglo ii, cuando la costumbre de la cremación de los muertos fue sustituida por el entierro, y se extendió por todo el imperio. Su producción se estableció en tres centros principales —Roma, Ática y Asia— y se dividió en algunos modelos diferentes. Uno, el más común, era una caja decorada con relieves figurativos y con una cubierta más o menos lisa, otro tipo mostraba otra cubierta también decorada, que podrían incluir los retratos escultóricos del cuerpo completo de los fallecidos, como si estuvieran sentados en un banquete, era un modelo que derivaba del arte etrusco. Ambos dieron lugar a los ejemplares decorados con relieves de extraordinaria sofisticación y complejidad. Un tercer tipo, confinado en Roma, tenía una decoración abstracta o floral y cabezas de animales, principalmente leones, en los extremos. De todos modos había mucha variación y la mezcla entre estos modelos y su calidad y riqueza decorativa dependía de la riqueza de la familia que realizara el encargo
Relieves arquitectónicos: En la tradición de los altares monumentales, columnas conmemorativas y arcos triunfales, los relieves decorativos empleados en estas arquitecturas fueron un campo fértil para el desarrollo de un estilo narrativo típico romano. Camafeos: En estos géneros menores, los camafeos son los más lujosos, limitados a las clases altas y eran usados generalmente como joyas. Tallados en piedra semipreciosa como la ágata están considerados esculturas en miniatura desde su apreciación por John Ruskin, cuando hasta entonces se consideraban como una forma de grabado. Juguetes: Los juguetes se encuentran en todas las culturas, y los romanos no fueron una excepción. ...
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