Tras el Bronce Final y la I Edad del Hierro, con culturas destacadas como la de campos de urnas, la de los castros, Cogotas I, la cultura talayótica o Tartessos, se desarrola en la Península la II Edad del Hierro.Durante el I milenio a.C. convivieron en la Península dos pueblos muy diferenciados entre sí, los íberos y los celtas.Los íberos habitaban en la cornisa mediterránea, recibiendo una gran influencia de los pueblo colonizadores (fenicios y griegos). Se caracterizaban por una economía agrícola y ganadera, destacando en minería, industria textil y comercio. La sociedad íbera estaba muy jerarquizada y no tenían unidad política entre los diferentes pueblos. Vivían en núcleos urbanos y tenían un arte muy desarrollado.En las cornisas cantábricas y atlánticas se asentaban los pueblos celtas. Sus actividades económicas principales eran la ganadería y la metalurgia, siendo muy destacada sus orfebrería. Habitaban en castros emplazados en lo alto de las colinas o cerros para favorecer su defensa. Tenían gran relación con los pueblos indoeuropeos y su cultura.En el centro peninsular, por su parte, vivían los celtíberos, grupos formados fundamentalmente por pastores nómadas con rasgos culturales tanto del pueblo celta como del íbero.El primero de los pueblos colonizadores en llegar fue el de lo fenicios, que llegaron a la península movidos por su interés comercial y económico; fundaron diversas pesquería y centros de salazón, y comerciaron con pueblos indígenas peninsulares. Son fundaciones fenicias las ciudades de Gadir (Cádiz), Malaka (Málaga) o Sexi (Almuñecar) entre otras ciudades de la zona costera de la actual Andalucía. Su influencia cultural marcó la aparición de ciudades indígenas, la difusión de diversas técnicas metalúrgicas y el desarrollo de la escritura en la Península.La llegada de los griegos en el VII a.C tuvo similares motivaciones, asentándose principalmente en la costa mediterránea, siendo alguna de sus fundaciones las ciudades de Emporion (Ampurias), Hemeroskopeion (Denia) y Akra Leuke (Alicante). Su influencia muy importante, sobre todo entre los pueblos íberos, destacando, por ejemplo, el inicio en la Península de la acuñación de la moneda.El último en llegar de lo pueblos colonizadores fue el cartaginés que reactivaron antiguas colonias fenicias y fundaron otras como Ebussus (Ibiza) y Cartago Nova (Cartagena). El final de su influencia en la Península se enmarca en las luchas que mantuvieron con los romanos durante la II Guerra Púnica.
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